Virgen Inmaculada, Tú me has de salvar. Haz que siempre me acuerde de Ti y Tú nunca te olvides de mí |
¡Señora mía Inmaculada!, yo me
alegro contigo de verte enriquecida con tanta pureza. Doy gracias y siempre las
daré a nuestro Creador, por haberte preservado de toda mancha de culpa, como lo
tengo por cierto, y por defender este grande y singular privilegio de tu
Inmaculada Concepción, estoy pronto y juro dar si fuera menester, hasta mi
vida.
Quisiera que todo el mundo te
reconociese y te aclamase como aquella hermosa aurora siempre iluminada por la
divina luz; como el arca elegida de la salvación, libre del universal naufragio
del pecado; por aquella perfecta e inmaculada paloma, como te llamó tu divino
esposo; como aquel jardín cerrado que hizo las delicias de Dios; por aquella
fuente sellada que jamás pudo enturbiar el enemigo; en fin, por aquella blanca
azucena que eres Tú, y que naciendo entre las espinas, que son los hijos de
Adán, manchados por la culpa y enemigos de Dios, Tú sola viniste pura y limpia,
toda hermosa y del todo amiga del Creador.
Déjame que te alabe como lo
hizo Dios: “Toda Tú eres hermosa y no hay mancha alguna en Ti” (Ct 4, 7).
Purísima Paloma, toda blanca, toda bella y siempre amiga de Dios: “¡Qué hermosa
eres, amiga mía, qué hermosa eres!” (Ct 4, 1).
María, tan bella a los ojos
del Señor, no te desdeñes de mirarme piadosa; compadécete de mí y sáname.
Hermoso imán de los corazones, atrae hacia Ti el pobre corazón mío. Tú que,
desde el primer instante, te presentas pura y bella ante Dios, ten piedad de
mí, que no sólo nací en pecado, sino que también después del bautismo he vuelto
a mancillar mi alma con nuevas culpas.
¿Qué te podrá negar el Dios
que te escogió por su hija, su madre y su esposa, que por esto te ha preservado
de toda mancha, y te ha preferido en su amor a todas las criaturas?
Virgen Inmaculada, Tú me has
de salvar. Haz que siempre me acuerde de Ti y Tú nunca te olvides de mí. Mil
años me parece que faltan hasta que pueda llegar a contemplar esa tu belleza en
el paraíso, para sin fin amarte y alabarte, madre mía, reina mía, amada mía,
María.
"Las Glorias de María"
San Alfonso María de Ligorio
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