martes, 31 de mayo de 2016

31 de mayo, SANTA MARÍA REINA

En consecuencia, así como Cristo es Rey por título de conquista, al precio de su Sangre, también María es Reina al precio de su Compasión dolorosa junto a la Cruz

FUNDAMENTO TEOLOGICO DE LA REALEZA DE LA VIRGEN MARIA

La razón por la que la Santísima Virgen María es Reina se fundamenta teológicamente en su divina Maternidad y en su función de ser Corredentora del género humano.

a) Por su divina Maternidad: Es el fundamento principal, pues la eleva a un grado altísimo de intimidad con el Padre celestial y la une a su divino Hijo, que es Rey universal por derecho propio.

En la Sagrada Escritura se dice del Hijo que la Virgen concebi­rá: "Hijo del Altísimo será llamado y a Él le dará el Señor Dios el trono de David su padre y en la casa de Jacob reinará eter­namente y su reinado no tendrá fin" (Lc. 1,32-33). Y a María se le llama "Madre del Señor" (Lc. 1,43); de donde fácilmente se deduce que Ella es también Reina, pues engendró un Hijo que era Rey y Señor de todas las cosas. Así, con razón, pudo escribir San Juan Damasceno: "Verdaderamente fue Señora de to­das las criaturas cuando fue Madre del Creador" (cit. en la Enc. Ad coeli Reginam, de Pío XII, 11-X-1954).

b) Por ser Corredentora del género humano: La Virgen María, por voluntad expresa de Dios, tuvo parte excelentísi­ma en la obra de nuestra Redención. Por ello, puede afir­marse que el género humano sujeto a la muerte por causa de una virgen (Eva), se salva también por medio de una Virgen (María). En consecuencia, así como Cristo es Rey por título de conquista, al precio de su Sangre, también María es Reina al precio de su Compasión dolorosa junto a la Cruz.

c) Tan Beatísima María debe ser llamada Reina, no sólo por ra­zón de su Maternidad divina, sino también porque cooperó íntimamente a nuestra salvación. Así como Cristo, nuevo Adán, es Rey nuestro no sólo por ser Hijo de Dios sino tam­bién nuestro Redentor, con cierta analogía, se puede afirmar que María es Reina, no sólo por ser Madre de Dios sino tam­bién, como nueva Eva, porque fue asociada al nuevo Adán" (cfr. Pío XII, Enc, Ad coeli Reginam).



 "Oh Dios, que nos han dado como Madre y como Reina, a la Madre de tu Unigénito; concédenos, por su intercesión, el 
po­der llegar a participar en el Reino celestial de la gloria reserva­da a tus hijos"


AL FINALIZAR EL MES DE MAYO...

Sólo temo que por mi culpa deje de encomendarme a Ti y así me pierda

"No, no temo nada; no temo a mis pecados, porque puedes remediar el mal que me han causado; no temo a los demonios, porque eres más poderosa que todo el infierno; no temo a tu Hijo, justamente indignado por mí, porque se aplacará con una sola palabra tuya. Sólo temo que por mi culpa deje de encomendarme a Ti y así me pierda".

¡Qué seguridad! ¡Y qué lógico! Si yo no le dejo, Ella no me dejará. Lo único que puede darnos miedo es dejar de rezar y alejarse de María.

¡Madre mía!, hoy acaba el mes dedicado a Ti. Tenme siempre cogido de tu mano. Cuídame cada día hasta el día de mi muerte. Y así vaya al cielo, donde ya poder estar contigo por los siglos. Amén.


Ahora puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que has leído durante este mes de mayo.


domingo, 29 de mayo de 2016

MES DE MAYO, MES DE MARÍA

La pequeña y sencilla muchacha de Nazaret se ha convertido en la Reina del mundo. Esta es una de las maravillas que revelan el Corazón de Dios

Contemplamos a la Madre de Cristo Coronada por su Hijo, es decir, asociada a su Realeza Universal, tal como la representan muchos mosaicos y cuadros. En particular, el icono de la Virgen María Reina encuentra una confirmación significa en el Evangelio, donde Jesús afirma: “Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos” (Lc. 13, 30). Se trata de una típica expresión de Cristo, referida varias veces por los evangelistas, con fórmulas parecidas, pues evidentemente refleja un tema muy arraigado en su predicación profética. La Virgen es el ejemplo de esta verdad evangélica, es decir, que Dios humilla a los soberbios y poderosos de este mundo y enaltece a los humildes (cf. Lc. 1, 52).

