Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

sábado, 30 de junio de 2018

LOS NIÑOS SIEMPRE TIENEN EL NOMBRE DE SU MADRE EN SUS LABIOS

¡Oh, qué feliz esperanza!; ¡oh, qué refugio! Tú, Madre de Dios, eres mi Madre

¡Oh Madre mía dulcísima! Tú me llamas y me dices “Si alguno es pequeño venga a mí” Los niños tienen siempre en sus labios el nombre de la madre y siempre, en cualquier peligro, en cualquier susto, en cualquier dificultad, la llaman inmediatamente. ¡Oh Madre dulcísima, oh Madre amorosísima! Esto es lo que Tú deseas: que, como niño pequeño, siempre te llame, siempre te invoque y te diga: ¡Madre mía, Madre mía amabilísima! Este nombre me consuela completamente, me llena de ternura y me recuerda la obligación que tengo de amarte. Este nombre me anima a confiar en Ti. Después de Dios Tú eres mi esperanza, mi refugio y mi amor en este valle de lágrimas. ¡Oh dulce Señora y Madre mía! Tú, que con el amor que te abrasa hacia tus hijos robas sus corazones, roba mi pobre corazón, que tanto desea amarte.

San Alfonso



jueves, 28 de junio de 2018

VIDA MARIANA

¡Oh María, Madre dulcísima! Quiero vivir contigo, como un hijo vive con su madre

El alto puesto que María ocupa por su cualidad de Madre en la obra de nuestra salvación, justifica plenamente el deseo de una vida de intimidad con Ella. Lo mismo que el Hijo está tan a gusto junto a su Madre, así el cristiano vive tan a gusto junto a María; por eso se ingenia de mil modos para mantener siempre vivo en su mente el recuerdo de su Madre del cielo. Procura, por ejemplo, tener delante de los ojos su imagen, acostumbrándose a saludarla amorosamente todas las veces que su mirada se encuentra con Ella. Pero la mirada profunda de la fe va mucho más lejos que la mirada de los ojos: penetra y llega hasta María viviente en la Gloria, y que, a través de la visión beatífica, nos ve, nos sigue, conoce todas nuestras necesidades, nos ayuda con su asistencia maternal; así, por este ejercicio de fe, el alma vive en contacto continuo con la Virgen. Espontáneamente, como por impulso natural de su corazón, multiplica a lo largo del día los pequeños ejercicios de piedad en su honor, las invocaciones, las jaculatorias y todo lo que puede intensificar sus relaciones con María. El sábado, el mes de Mayo, las numerosas fiestas de la Virgen son otras tantas ocasiones para recordarla particularmente, para meditar sus prerrogativas, para contemplar sus bellezas, para enamorarse cada vez más de Ella. Es imposible llevar en la mente y en el corazón la dulce figura de María sin sentirnos movidos a amarla, sin experimentar la necesidad de demostrarle la verdad de nuestro amor, procurando agradarle, procurando vivir como verdaderos hijos suyos. Así concebida la vida “mariana”, la vida de intimidad con María puede penetrar y animar todo el conjunto de nuestra vida cristiana y hacernos más fieles en el cumplimiento de nuestros deberes, porque nada puede agradar tanto a la Madre como vernos cumplir por amor la voluntad de su Hijo. Por otra parte, vivida así, bajo la mirada maternal de María, la vida cristiana adquiere aquella dulzura especial y aquella suavidad que brota espontáneamente de la compañía de una Madre dulcísima que nos rodea de atenciones.



martes, 26 de junio de 2018

HISTORIAS PARA NIÑOS… ¿O ADULTOS LLENOS DE FE?

“¡MADRE DE MISERICORDIA, SÁLVAME!”


Giovanna notó que estaba subiendo y subiendo… Al acercarse al punto más alto la luz divina se intensificó. Al darse cuenta de que en breve iba a ser juzgada un grito de súplica le brotó de lo hondo de su corazón…

¿Qué sitio sería aquel, tan amplio que parecía que no tenía fin? Se asemejaba a un inmenso valle, flanqueado por escarpadas montañas y surcado por abruptos precipicios cuya profundidad ni se podía medir…


Un joven vestido de blanco, muy luminoso, guiaba a Giovanna e iba explicándole cada detalle de lo que sucedía a su alrededor. Era San Miguel, el Arcángel Guardián de la Fe. Apuntaba hacia las almas que llegaban de todos los rincones de la tierra; entonces la niña cayó en la cuenta del lugar donde se encontraba: ¡se dirigía al Tribunal de Dios!

