La Santísima Virgen reveló un día al Beato Alano de la Rupe, que después del Santo Sacrificio de la Misa –primera y más viva memoria de la Pasión de Jesucristo– no hay oración más excelente ni meritoria que el Rosario -segunda memoria y representación de la vida y pasión del Señor.
El R.P. Dorland refiere que la
misma Santísima Virgen dijo cierto día al Venerable Domingo, -cartujo, devoto
del Santo Rosario, residente en Tréveris, en el año de 1481: «cuantas veces
rezan los fieles el Rosario, en estado de gracia, meditando los misterios de la
vida y pasión de Jesucristo, obtienen plena y completa remisión de sus pecados».
La Santísima Virgen dijo también al Beato Alano: «Ten por cierto que, aunque ya
son muchas las indulgencias concedidas a mi Rosario, yo añadiré muchas más por
cada tercera parte de él a quienes lo recen en estado de gracia, de rodillas y
devotamente. Y a quienes perseveren en su devoción, en tales condiciones y
meditaciones, les obtendré al final de su vida -como recompensa por este
servicio- la remisión total de la pena y de la culpa por todos sus pecados. Y
que esto no parezca imposible: es fácil para mí pues soy la Madre del Rey del
cielo, que me llama llena de gracia. Y como tal haré también amplia efusión de
ella a mis queridos hijos».
“El Secreto Admirable del Santísimo Rosario”
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