La pequeña y sencilla muchacha de Nazaret se ha convertido en la Reina del mundo. Esta es una de las maravillas que revelan el Corazón de Dios. Naturalmente la realeza de María depende totalmente de la de Cristo: Él es el Señor, a quien, después de la humillación  de la muerte  en la Cruz, el Padre ha exaltado por encima de toda criatura en los cielos, en la tierra y en los abismos (cf. Flp. 2, 9-11). Por un designio de la gracia, la Madre Inmaculada ha sido plenamente asociada al misterio del Hijo: a su encarnación; a su vida terrena, primero oculta en Nazaret y después manifestada en el ministerio mesiánico; a su Pasión y Muerte; y por último a la gloria de la Resurrección y Ascensión al cielo. La Madre compartió con el Hijo no sólo los aspectos humanos de este misterio, sino también, por obra del Espíritu Santo en Ella, la intención profunda, la voluntad Divina, de manera que toda su existencia, pobre y humilde, fue elevada, transformada, glorificada, pasando a través de la “puerta estrecha” que es Jesús mismo (cf. Lc. 13, 24). Sí, María es la primera que pasó por el “camino” abierto por Cristo para entrar en el reino de Dios, un camino accesible a los humildes, a quienes se fían de la Palabra de Dios y se comprometen a ponerla en práctica.

De las palabras de SS Benedicto XVI en el rezo del Ángelus
el día 22 de agosto 2010

Propuesta de una flor a la Virgen: Reza el 5º Misterio glorioso: La Coronación de la Virgen como Reina y Señora del Cielo y la Tierra, en reparación de los pecados de todas las personas que se consagraron a Dios.


sábado, 28 de mayo de 2016

MES DE MAYO, MES DE MARÍA

Por esto María es en sí misma un himno a la vida; es la criatura en la cual se ha realizado ya la palabra de Cristo “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10)

La Mujer vestida de sol. ¿Cuál es el significado de esta imagen? Representa el mismo tiempo a la Virgen y a la Iglesia.

Ante todo, la “mujer” del Apocalipsis es María misma. Aparece “vestida de sol”, es decir vestida de Dios: la Virgen María, en efecto, está totalmente rodeada de la luz de Dios y vive en Dios. Este símbolo del vestido luminoso expresa claramente una condición que atañe a todo el ser de María: Ella es la “llena de Gracia”, colmada del amor de Dios. Y “Dios es luz”, dice también San Juan (1 Jn. 1, 5). He aquí entonces que la “llena de gracia”, la “Inmaculada” refleja con toda su persona la luz del “sol” que es Dios.

Esta mujer tiene bajo sus pies la luna, símbolo de la muerte y de la mortalidad. María, de hecho, está plenamente asociada a la victoria de Jesucristo, su Hijo, sobre el pecado y sobre la muerte; está libre de toda sombra de muerte y totalmente llena de vida. Como la muerte ya no tiene ningún poder sobre Jesús Resucitado (cf. Rm. 6, 9), así, por una gracia y un privilegio singular de Dios omnipotente, María la ha dejado tras de sí, la ha superado. Y esto manifiesta en los dos grandes misterios de su existencia: al inicio, el haber sido concebida sin pecado original, que es el misterio que celebramos hoy; y, al final, el haber sido elevada en alma y cuerpo al cielo, a la gloria de Dios. Pero también toda su vida terrena fue una victoria sobre la muerte, porque la dedicó totalmente al servicio de Dios, en la oblación plena de sí a Él y al prójimo. Por esto María es en sí misma un himno a la vida; es la criatura en la cual se ha realizado ya la palabra de Cristo “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10)

En la visión del Apocalipsis, hay otro detalle: sobre la cabeza de la mujer vestida de sol hay “una corona de doce estrellas”. Este signo representa a las doce tribus de Israel y significa que la Virgen María está en el centro del Pueblo de Dios, de toda la comunión de los santos.