¡Qué visión grandiosa y terrible! Centenares de almas se lanzaban al Infierno, reconociendo la maldad de su vida impenitente; otras iban al Purgatorio para purificarse; poquísimas entraban directamente en el Cielo…

Asustada, Giovanna le preguntó al Ángel:
-Mi señor, ¿por qué se condenan tantas personas?
-¡ay!... Cerraron su corazón, a pesar de las numerosas invitaciones de la gracia y de las advertencias de la Santísima Virgen. Hoy día son pocos los que cumplen los Mandamientos, rezan y frecuentan dignamente los Sacramentos.
-Es verdad. ¿Pero por qué hay tanta gente de mi ciudad?
-Porque allí se ha instalado una epidemia que conduce a la muerte en cuestión de días a quien es alcanzado por ella.
-¡Madre mía! ¿Ese no es Marco, el zapatero? ¿Por qué huye de Dios para tirarse en el abismo incandescente?
-Nunca iba a Misa, pues decía que no tenía tiempo… Como toda su vida ha estado huyendo de Dios, ahora no consigue permanecer en su presencia. ¡Y lo odiará por toda la eternidad!
-¡Qué cosa tan horrible! ¿Y esa alma?
-Tampoco rezaba… Una semana antes de morir, Dios le infundió un fuerte deseo para que fuera a la iglesia a confesarse. Sin embargo, no quiso.

Señalando hacia otro lado añadió:
Aquella alma que estás viendo ir hacia el Purgatorio, llevó igualmente una vida de pecado; pero abrió su corazón a la gracia y se arrepintió a tiempo. Una buena confesión la salvó del fuego eterno.
-Y las que van directamente al Cielo, ¿hicieron algo para merecerlo?
-Reconocieron sus defectos y miserias, acudieron a María, mi Reina, para que les ayudara a vencerlos y se fortalecieron con el Pan Eucarístico. Casi todas rezaban el Rosario diariamente y, por eso, la propia Virgen Santísima las condujo hasta el Paraíso.
-¡Cuán admirables son las almas virtuosas! Y aquella que va hacia el Purgatorio, ¿no es también de mi ciudad?
-Sí… Mira cómo son los caminos de Dios: su vida era muy mediocre, pero hace poco visitó una Catedral Gótica y se quedó maravillada. Percibió que una obra tan bella sólo podía haber salido de un corazón muy amante de Dios y, en el fondo, se encantó por estar presente allí. Recibió tal gracia que hizo el firme propósito, consolidado por el sacramento de la Confesión, de abandonar las vías de la tibieza. De ahí en adelante viviría con los ojos puestos únicamente en Dios. Y lo cumplió.
-¡Cómo la Providencia se sirve de mil caminos para salvar a las almas! ¡Qué lástima que algunos no quieran beneficiarse de tanta misericordia!

Giovanna notó que estaba subiendo y subiendo… Al acercarse al punto más alto, donde la luz divina se intensifica, San Miguel le dijo:
-Prepárate, porque está llegando tu hora…

Postrada a los de Jesucristo, vio que iba a ser juzgada. Toda su vida pasó por su mente como un relámpago, llevándola a exclamar:
-¡Dios mío, cómo todo es serio! Un grito de súplica le brotó de lo hondo de su corazón:
-¡Madre de Misericordia, sálvame!

Entonces se oyó una voz melodiosa y suave como una brisa:
-Hijo mío, Giovanna se consagró a Ti en mis manos, por el método de nuestro dilecto Luis María Grignion de Montfort. Por lo tanto, es nuestra esclava de amor y la quiero muchísimo.

Extasiado con la bondad de su extremosa Madre, Jesús se volvió hacia Ella y le dijo con inefable cariño:
-Madre, ya que es tuya: júzgala Tú.



En ese instante Giovanna ¡se despertó! Eran la seis de la mañana…

-¡Santo Cielo! ¿Ha sido un sueño? Parecía todo tan real.

