martes, 31 de octubre de 2017

A TI MADRE SANTÍSIMA DEL ROSARIO

Hay que predicar a todos, grandes y chicos, que son hijos de María Santísima, que Ella los quiere librar de los peligros del mundo y llevarlos a la Gloria Celestial y que a los que la honran con sus oraciones y con el cumplimiento exacto de su deber, Ella le concederá infinitas gracias y favores.

San Juan Bosco
¿Qué os cuesta, oh María, escucharnos, qué os cuesta salvarnos? ¿Acaso vuestro Hijo divino no puso en vuestras manos los tesoros todos de sus gracias y misericordias? Vos estáis sentada a su lado con corona de Reina, rodeada de gloria inmortal sobre todos los coros de los Ángeles. Vuestro dominio es inmenso en los cielos, y la tierra con todas las criaturas os está sometida. Vuestro poder, ¡oh María!, llega hasta los abismos, puesto que Vos, ciertamente, podéis librarnos de las asechanzas del enemigo infernal. Vos, pues, que sois todopoderosa por gracia, podéis salvarnos; y si Vos no queréis socorrernos por ser hijos ingratos e indignos de vuestra protección, decidnos, a lo menos, a quién debemos acudir para vernos libres de tantos males. ¡Ah!, no: vuestro Corazón de Madre no permitirá que se pierdan vuestros hijos. Ese divino Niño, que descansa sobre vuestras rodillas, y el místico Rosario que lleváis en la mano nos infunden la confianza de ser escuchados, y con tal confianza nos postramos a vuestros pies, nos arrojamos como hijos débiles en los brazos de la más tierna de las madres, y ahora mismo, sí, ahora mismo, esperamos recibir las gracias que pedimos.



Dios te salve, Reina y Madre...


sábado, 28 de octubre de 2017

ORACIONES DE LOS SANTOS A NUESTRA MADRE MARÍA

"María es como la Estrella de la mañana en medio de la oscuridad de las nubes, y el curso de su vida brilló como resplandece la luna en la plenitud de su luz. Como el sol, envía también Ella fúlgidos resplandores" 

San Antonio de Padua
¡Salve, María, esperanza de los cristianos! Dignaos escuchar los ruegos de un pecador que os ama con ternura, que os honra particularmente y que cifra en Vos la esperanza de su salvación. A Vos os debo la vida: por Vos he sido restituido a la gracia de vuestro Divino Hijo: Vos sois la más segura prenda de mi eterna felicidad. Libradme, ¡oh Santísima Virgen!, del peso de mis pecados, disipad las tinieblas de mi espíritu, destruid las afecciones terrenales de mi corazón; dadme fuerzas para vencer las tentaciones de mis enemigos, y presidid todas las acciones de mi vida, para que con vuestro amparo y dirección pueda obtener la eterna felicidad del Paraíso. Así sea.


San Juan Damasceno


lunes, 23 de octubre de 2017

PARA EMPEZAR LA SEMANA CON NUESTRA SANTA MADRE MARÍA



(Del Devocionario de San Antonio María Claret,
 "CAMINO RECTO Y SEGURO PARA LLEGAR AL CIELO")


domingo, 22 de octubre de 2017

¡EL ROSARIO Y EL ESCAPULARIO SON INSEPARABLES!


Durante la aparición final en Fátima, el 13 de Octubre de 1917, cuando el “Milagro del Sol” ocurrió, Nuestra Señora primero apareció como siempre aparecía ante los pastorcitos con Su Doloroso e Inmaculado Corazón expuesto. Y luego Ella apareció como Nuestra Señora del Carmen con “algo colgando en su mano derecha”. Podemos asumir seriamente que ese “algo” era el Escapulario carmelita.

En 1950 el Padre Howard Rafferty, carmelita, natural de Estados Unidos, le preguntó a Sor Lucía de Fátima: “¿Por qué piensa que Nuestra Señora apareció con el Escapulario en esta última visión?”. A lo cual contestó: “Porque Ella quiere que todos vistan el Escapulario, es la señal de la consagración a su Inmaculado Corazón”.