Del discurso de SS Benedicto XVI en el Homenaje a la Inmaculada
el día 8 de diciembre de 2011

Propuesta de una flor a la Virgen: Si llevas tiempo sin confesar, no lo dejes para mañana; confiésate hoy mismo. Antes de hacerlo da gracias al Señor por el sacerdote que te dará la absolución.



miércoles, 25 de mayo de 2016

MES DE MAYO, MES DE MARÍA

El misterio de la Asunción de la Virgen María, constituye para todos los creyentes una ocasión propicia para meditar sobre el sentido verdadero y sobre el valor de la existencia humana en la perspectiva de la eternidad

El Misterio de la Asunción de la Virgen contemplamos el misterio del tránsito de María de este mundo al Paraíso: podríamos decir que celebramos su “pascua”. Como Cristo Resucitó de entre los muertos con su Cuerpo Glorioso y subió al cielo, así también la Virgen Santísima, a Él asociada plenamente, fue elevada a la gloria celestial con toda su persona. También en esto la Madre siguió más de cerca a su Hijo y nos precedió a todos nosotros. Junto a Jesús, nuevo Adán, que es la “primicia” de los resucitados (cf. 1 Co. 15, 20, 23), la Virgen, nueva Eva, aparece, como “figura y primicia de la Iglesia” (Prefacio), “señal de esperanza cierta” para todos los cristianos en la peregrinación terrena (cf. Lumen gentium, 68).

El misterio de la Asunción de la Virgen María, constituye para todos los creyentes una ocasión propicia para meditar sobre el sentido verdadero y sobre el valor de la existencia humana en la perspectiva de la eternidad. Queridos hermanos y hermanas, el cielo es nuestra morada definitiva. Desde allí María, con su ejemplo, nos anima a aceptar la voluntad de Dios, a no dejarnos seducir por las sugestiones falaces de todo lo que es efímero y pasajero, a no ceder ante las tentaciones del egoísmo y del mal que apagan en el corazón la alegría de la vida.

De las palabras de SS Benedicto XVI en el rezo del Ángelus,
el día 15 de agosto de 2005

Propuesta de una flor a la Virgen: Regala una estampa de la Virgen a la primera persona conocida que encuentres en la calle, y reza por ella y sus necesidades un Avemaría.



domingo, 22 de mayo de 2016

MES DE MAYO, MES DE MARÍA

La Asunción de María al cielo es, por lo tanto, el misterio de la Pascua de Cristo plenamente realizado en Ella

Para entender la Asunción debemos mirar a la Pascua, el gran Misterio de nuestra salvación, que marca el paso de Jesús a la gloria del Padre a través de la Pasión, Muerte y Resurrección. María, que engendró al Hijo de Dios en la carne, es la criatura más insertada en este misterio, redimida desde el primer instante de su vida, y asociada de modo totalmente especial a la Pasión y a la Gloria de su Hijo. La Asunción de María al cielo es, por lo tanto, el misterio de la Pascua de Cristo plenamente realizado en Ella: está íntimamente unida a su Hijo Resucitado, vencedor del pecado y de la muerte, plenamente configurada con Él. Pero la Asunción es una realidad que también nos toca a nosotros, porque nos indica de modo luminoso nuestro destino, el de la humanidad y de la historia. De hecho, en María contemplamos la realidad de gloria a la que estamos llamados cada uno de nosotros y toda la Iglesia.

En el relato de la visita de María a Isabel (cf. Lc. 1, 39-56), la Virgen es proclamada bendita entre todas las mujeres y dichosa por haber creído en el cumplimiento de las palabras que le había dicho el Señor. Y en el canto del Magníficat, que eleva con alegría a Dios, se refleja su fe profunda. Ella se sitúa entre los “pobres” y los “humildes”, que dejan espacio a su acción capaz de obrar cosas grandes precisamente en la debilidad. La Asunción con abre al futuro luminoso que nos espera, pero también nos invita con fuerza a confiar en Dios, a abandonarnos más a Dios, a seguir su Palabra, a buscar y cumplir su voluntad cada día: este es el camino que nos hace “ dichosos” en nuestra peregrinación terrena y nos abre las puertas del cielo. 

De la audiencia general de SS Benedicto XVI,
el día 15 de agosto de 2012

Propuesta de una flor a la Virgen: Repite a lo largo del día esta jaculatoria: “Madre de Cristo Sacerdote, cuida de los sacerdotes”





sábado, 21 de mayo de 2016

MES DE MAYO, MES DE MARÍA

"una doble tradición –en Jerusalén y en Éfeso- atestigua su “dormición” en Dios. Este acontecimiento que precedió su paso de la tierra al cielo, ha sido confesado por la fe ininterrumpida de la Iglesia"