Se arregló con agilidad, desayunó y salió apresuradamente hacia la parroquia, donde el P. Enzo, como de costumbre, ya se encontraba en el confesionario. Después de decir sus faltas y recibir la absolución, le contó al sacerdote el sueño que había tenido y él le dijo:
-Es muy impresionante todo eso, pues precisamente esta semana ha empezado a propagarse por nuestra ciudad una enfermedad que ningún médico sabe cómo curar. Hay muchas personas hospitalizadas. El sueño que has tenido bien puede ser una señal…

Cuando Giovanna se marchó, el buen sacerdote se arrodilló ante el Sagrario y comenzó a pensar cómo preparar para la muerte a tanta gente, ¡pues la epidemia se instalaría enseguida! Se le ocurrió recorrer los hospitales de la ciudad para oír confesiones i administrar la Unción de los Enfermos y el Santo Viático a quienes se lo pidieran; y así lo hizo.

En menos de una semana treinta de los enfermos atendidos por el P. Enzo murieron, con excelentes disposiciones de espíritu. Su trabajo pastoral, con la bendición de María Santísima, dio abundantes frutos.

Unos días después, durante su visita al hospital central, encontró acostada en una de las camas a una niña, que tenía una foto de la Virgen en la mesita. Al acercarse, la reconoció:
-¡Giovanna! ¿También has contraído esa terrible enfermedad?
-Sí, Padre. Hace tres días que tengo el virus y sé muy bien que mi muerte está cerca. Por eso me gustaría confesar una vez más.

El sacerdote la atendió, le administró la Unción y se quedó rezando el Rosario a su lado. Le venía a la memoria el sueño que la pequeña le había contado, los consejos del Arcángel San Miguel y la intervención de María Santísima en el momento crucial…

De repente los ojos sufridos de la niña se iluminaron, se dirigieron confiados hacia lo alto y exclamó:
-¡Madre de Misericordia, sálvame!

Le parecía que estaba viendo a la Reina de los Ángeles delante suya y levantó los brazos, como tratando de abrazarla. Pero enseguida volvieron a caer… No obstante, antes de que el último soplo de vida abandonara su rostro angelical y su alma volara al Cielo, el P. Enzo la escuchó susurrar:
-¡Qué clemente eres! ¡Qué buena! ¡Qué dulce! ¡Y cuán amable es tu Hijo, Jesús!

Juliana Galletti

Fuente revista "Heraldos del Evangelio", número 178, mayo 2018



lunes, 25 de junio de 2018

CONOCIENDO A MARÍA

Nuestra Señora de la Esperanza (Calasparra, Murcia)

Los primeros datos escritos del Santuario de la Virgen de la Esperanza datan del siglo XVII, si bien existen fundamentos para pensar que la Virgen se venera desde mucho antes.

Cuenta la leyenda que un pastor que guardaba su ganado en esas cuevas, excavadas sin duda por las aguas del río encontró la imagen de la Virgen "La Pequeñica", seguramente olvidada por algún caballero cristiano.

El pastor comunicó su valioso hallazgo a las autoridades eclesiásticas y civiles de Calasparra que con los habitantes del pueblo vinieron alborozadas y quisieron llevarse la imagen para ser venerada por el pueblo.

Dice la leyenda, que la Virgen se hizo tan pesada para su tamaño, que todos comprendieron que era aquí donde deseaba ser venerada. Decidieron, por tanto, acondicionarla.

El por qué y cuándo se le adosó a la virgen de la Esperanza (la grande) la "pequeñica" (la aparecida) no se sabe con exactitud. Si conocemos que el año 1.786 ya se veneraban juntas y que en 1.840, fue nombrada la Virgen de la Esperanza Patrona de Calasparra.



martes, 19 de junio de 2018

ORACIONES DE LOS SANTOS A NUESTRA MADRE MARÍA

¡Oh María! ¡Haced que por vuestra mediación podamos acercarnos a vuestro Divino Hijo!

¡Oh Santa Madre de Dios! Dignaos protegernos y conservarnos bajo las alas de vuestra piedad y de vuestra misericordia. En Vos depositamos toda nuestra confianza. A Vos nos hemos consagrado desde nuestra más tierna infancia como a nuestra Soberana. Vos sois el puerto en que nos refugiamos. ¡Oh Virgen purísima!, nosotros nos acogemos a Vuestro amparo y deseamos seros siempre fieles. Amén.

