sábado, 11 de agosto de 2018

CONFIANZA EN NUESTRA MADRE MARÍA

¡Dulcísima María!, es inconveniente que yo, polvo y ceniza, mejor dicho más vil que el polvo por ser pecador y muy propenso a toda perversidad, me atreva a detenerme para considerar tu belleza y tu magnificencia


¿Qué te pasa, hijo? , ¿Quién quiere hacerte daño? No temas; yo me haré cargo de eso. Para el caso, cuenta conmigo y con mi Hijo, tu hermano, quien está a la derecha del Padre y es fiel mediador e intercesor por tus pecados. Debes tener total confianza en Él, porque es Él quien da la vida, es Él quien vence a la muerte. Habiendo asumido carne de mí en el tiempo, engendrado por el Padre desde la eternidad, ha sido enviado para la salvación de todo el mundo. De Él proceden la esperanza y el consuelo, la fe y la victoria. Por eso, acuérdate siempre de Jesús y de María, y no sentirás miedo de ningún enemigo.


Yo soy la Madre del noble amor, del casto y santo temor, del piadoso alivio y del suavísimo consuelo. Por lo cual, al oír mi nombre, regocíjate de todo corazón. Inclínate con respeto y salúdame con alegría, porque al honrar a la Madre honras también al Hijo, que tiene a Dios por Padre. Yo soy María, la Madre de Jesús, y este será por siempre mi nombre. ¿Y quién es Jesús? Es el Cristo, el Hijo del Dios vivo, el Salvador del mundo, el Rey del cielo y de la tierra, el Señor de los ángeles y el Redentor de los fieles, el Juez de vivos y muertos.

De la "Imitación de María",
del Beato Tomás de Kempis





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