En el Biblia, la última referencia a la vida terrena de la Virgen María se halla al comienzo del libro de los Hechos de los Apóstoles, que presenta a María recogida en oración con los discípulos en el Cenáculo en espera del Espíritu Santo (Hch. 1, 14). Posteriormente, una doble tradición –en Jerusalén y en Éfeso- atestigua su “dormición” en Dios. Este acontecimiento que precedió su paso de la tierra al cielo, ha sido confesado por la fe ininterrumpida de la Iglesia. En el siglo VIII, por ejemplo, San Juan Damasceno, gran Doctor de la Iglesia Oriental, afirma explícitamente la verdad de su asunción corpórea, estableciendo una relación directa entre la “dormición” de María y la muerte de Jesús. Escribe en una célebre homilía: “Era necesario que la que había llevado en su seno al Creador cuando era niño, habitase con Él en los tabernáculos del cielo” (Homilía II sobre la Dormición, 14: PG 96, 741 B). Como es sabido, esta firme convicción de la Iglesia halló su coronación en la definición Dogmática de la Asunción, pronunciada por mi venerado predecesor Pío XII en al año 1950.

En esta perspectiva, “la Madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en Cuerpo y Alma, es la imagen y comienzo de la Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. También en este mundo, hasta que llegue el día del Señor (cf. 2 P3, 10), brilla ante el pueblo de Dios en marcha, como señal de esperanza cierta y de consuelo” (Lumen gentium, 68). Desde el paraíso la Virgen sigue velando siempre, especialmente en las horas difíciles de la prueba, sobre sus hijos, que Jesús mismo le confió antes de morir en la Cruz. ¡Cuántos testimonios de esta maternidad solicitud suya se encuentran al visitar los santuarios a Ella dedicados!

María elevada al cielo nos indica la meta última de nuestra peregrinación terrena. Nos recuerda que todo nuestro ser – espíritu, alma y cuerpo- está destinado a la plenitud de la vida; que quien vive y muere en el amor de Dios y del prójimo será transfigurado a imagen del cuerpo glorioso de Cristo Resucitado; que el Señor humilla a los soberbios y enaltece a los humildes (cf. Lc. 1, 51-52). La Virgen proclama esto eternamente con el misterio de su Asunción. ¡Que Tú seas siempre alabada, oh Virgen María! Ruega al Señor por nosotros.

De las palabras de SS Benedicto XVI en el rezo del Ángelus,
el día 15 de agosto de 2008

Propuesta de una flor a la Virgen: Reza el 4º misterio glorioso: la Asunción de la Virgen en Cuerpo y Alma al Cielo, por los Consagrados que viven dificultades.




miércoles, 18 de mayo de 2016

MES DE MAYO, MES DE MARÍA

Esto significa que María entra en íntimo diálogo con la Palabra de Dios que se le ha anunciado; no la considera superficialmente, sino que se detiene, la deja penetrar en su mente y en su Corazón para comprender lo que el Señor quiere de Ella, el sentido del anuncio

Podemos preguntarnos: ¿cómo pudo María vivir este camino junto a su Hijo con una fe tan firme, incluso en la oscuridad, sin perder la plena confianza en la acción de Dios? Hay una actitud de fondo que María asume ante lo que sucede en su vida. En la Anunciación Ella queda turbada al escuchar las palabras del ángel –es el temor que el hombre experimenta cuando lo toca la cercanía de Dios-, pero no es la actitud de quien tiene miedo ante lo que Dios puede pedir. María reflexiona, se interroga sobre el significado de ese saludo (cf. Lc. 1, 29). La palabra griega usada en el Evangelio para definir “reflexionar”, “dielogizeto”, remite a la raíz de la palabra “diálogo”. Esto significa que María entra en íntimo diálogo con la Palabra de Dios que se le ha anunciado; no la considera superficialmente, sino que se detiene, la deja penetrar en su mente y en su Corazón para comprender lo que el Señor quiere de Ella, el sentido del anuncio. Otro signo de la actitud interior de María ante la acción de Dios lo encontramos, también en el Evangelio de San Lucas, en el momento del nacimiento de Jesús, después de la adoración de los pastores. Se afirma que María “conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc. 2, 19); en griego el termino es symballon. Podríamos decir que Ella “mantenía unidos”, “reunía” en su Corazón todos los acontecimientos que le estaban sucediendo; situaba cada elemento, cada palabra, cada hecho, dentro del todo y lo confrontaba, lo conservaba, reconociendo que todo proviene de la voluntad de Dios. María no se detiene en una primera comprensión superficial de lo que acontece en su vida, sino que sabe mirar en profundidad, se deja interpelar por los acontecimientos, los elabora, los discierne, y adquiere aquella comprensión que sólo la fe puede garantizar. Es la humildad profunda de la fe obediente de María, que acoge en sí también aquello que no comprende del obrar de Dios, dejando que sea Dios quien le abra la mente y el corazón. “Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá” (Lc. 1, 45), exclama su parienta Isabel. Es precisamente por su fe que todas las generaciones la llamarán Bienaventurada.

