sábado, 22 de mayo de 2021

MES DE MAYO, MES DE MARÍA

 


María, Sedes Sapientiae, Trono de la Sabiduría.- María lleva este título en sus letanías, porque el Hijo de Dios, llamado también en la Escritura Verbo y Sabiduría de Dios, habitó en Ella, y después de haber nacido, fue llevado en sus brazos, durante sus primeros años, y estuvo sentado sobre sus rodillas. Siendo, pues, realmente, por decirlo así, el trono humanado de Aquel que reina en los cielos, la Santísima Virgen es justamente llamada Trono de la Sabiduría.

Pero María poseyó a su Hijo más tiempo del que duró su infancia. Le obedecía, nos dice San Lucas, y vivió con Ella en su casa hasta el comienzo de su vida pública, es decir, a lo menos treinta años enteros. Y esto nos lleva a hacer una consideración; porque si una intimidad tan estrecha y continua con su Hijo debió crear en María una santidad inconcebible, el conocimiento de las cosas divinas, que adquirió durante tantos años, en sus conversaciones con Él sobre el presente, el pasado y el porvenir, hubo de ser infinitamente extenso, variado, profundo y completo. Por consiguiente, aunque María fue pobre y careció de recursos humanos, con todo aventajó en su ciencia sobre la creación, el universo y la historia, a los más grandes filósofos; en su ciencia teológica, a los más grandes doctores, y, en su discernimiento profético, a los más iluminados profetas.

¿Cuál era el tema principal de las conversaciones que la Santísima Virgen sostenía con su Hijo, sino la naturaleza, los atributos, la providencia y las obras del Todopoderoso? ¿Acaso nuestro Señor no glorificaba continuamente al Padre, que le había enviado? ¿Acaso no revelaba a su Madre los decretos eternos, los designios y la voluntad de Dios? ¿Acaso no la ilustraba sobre todos aquellos puntos de doctrina que han sido, primero, examinados y discutidos, y después establecidos por la Iglesia, desde los tiempos apostólicos hasta nuestros días, sobre todo lo que ocurrirá hasta el fin, y sobre muchas más cosas? Todo cuanto es obscuro, todo cuanto es fragmentario en le Revelación, le fue mostrado, dentro de los límites en que la ciencia es posible a la humanidad, con la simplicidad y claridad propias exclusivamente de Aquel, que es la luz del mundo.

Dios habló a los profetas sobre los acontecimientos futuros: poseemos en la Escritura las comunicaciones que les hizo. Pero les habló en parábolas y en figuras. Sólo hubo uno, Moisés, a quien se dignó hablar cara a cara. “Si hay entre vosotros un profeta del Señor, dice Dios, me apareceré a él en una visión, y le hablaré en un sueño. Mas no será así con mi siervo Moisés… porque le hablaré boca a boca, y no será por enigmas ni figuras que verá al Señor” Fue éste el gran privilegio del inspirado legislador de los judíos; pero ¡cuán inferior al privilegio de María! Moisés gozó de este privilegio por intervalos, de vez en cuando; pero María, por espacio de treinta años, sin interrupción, vio y oyó al Señor, estuvo durante todo este tiempo con Él y pudo interrogarle libremente sobre lo que deseaba conocer, sabiendo que las respuestas que recibía eran las de Dios eterno, que no puede engañarse ni engañarnos.

 

John Henry, Cardenal, Newman



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