sábado, 27 de julio de 2019

PRODIGIOS DEL SANTO ESCAPULARIO DEL CARMEN

SE LIMPIA UNA LEPROSA CON EL SANTO ESCAPULARIO  DE LA VIRGEN DEL CARMEN Y AL PUNTO QUEDA LIMPIA DE SU LEPRA


Es el presente caso singularísimo y muy conocido en todos los contornos de la ciudad de Alcalá de Henares, por hallarse bastante próxima a la noble y antigua villa de Uceda, donde esto sucedió y donde se venera con gran fe el Santo Escapulario incorrupto en un precioso relicario de plata, y la lepra que quedara adherida a él también la conservaba la devoción en una bolsita de raso en la iglesia parroquial de Santa María de la Varga.


Esta piadosa efigie de la Señora es hermosísima, y me parece, dice el Rvdo. P. Serrada, no haber visto imagen más devota, ni que más mueva a devoción. Se Venera bajo el título de Santa María de la Varga, desde que se la hallara (según refieren los naturales, después de la expulsión de los moriscos), en el hueco de una pared maestra de la casa de un tal don Pedro de la Varga. Estuvo tal imagen oculta en dicho lugar por espacio de casi ocho siglos, sin que se apagara, según la tradición popular, una lamparilla que, milagrosamente, lucía ante ella; mas, el presente caso a que nos hemos de concretar, así como pinturas antiquísimas, existentes en la iglesia, referentes a otros innumerables prodigios y auténticos testimonios que se conservan en la Biblioteca de El Escorial, testifican y clarísimamente acreditan haber sido su primera advocación del Carmen.

De ahí que, esta noble villa, haciendo justicia en esto, como en todo lo demás, ha vuelto a esta Soberana y Celestial Señora su bendito Escapulario, a instancias del Muy Reverendo P. Mtro. Fr. Miguel Durán, Predicador de su Majestad y del convento de Alcalá de Henares por los años de 1710. Desde entonces, puesto le tiene y en sus estampas se la ve con el Santo Escapulario en la mano, para que, si la casualidad pudo privarle por cierto lapso de tiempo de su antiguo y esclarecido título del Carmen, se le vuelva, y como tal la manifiesten el bendito Escapulario del milagro y el que ostenta ahora en sus preciosas manos.

Es pues, el caso, que arrojaban de dicha villa, en una crudísima tarde de invierno, a una pobrecita leprosa incurable, a fin de que no inficionase a otros con su contagiosa y repugnante enfermedad. Salía la desconsolada e infeliz mujer hecha un mar de lágrimas, al verse desechada y arrojada del consorcio humano, sobre la congoja y aflicción de su irremediable e incurable mal, cuando al pasar por la iglesia de Santa María de la Varga sintió, de súbito, la inspiración de entrar en ella, para despedirse de la Virgen Santísima, de quien era devotísima la mujer. Y poniendo en Ella los ojos de su sencilla y ardorosa fe, asió con ambas manos el bendito Escapulario de la Virgen Santísima y restregándose con él, le decía con devoción humilde, confiada y fervorosa: "De aquí, Señora, no me he de ir si no me quitáis esta horrible lepra" ¡Caso verdaderamente singular y prodigioso! ¡Oh, soberana clemencia de María Santísima!, que no desechó a la que habían desechado los hombres, ni despreció su Virginal Pureza la inmundicia de aquella pobrecita mujer, pues se quedó con toda su lepra en el bendito Escapulario, dejándole el cutis tan limpio y tan fresco y rozagante como si jamás hubiera tenido lepra, o cual si hubiera sido ésta imaginaria, pasando a ser admiración de los hombres la que pocos minutos antes fuera objeto de abominable asco. Olorosas y fragantes flores fueron las costras asquerosísimas de aquella infeliz mujer, luego que se trasplantaron del cuerpo enfermo de ella al Santo Escapulario de la Virgen del Carmen, porque exhalaban tan peregrina y célica fragancia cual continúa hasta el presente sin interrupción. Por ello, la devoción las  reserva en una bolsa de raso blanco junto con el Escapulario, que se da a besar en las solemnidades en un precioso y riquísimo viril, para testimonio auténtico de este singular prodigio.

Yo, nos dice Fr. Gabriel de Serrada, en el año de 1770, he tenido el placer de tener en mis manos este bendito y milagroso Escapulario, y he percibido la fragancia purísima que conservan aquellas reliquias de la lepra, pues por más que el olfato pretenda hacer comparaciones con otros perfumes, no se adivina cuál sea o pueda ser aquél. Es tan antiquísimo este maravilloso prodigio que sólo pueden hacerlo presente dos testigos: lepra y Escapulario; que después de tantísimos años, ni la polilla le roe ni el tiempo le consume; sólo la devoción le cercena y, pudiendo más que el sumo cuidado con que se guarda, le ha cortado algunos pedazos de estameña que fervorosamente veneran muchos con sagrada emulación de otros, y con ellos han experimentado muchísimos prodigios.

Esto, afirma el cultísimo y venerable P. Fr. Gabriel Serrada, lo sé por relación verbal de algunas personas fidedignas, y basados en el principal prodigio no creo que sea temerario el darle entero crédito.

Lo que suplica encarecidamente el doctísimo autor del Escudo Triunfal a los vecinos de aquella noble villa, así a los presentes que vivían en su época, como a los venideros, por el amor y devoción que sienten por esta celestial Señora, que es lo que más los podía obligar, es el que adviertan que, si la devoción de cada uno de sus antepasados hubiese quitado un hilito de estameña a aquel prodigioso Escapulario, no hubiera llegado hasta sus tiempos este preciosísimo y riquísimo tesoro.

Lo que os suplico, les decía después de sus maravillosos e inflamados sermones, es que no privéis, por vuestra mal entendida devoción, el que llegue a los venideros esta rica herencia que la fe y devoción de vuestros antepasados fielmente os conservó hasta el momento presente.

Esta es la verdadera devoción y el santo celo; conservar incólume el fundamento que la sustenta y la fomenta para que, así presentes como venideros, demos continuamente rendidas y fervorosas gracias a la Virgen Santísima del Carmen por los innumerables beneficios que se dignó concedernos.

Milagros y Prodigios del Santo Escapulario del Carmen
por el P. Fr. Juan Fernández Martín, O.C.




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