sábado, 18 de mayo de 2019

LA FE DE MARÍA

Enséñame, ¡oh Madre mía!, a creer firmemente; enséñame a confiar sin límites en Dios

La Iglesia, haciendo suyas las palabras de Santa Isabel, dirige a María esta bellísima alabanza: “Bienaventurada Tú, que has creído porque se cumplirá en Ti las cosas que el Señor te ha dicho” (Lc. 1, 45) Realmente, grandes fueron las cosas que se cumplieron en María y Ella tuvo el gran mérito de haberlas creído. Fiada en la palabra de Dios, que le fue anunciada por el Ángel, creyó que sería madre sin perder la virginidad; creyó –Ella tan humilde- que sería realmente el Hijo del Altísimo. Se adhirió con plena fe a cuanto le fue revelado, sin dudar un instante frente a un plan que venía a trastornar todo el orden natural de las cosas: una Madre virgen, una criatura Madre del Creador. Creyó cuando el Ángel le habló, pero continuó creyendo aun cuando el Ángel la dejó sola, y se vio rodeada de las humildes circunstancias de una mujer cualquiera que está para se madre. “La Virgen –dice San Bernardo- tan pequeña a sus ojos, no fue menos magnánima respecto a su fe en las promesas de Dios: ni la menor duda sobre su vocación a este incomprensible misterio, a esta maravillosa mudanza, a este inescrutable sacramento, y creyó firmemente que llegaría a ser la verdadera Madre del Hombre-Dios.

La Virgen nos enseña a creer en nuestra vocación a la santidad, a la intimidad divina; hemos creído en ella cuando Dios nos la ha revelado en la claridad de la luz interior confirmada por la palabra de su ministro; pero hemos de creer también en Ella cuando nos encontramos solos, en las tinieblas, en las dificultades que pretenden trastornarnos, desanimarnos. Dios es fiel y no hace las cosas a medias: Dios llevará a término su obra en nosotros con tal que nosotros nos fiemos totalmente de Él. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.