De la audiencia general de SS Benedicto XVI,
el día 19 de diciembre de 2012

Propuesta de una flor a la Virgen: Entrega una limosna para las necesidades de la Iglesia.


domingo, 15 de mayo de 2016

MES DE MAYO, MES DE MARÍA

En María está plenamente viva y operante esa relación con Dios que el pecado rompe

Desearía subrayar que María es la Inmaculada por un don gratuito de la gracia de Dios, que encontró en Ella disponibilidad y colaboración. En este sentido es “bienaventurada” porque “ha creído” (Lc. 1, 45), porque tuvo una fe firme en Dios. María representa el “resto de Israel”, esa raíz santa que los Profetas anunciaron. En Ella encuentran acogida las promesas de la antigua Alianza. En María la Palabra de Dios encuentra escucha, recepción, respuesta; halla aquel “sí” que le permite hacerse carne y venir a habitar entre nosotros. En María la humanidad, la historia, se abren realmente a Dios, acogen su gracia, están dispuestas a hacer su voluntad. María es expresión genuina de la Gracia. Ella representa el nuevo Israel, que las Escrituras del Antiguo Testamento describen con el símbolo de la esposa.  Y San Pablo retoma este lenguaje en la Carta a los Efesios donde habla del matrimonio y dice “Cristo amó a su Iglesia: Él se entregó a sí mismo por Ella, para Consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para presentarse a Él mismo la Iglesia toda gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada” Los Padres de la Iglesia desarrollaron esta imagen y así la doctrina de la Inmaculada nació primero en referencia a la Iglesia virgen-madre, y sucesivamente a María.

La luz que promana de la figura de María nos ayuda también a comprender el verdadero sentido del pecado original. En María está plenamente viva y operante esa relación con Dios que el pecado rompe. En Ella no existe oposición alguna entre Dios y su ser: existe plena comunión, pleno acuerno. Existe un “sí” recíproco, de Dios a Ella y de Ella a Dios. María está libre del pecado porque es toda de Dios, totalmente expropiada para Él. Está llena de su Gracia, de su Amor.

En conclusión, la doctrina de la Inmaculada Concepción de María expresa la certeza de fe de que las promesas de Dios se han cumplido: su alianza no fracasa, sino que ha producido una raíz santa, de la que ha brotado el Fruto bendito de todo el universo, Jesús, el Salvador. La Inmaculada de muestra que la Gracia es capaz de suscitar una respuesta; que la fidelidad de Dios sabe generar una fe verdadera y buena.

De las palabras de SS Benedicto XVI en el rezo del Ángelus,
el día 8 de diciembre de 2012

Propuesta de una flor a la Virgen: Busca un momento para rezar el Credo. Y antes, pide a la Virgen la firmeza en la fe para los sacerdotes. 




sábado, 14 de mayo de 2016

MES DE MAYO, MES DE MARÍA

El título de Madre de Dios, es el apelativo fundamental con que la comunidad de los creyentes honra, podríamos decir, desde siempre a la Virgen Santísima

“Madre de Dios”, “Theotokos”, es el título que se atribuyó oficialmente a María en el siglo V, exactamente en el Concilio de Éfeso, del año 431, pero ya se había consolidado en la devoción del pueblo cristiano desde el siglo III, en el contexto de las fuertes disputas de ese periodo sobre la persona de Cristo. El título de Madre de Dios, es el apelativo fundamental con que la comunidad de los creyentes honra, podríamos decir, desde siempre a la Virgen Santísima. Expresa muy bien la misión de María en la historia de la salvación. Todos los demás títulos atribuidos a la Virgen se fundamentan en su vocación de Madre del Redentor, la criatura humana elegida por Dios para realizar el plan de la salvación, centrado en el gran misterio del Verbo Divino.

