¡Oh! Virgen del Carmen, María
Santísima, que te dignaste admitir con singular amor el obsequio filial de los
Carmelitas, que entre todos los mortales fueron los primeros que en tu honor
edificaron un templo en el Monte Carmelo, donde concurrían fervorosos a darte
culto y alabanza. Te ruego, Señora, me alcances sea mi alma templo vivo de la
Majestad de Dios, adornado de todas las virtudes, donde El habite siempre
amado, adorado y alabado por mí, sin que jamás le ocupen los afectos
desordenados de lo temporal y terreno. Así, Señora, te lo suplico humildemente,
diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia...
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