María Virgo, per virtútem
tot dolórum. Fac nos gaudére in regno caelórum
La fiesta de los Siete Dolores de la Santísima Virgen
María nació de la piedad cristiana, que gusta asociar a María a la Pasión de su Hijo. En el
siglo XI eran ya sus Dolores objeto de la devoción privada. En el XIV apareció
la emocionante secuencia “Stabat Mater”, que una tradición, discutida, atribuye
a Jacopone de Todi. Celebrada con gran solemnidad por los servitas en el siglo
XVII, la fiesta de los Dolores de la Santísima Virgen
María, fue extendida por Pío VII a toda la Iglesia, en 1814, para recordar los sufrimientos
que acababa de soportar ésta en la persona de su jefe, primeramente desterrado
y cautivo, pero liberado después gracias a la protección de la Virgen. En 1912 la fijó San Pío
X el 15 de septiembre, octava de la Natividad.
Al mismo tiempo que los sufrimientos de María, hace resaltar
la liturgia su valiente amor, que la movió a tomar parte tan íntima en la obra
de nuestra redención. Ella es verdaderamente la que, como Judit ante la
desolación de su pueblo, nada se ha perdonado para salvarnos de la ruina. Al
ofrecer su Hijo por nosotros, se ha convertido en nuestra madre y nosotros en
hijos suyos.
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