En el centro de la escena del Nacimiento de Niño Jesús en Belén, encontramos a la Virgen Madre que ofrece al Niño Jesús a la contemplación de quienes acuden a adorar al Salvador: los pastores, la gente pobre de Belén, los Magos llegados de Oriente. Más tarde, en la fiesta de la “Presentación del Señor”, serán el anciano Simeón y la Profetisa Ana y quienes recibirán de las manos de la Madre al pequeño Niño y lo adorarán. La devoción del pueblo cristiano siempre ha considerado el nacimiento de Jesús y la maternidad divina de María como dos aspectos del mismo misterio de la Encarnación del Verbo Divino. Por eso, nunca ha considerado la Navidad como algo del pasado. Somos “contemporáneos” de los pastores, de los Magos, de Simeón y Ana, y mientras vamos con ellos nos sentimos llenos de alegría, porque Dios ha querido ser Dios con nosotros y tiene una Madre, que es nuestra Madre.

De la audiencia general de SS Benedicto XVI,
el día 2 de enero de 2008

Propuesta de una flor a la Virgen: Ofrece un pequeño sacrificio por el aumento y la santidad de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.





viernes, 13 de mayo de 2016

99 ANIVERSARIO DE LA PRIMERA APARICIÓN DE NUESTRA MADRE EN FÁTIMA

¡Oh Dios mío! Yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.

¡Oh Santísima Virgen María, Madre de los pobres pecadores!, que apareciendo en Fátima, dejaste transparentar en vuestro rostro celestial una leve sombra de tristeza para indicar el dolor que os causan los pecados de los hombres y que con maternal compasión exhortaste a no afligir más a vuestro Hijo con la culpa y a reparar los pecados con la mortificación y la penitencia. Dadnos la gracia de un sincero dolor de los pecados cometidos y la resolución generosa de reparar con obras de penitencia y mortificación todas las ofensas que se infieren a vuestro Divino Hijo y a vuestro Corazón Inmaculado. Así sea



miércoles, 11 de mayo de 2016

MES DE MAYO, MES DE MARÍA

El “sí” de María implica a la vez la maternidad y la virginidad, y desea que todo en ella sea para gloria de Dios, y que el Hijo que nacerá de ella sea totalmente don de gracia

Por eso es tan importante aquella única pregunta que María, “turbada grandemente”, dirige al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?” (Lc. 1, 34). En su sencillez, María es muy sabia: no duda del poder de Dios, pero quiere entender su voluntad, para adecuarse completamente a esa voluntad. María es superada infinitamente por el Misterio, y sin embargo ocupa perfectamente el lugar que le ha sido asignado en su centro. Su Corazón su mente son plenamente humildes, y, precisamente por su singular humildad, Dios espera el “sí” de esa joven para realizar su designio. Respeta su dignidad y su libertad. El “sí” de María implica a la vez la maternidad y la virginidad, y desea que todo en ella sea para gloria de Dios, y que el Hijo que nacerá de ella sea totalmente don de gracia.

Queridos amigos, la virginidad de María es única e irrepetible; pero su significado espiritual atañe a todo cristiano. En definitiva, está vinculado a la fe: de hecho, quien confía profundamente en el amor de Dios, acoge en sí a Jesús, su vida divina, por la acción del Espíritu Santo.

De las palabras de Benedicto XVI en el rezo del Ángelus,
el día 18 de diciembre de 2011

Propuesta de una flor a la Virgen: Visita al Señor en el Sagrario, y dale gracias por la fidelidad y la perseverancia de tantos sacerdotes.




domingo, 8 de mayo de 2016

MES DE MAYO, MES DE MARÍA

En realidad, el “sí” de María es el reflejo perfecto del de Cristo mismo cuando entró en el mundo

La Anunciación, narrada al inicio del evangelio de San Lucas, es un acontecimiento humilde, oculto –nadie lo vio, nadie lo conoció, salvo María- , pero al mismo tiempo decisivo para la historia de la humanidad. Cuando la Virgen dijo su “sí” al anuncio del ángel, Jesús fue concebido y con Él comenzó la nueva era de la historia, que se sellaría después en la Pascua como “nueva y eterna alianza”.

En realidad, el “sí” de María es el reflejo perfecto del de Cristo mismo cuando entró en el mundo, como escribe la carta a los Hebreos interpretando el Salmo 39: “He aquí que vengo –pues de mí está escrito en el rollo del libro- a hacer, oh Dios, tu voluntad” (Hb. 10, 7). La obediencia del Hijo se refleja en la obediencia de la Madre, y así, gracias al encuentro de estos dos “sí”, Dios pudo asumir un rostro de hombre. Por eso la Anunciación es también una fiesta Cristológica, porque celebra un misterio central de Cristo: su Encarnación.