San Efrén de Siria



miércoles, 13 de junio de 2018

ORACIÓN POR LOS MÉRITOS DE JESÚS

Poco puede honrarte un esclavo tan ruin y rebelde que tanto ha ofendido a mi Dios y Redentor. Pero si me aceptas, aunque sin merecerlo, y con tu intercesión me haces digno, tu misma misericordia me hará santo y te daré el honor que yo solo no puedo. ¡Acéptame y no me rechaces, Madre mía!


¡María, Madre de Dios y mi esperanza! Mira a tus pies a un pobre pecador que implora tu clemencia. Tú eres llamada por toda la Iglesia, y por todos los fieles proclamada, el refugio de los pecadores. Tú eres mi refugio y Tú me has de salvar.

Bien sabes cuánto desea tu Hijo salvarnos. Sabes lo que sufrió por salvarme. Te presento, Madre mía, los sufrimientos de Jesús; el frío de la gruta y la huida a Egipto; las fatigas y sudores que padeció; la sangre que derramó y los dolores que sufrió pendiente de la Cruz ante tus ojos.

Dadme a conocer cómo amas a tu Hijo mientras, por amor a tu Hijo, te ruego que me ayudes. Dadle la mano a un caído que pide piedad. Si yo fuera santo no necesitaría misericordia, pero porque soy pecador recurro a Ti que eres la Madre de la misericordia. Yo sé que tu piadoso Corazón encuentra su consuelo en socorrer a los perdidos cuando no son obstinados Consuela hoy tu Corazón piadoso y consuélame a mí, ya que tienes ocasión de salvarme. Me pongo en tus manos; dime qué he de hacer y dadme fuerzas para cumplirlo, al tiempo que propongo hacer todo lo posible para recobrar la gracia de Dios. Me refugio bajo tu manto. Jesús quiere que yo recurra a Ti, que eres su Madre, para que por tu gloria y su gloria no sólo su sangre, sino también sus plegarias, me ayuden a salvarme. Él me manda a Ti para que me socorras. Heme aquí, María; a Ti recurro y en Ti confío. Tú que ruegas por tantos otros, ruega y di una palabra en mi favor. Di a Dios que quieres que me salve, que Dios ciertamente me salvará. Dile que soy tuyo, nada más te pido. Amén

"Las Glorias de María"
San Alfonso María de Ligorio





domingo, 10 de junio de 2018

LOS FAVORES DE NUESTRA MADRE MARÍA

Elena, convertida por el Rosario

Me postro ante Ti, yo, pobre esclavo, me consagro por tu siervo para siempre y me ofrezco a servirte y honrarte cuanto pueda, toda la vida


Refiere el P. Bovio que había una prostituta llamada Elena; habiendo entrado en la Iglesia, oyó casualmente una predicación sobre el rosario; al salir se compró uno, pero lo llevaba escondido para que no se lo viesen. Comenzó a rezarlo y, aunque lo rezaba sin devoción, la Santísima Virgen le otorgó tales consolaciones y dulzuras al recitarlo, que ya no podía dejar de rezarlo. Con esto concibió tal horror a su mala vida, que no podía encontrar reposo, por lo cual se sintió impelida a buscar un confesor; y se confesó con tanta contrición, que éste quedó asombrado. Hecha la confesión, fue inmediatamente al altar de la Santísima Virgen para dar gracias a su abogada. Allí rezó el rosario; y la Madre de Dios le habló así: “Elena, basta de ofender a Dios y a mí; de hoy en adelante cambia de vida, que yo te prometo colmarte de gracias”. La pobre pecadora, toda confusa, le respondió: “Virgen Santísima, es cierto que hasta ahora he sido una malvada, pero tú, que todo lo puedes, ayúdame, a la vez que yo me consagro a Ti; y quiero emplear la vida que me queda en hacer penitencia de mis pecados”.

Con la ayuda de María, Elena distribuyó sus riquezas entre los pobres y se entregó a rigurosas penitencias. Se veía combatida de terribles tentaciones, pero ella no hacía otra cosa que encomendarse a la Madre de Dios, y así siempre quedaba victoriosa. Llegó a obtener gracias extraordinarias, revelaciones y profecías. Por fin, antes de su muerte, de cuya proximidad le avisó María Santísima, vino la misma Virgen con su Hijo a visitarla. Y al morir fue vista el alma de esta convertida volar al cielo en forma de bellísima paloma.

"Las Glorias de María"
San Alfonso María de Ligorio