El Padre Rafferty le pregunta nuevamente: “¿Vestir el Escapulario es tan importante como rezar diariamente el Santo Rosario?”. Sor Lucía responde: “Sí. ¡El Rosario y el Escapulario son inseparables!”.



sábado, 14 de octubre de 2017

A TI MADRE SANTÍSIMA DEL ROSARIO

Mirad, ¡oh Madre!, cuántos peligros para el alma y cuerpo nos rodean; cuántas calamidades y aflicciones nos agobian
En verdad, ¡Madre nuestra del Rosario!, nosotros, aunque hijos vuestros, con las culpas cometidas hemos vuelto a crucificar en nuestro pecho a Jesús y traspasar vuestro tiernísimo Corazón. Si, lo confesamos, somos merecedores de los más grandes castigos; pero tened presente, ¡oh Madre!, que en la cumbre del Calvario recibisteis las últimas gotas de aquella sangre divina y el postrer testamento del Redentor moribundo; y que aquel testamento de un Dios, sellado con su propia sangre, os constituía en Madre nuestra, Madre de los pecadores. Vos, pues, como Madre nuestra, sois nuestra Abogada y nuestra Esperanza. Y por eso nosotros, llenos de confianza, entre gemidos, levantamos hacia Vos nuestras manos suplicantes y clamamos a grandes voces: ¡Misericordia, oh María, misericordia!

Tened, pues, piedad, ¡oh Madre bondadosa del Rosario!, de nosotros, de nuestras familias, de nuestros parientes; de nuestros amigos, de nuestros difuntos, y, sobre todo, de nuestros enemigos y de tantos que se llaman cristianos y, sin embargo, desgarran el amable Corazón de vuestro Hijo. Piedad también, Señora, piedad, imploramos para las naciones extraviadas, para nuestra querida patria y para el mundo entero, a fin de que se convierta y vuelva arrepentido a vuestro maternal regazo. ¡Misericordia para todos, oh Madre de las misericordias!



Dios te salve, Reina y Madre...


viernes, 13 de octubre de 2017

SEXTA Y ÚLTIMA APARICIÓN - 13 DE OCTUBRE DE 1917

Que no ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido
Sexta Aparición

Sábado, 13 de octubre

Salimos de casa bastante pronto, contando con las demoras del camino. Había gente en masa (70.000 personas), bajo una lluvia torrencial. Mi madre, temiendo que fuese aquel el último día de mi vida, con el corazón traspasado por la incertidumbre de lo que podía ocurrir, quiso acompañarme. Por el camino, las escenas del mes pasado, más numerosas y conmovedoras. Ni el barro de los caminos impedía a la gente arrodillarse en actitud de suplicante.

Llegados a Cova de Iría, junto a la encina, llevada de un movimiento interior, pedí al pueblo que cerrasen los paraguas para rezar el rosario. Poco después vimos el reflejo de luz y en seguida a la Virgen sobre la encina.

-¿Qué es lo que usted quiere?
-Quiero decirte que hagan aquí una capilla en honor mío, soy la Señora del Rosario, que continúen rezando el Rosario todos los días. La guerra está acabándose y los soldados volverán pronto a sus casas.
-Tenía muchas cosas que pedirle: si curaba a unos enfermos, si convertía a unos pecadores, et cétera.
-Unos, sí; otros, no. Es preciso que se enmienden; que pidan perdón de sus pecados.
Y tomando aspecto más triste dijo:
-Que no ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido
Y abriendo sus manos las hizo reflejar en el sol, y en cuanto se elevaba continuaba el brillo de su propia luz proyectándose en el sol.

He aquí el motivo por el cual exclamé que mirasen al sol. Mi motivo no era llamar la atención del pueblo, pues ni siquiera me daba cuenta de su presencia. Fui inducida para ello por un impulso interior.

