sábado, 29 de mayo de 2021

MES DE MAYO, MES DE MARÍA


María, Janua Coeli, Puerta del Cielo.- La Santísima Virgen es llamada Puerta del Cielo, porque fue por Ella que nuestro Señor pasó del cielo a la tierra. El profeta Ezequiel, profetizando sobre María, decía: “Esta puerta está cerrada, y no se abrirá, y no pasará nadie por Ella, porque por Ella ha entrado el Señor Dios de Israel; y estará cerrada para el príncipe. El mismo príncipe se quedará en el umbral de Ella”

Esta predicción se cumplió, no sólo porque nuestro Señor tomó carne en María y se hizo Hijo suyo, sino también porque Ella ocupó un lugar en la economía de la Redención; se cumplió en el espíritu y en la voluntad de María no menos que en su cuerpo. Eva había tenido parte en la caída del hombre; aunque Adán fue nuestro representante y fue su pecado el que nos hizo pecadores, con todo, fue Eva la que comenzó a pecar, tentando a Adán. Dice la Escritura: “La mujer vio que el fruto de aquel árbol era bueno para comer, bello a los ojos y de aspecto delicioso y cogió del fruto y comióle; dio también de él a su marido, el cual comió.” Convenía, pues, a la misericordia de Dios hacer que así como la mujer había comenzado la destrucción del mundo, comenzase también ella su reparación, y que, así como Eva había abierto el camino a la obra fatal del primer Adán, asimismo María abriese el camino a la obra maestra del segundo Adán, nuestro Señor Jesucristo, que vino a salvar al mundo muriendo por él en la Cruz. Poe esto, María es llamada por los santos Padres una segunda y mejor Eva, pues hizo para la salvación de la humanidad lo que Eva había hecho para su ruina.

¿Cuándo y cómo María tomó parte, y parte inicial, en la restauración del mundo? Cuando el Ángel Gabriel le anunció cuán grande había de ser su dignidad. San Pablo nos manda “que ofrezcamos a Dios nuestros cuerpos con servicio racional”. Debemos, pues, no sólo orar con los labios, ayunar, hacer penitencia exterior y guardar la castidad del cuerpo, sino también ser obedientes y puros en el espíritu. Y, en cuanto a la Santísima Virgen, fue voluntad de Dios que aceptase voluntariamente y con pleno conocimiento en ser Madre de nuestro Señor, y no que fuese un simple instrumento pasivo, cuya maternidad no hubiera tenido mérito ni recompensa. Cuanto más elevados son los dones recibidos, más pesadas son las cargas; y no era carga ligera estar tan íntimamente unida al Redentor de los hombres. Su Madre lo experimentó, sufriendo juntamente con Él. Por esto, considerando bien las palabras del Ángel, antes de dar respuesta, preguntó si una misión tan grande supondría la pérdida de la virginidad, que había consagrado a Dios. Habiéndole dado el Ángel seguridad de lo contrario, dijo entonces María con el pleno consentimiento de un corazón lleno de amor de Dios y de humildad: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.” Fue por este consentimiento que se convirtió en la Puerta del Cielo.

 

John Henry, Cardenal, Newman



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