sábado, 23 de febrero de 2019

MADRE HUMILDÍSIMA, HAZME HUMILDE COMO TÚ...

¡Oh María!, si Tú no hubieras sido tan humilde, no habría descendido sobre Ti el Espíritu Santo


¡Oh Madre humildísima! Hazme humilde, para que el Señor se complazca en fijar sus ojos sobre en mí. Nada hay en mi alma que pueda fascinar la mirada de Dios: nada de sublime, nada digno de sus complacencias, nada verdaderamente bueno y virtuoso. Y si algo hubiese digno de Dios, está mezclado con tantas miserias, es tan débil y deficiente que no merece el nombre de virtud. Entonces, Señor, ¿qué es lo que podrá atraer tu gracia sobre mi pobre alma? ¿En quién se posan tus miradas, sino en los humildes y en los hombres de corazón contrito? (Is. 66, 2) ¡Oh Señor, que sea ya humilde! Hacedme humilde por los méritos de tu humildísima Madre.

¡Oh María!, si Tú no hubieras sido tan humilde, no habría descendido sobre Ti el Espíritu Santo y no habrías llegado a ser Madre… (San Bernardo) Del mismo modo, si yo no soy humilde, el Señor no me dará la gracia, el Espíritu Santo no descenderá sobre mí, y mi vida será estéril e infecunda. Haz, ¡oh Virgen Santa!, que tu humildad, tan agradable a los ojos de Dios, me alcance el perdón de mi orgullo y me conceda un corazón verdaderamente humilde.



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