“He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. La respuesta de María al ángel se prolonga en el Iglesia, llamada a manifestar a Cristo en la historia, ofreciendo su disponibilidad para que Dios pueda seguir visitando a la humanidad con su misericordia. De este modo, el “sí” de Jesús y de María se renueva en el “sí” de los santos, especialmente de los mártires.

De las palabras de SS Benedicto XVI en el rezo del Ángelus,
el día 25 de marzo de 2007

Propuesta de una flor a la Virgen: Visita a un enfermo, y proponle la confesión sacramental y la Sagrada Comunión, avisando al sacerdote lo antes posible, si aceptara.




sábado, 7 de mayo de 2016

HOY ES PRIMER SÁBADO DE MES



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MES DE MAYO, MES DE MARÍA

¡qué inmensa alegría es tener por Madre a María Inmaculada!

¿Qué significa que María es la “Inmaculada”? Y ¿qué nos dice este título a nosotros? Ante todo hagamos referencia a los textos bíblicos de la Liturgia de hoy, especialmente al gran “fresco del capítulo tercero del libro del Génesis  y al relato de la Anunciación del Evangelio de San Lucas. Después del pecado original, Dios se dirige a la serpiente, que representa a Satanás, la maldice y añade una promesa: “Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te aplastará la cabeza mientras acechas tú su calcañar” (Gn. 3, 15). Es el anuncio de una revancha: En los primeros momentos de la creación parece que prevalece Satanás, pero vendrá un hijo de mujer que le aplastará la cabeza. Así, mediante el linaje de la mujer, Dios mismo vencerá, el bien vencerá. Esa mujer es la Virgen María, de la que nació Jesucristo que, con su sacrificio, derrotó de una vez para siempre al antiguo tentador. Por eso, en numerosos cuadros o estatuas de la Inmaculada, se la representa aplastando a una serpiente con el pie.

El evangelista San Lucas, por su parte, nos muestra a la Virgen María recibiendo el anuncio del mensajero celestial (cf. Lc. 1, 26-38). Aparece como la humilde y auténtica hija de Israel, la verdadera Sión, en la que Dios quiere poner su morada. Es el retoño del que debe nacer el Mesías, el Rey justo y misericordioso. En la sencillez de la casa de Nazaret vive el “resto” puro de Israel, del que Dios quiere hacer renacer a su pueblo, como un nuevo árbol que extenderá sus ramas por el mundo entero, ofreciendo a todos los hombres frutos buenos de salvación. A diferencia de Adán y Eva, María obedece a la voluntad del Señor, con todo su ser pronuncia su “sí” y se pone plenamente a disposición del designio divino. Es la nueva Eva, verdadera “madre de todos los vivientes”, es decir, de quienes por la fe en Cristo reciben la vida eterna.


Queridos amigos, ¡qué inmensa alegría es tener por Madre a María Inmaculada! Cada vez que experimentamos nuestra fragilidad y la sugestión del mal, podemos dirigirnos a Ella, y nuestro corazón recibe luz y consuelo. Incluso en las pruebas de la vida, en las tempestades que hacen vacilar la fe y la esperanza, pensemos que somos sus hijos y que las raíces de nuestra existencia se hunden en la gracia infinita de Dios. La Iglesia misma, aunque está expuesta a las influencias negativas del mundo, encuentra siempre en Ella la Estrella para orientarse y seguir la ruta que le ha indicado Cristo. 

De las palabras de SS Benedicto XVI en el rezo del Ángelus,
el 8 de diciembre de 2009

Propuesta de una flor a la Virgen: Reza un misterio del Rosario pidiendo a la Virgen por los sacerdotes con los que te has confesado y te confesarás a los largo de tu vida.



miércoles, 4 de mayo de 2016

MES DE MAYO, MES DE MARÍA

El misterio de la Inmaculada Concepción es fuente de luz interior, de esperanza y de consuelo

“Llena de gracia”. Esta expresión, que nos resulta tan familiar desde la infancia, pues la pronunciamos cada vez que rezamos el Avemaría, nos explica el misterio de la Inmaculada Concepción de María. De hecho, María, desde el momento en que fue concebida por sus padres, fue objeto de una singular predilección por parte de Dios, quien en su designio eterno la escogió para ser Madre de su Hijo hecho Hombre y, por consiguiente, preservada del pecado original. Por eso, el ángel se dirige a ella con este nombre, que implícitamente significa: “colmada desde siempre del amor de Dios”, de su gracia.

El misterio de la Inmaculada Concepción es fuente de luz interior, de esperanza y de consuelo. En medio de las pruebas de la vida, y especialmente de las contradicciones que experimenta el hombre en su interior y a su alrededor, María, Madre de Cristo, nos dice que la Gracia es más grande que el pecado, que la misericordia de Dios es más poderosa que el mal y sabe transformarlo en bien. Por desgracia, cada día nosotros experimentamos el mal, que se manifiesta de muchas maneras en las relaciones y en los acontecimientos, pero que tiene su raíz en el corazón del hombre, un corazón herido, enfermo e incapaz de curarse por sí solo. La Sagrada Escritura nos revela que en el origen de todo mal se encuentra la desobediencia a la Voluntad de Dios, y que la muerte ha dominado porque la libertad humana ha cedido a la tentación del Maligno. Pero Dios no desfallece en su designio de amor y de vida: a través de un largo y paciente camino de reconciliación ha preparado la alianza nueva y eterna, sellada con la Sangre de su Hijo, que para ofrecerse a sí mismo en expiación “nació de mujer” (cf. Ga 4, 4). Esta mujer, la Virgen María, se benefició anticipadamente de la muerte redentora de su Hijo y desde la concepción fue preservada del contagio de la culpa. Por eso, con su Corazón Inmaculado, nos dice: “Confiad en Jesús, Él os salvará”

De las palabras de SS Benedicto XVI en el rezo del Ángelus,
el 8 de diciembre de 2010


Propuesta de una flor a la Virgen: Pon en un lugar recogido de tu casa un sencillo altar a la Virgen y cuídalo durante el mes.


domingo, 1 de mayo de 2016

MES DE MAYO, MES DE MARÍA

¿cómo no pensar en María, que en su Corazón, Templo del Espíritu Santo, meditaba e interpretaba fielmente todo lo que su Hijo decía y hacía?

Mayo es un mes amado y llega agradecido por diversos aspectos. En nuestro hemisferio la primavera avanza con muchas y polícromas florituras; el clima es favorable a los paseos y a las excusiones. Para la Liturgia, mayo pertenece siempre al tiempo de Pascua, el tiempo de “aleluya”, del desvelarse del misterio de Cristo a la luz de la Resurrección y de la fe Pascual: y es el tiempo de la esperanza del Espíritu Santo, que descendió con poder sobre la Iglesia naciente en Pentecostés. A ambos contextos, el “natural” y el litúrgico, se combina bien la Tradición de la Iglesia de dedicar el mes de mayo a la Virgen María. Ella, en efecto, es la flor más bella surgida de la creación, la “rosa” aparecida en la plenitud del tiempo, cuando Dios, mandando a su Hijo, entregó al mundo una nueva primavera. Y es al mismo tiempo la protagonista, humilde y discreta, de los primeros pasos de la Comunidad Cristiana: María es su Corazón Espiritual, porque su misma presencia en medio de los discípulos es memoria viviente del Señor Jesús y prenda del don de su Espíritu.

En el capítulo 14 de San Juan, se nos ofrece un retrato espiritual implícito de la Virgen María, allí donde Jesús dice: “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Jn. 14, 23) Estas expresiones se dirigen a los discípulos, pero se pueden aplicar al máximo grado a Aquella que es la primera y perfecta discípula de Jesús. María de hecho observó primera y plenamente la palabra de su Hijo, demostrando así que le amaba no sólo como madre, sino antes incluso, como sierva humilde y obediente; por esto Dios Padre la amó e hizo morada en Ella la Santísima Trinidad. Y aún más, allí donde Jesús promete a sus amigos que el Espíritu Santo les asistirá ayudándoles a recordar cada una de sus palabras y a comprenderla profundamente (cfr. Jn. 14, 26), ¿cómo no pensar en María, que en su Corazón, Templo del Espíritu Santo, meditaba e interpretaba fielmente todo lo que su Hijo decía y hacía? De esta forma, ya antes y sobre todo después de la Pascua, la Madre de Jesús se convirtió también en la Madre y el Modelo de la Iglesia.

De las palabras de SS Benedicto XVI en el rezo del Regina Coeli,
 el día 9 de mayo de 2010