(Se da entonces el milagro del sol prometido tres meses antes, como prueba de la verdad de las apariciones de Fátima. La lluvia cesa y el sol por tres veces gira sobre sí mismo. Lanzando a todos los lados fajas de luz de varios colores: amarillo, lila, anaranjado y rojo. Parece a cierta altura desprenderse del firmamento y caer sobre la muchedumbre. Al cabo de diez minutos de prodigio toma su estado normal. Entretanto, los pastorcitos eran favorecidos por otras visiones)

Desaparecida Nuestra Señora en la inmensidad del firmamento, vimos al lado del sol a San José con el Niño Jesús y a Nuestra Señora vestida de blanco con un manto azul. San José con el Niño parecía bendecir al mundo, pues hacían con las manos unos gestos en forma de cruz.

Poco después, pasada, esta Aparición, vi a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, que me daban sensación de ser la Virgen de los Dolores. Nuestro Señor parecía bendecir al mundo de la misma forma que San José. Se disipó esta Aparición y me parecía ver todavía a Nuestra Señora en forma semejante a Nuestra Señora del Carmen.


jueves, 12 de octubre de 2017

NUESTRA MADRE DEL PILAR, 2017

Bendita y Alabada sea la hora en que María Santísima vino en carne mortal a Zaragoza

La Reina de los Cielos y Abogada nuestra, no sólo nos ha distinguido entre todas las naciones con su venida a Zaragoza, sino que para perpetuar la memoria de tan singular beneficio, mandó al Apóstol Santiago edificase un templo a nombre de tan gran Señora. El santo Apóstol, vuelve de su éxtasis y de su rapto por el resplandor de su presencia, oye las dulces palabras con que le habla de este modo: Santiago, este es el lugar que yo he elegido: aquí quiere el Omnipotente que dediques un templo, que llevando mi nombre, sea el suyo engrandecido. Este ha de ser mi templo y casa, mi propia herencia y posesión; en él se manifestará la virtud del Altísimo por mi intercesión y mis ruegos a favor de los que pidieren con verdadera fe y piadosa devoción. Aquí se obrarán prodigios, y portentos admirables, especialmente en aquellos que en sus necesidades invocaren mi favor. Mira también ese Pilar, él quedará aquí, y colocada sobre él mi propia Imagen. En testimonio de esta verdad y promesa, estará en este lugar con la fe, hasta el fin del mundo, y nunca faltará en esta Ciudad, quien venere el nombre de Jesucristo, mi Hijo. ¡Qué generosidad! ¡Qué amor el que nos muestra la Santísima Virgen! La Reina del Cielo ha colocado su trono en Zaragoza. Llegaos, hijos de la Iglesia, a este trono de misericordia, pedid con confianza favores y gracias, que esta tierna Madre está empeñada en vuestro bien. ¿Quién jamás la invocó en sus necesidades que no fuera luego socorrido?

Oración

Yo clamo, pues, a Vos, ¡Madre amada!, poderosa sois para librarme de la muerte eterna, como habéis librado a innumerables pecadores, alcanzándoles tiempo de penitencia inspirándoles arrepentimiento de sus culpas. Os ruego con toda la efusión de mi corazón contrito y humillado, que os compadezcáis de este siervo infiel, que restituyáis a la amistad de Dios a este hijo ingrato, que arrepentido clama a Vos. Salvadme, Madre mía, no permitáis que perezca para siempre. Coros celestiales, ensalzad a María, como Reina suprema de los Cielos. Así sea.

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miércoles, 11 de octubre de 2017

MATERNIDAD DE LA MADRE DE DIOS Y MADRE NUESTRA

Bendita eres por el Señor, ¡oh Virgen!, porque por Ti hemos participado del fruto de la vida

Una Virgen, perteneciente a la estirpe Real de David, es escogida para llevar en su seno, cual Fruto Sagrado, un Hijo que será a la vez Dios y Hombre, y al cual, antes que corporalmente, concebirá espiritualmente. Y para evitar que María, desconocedora de los designios divinos, se espantara al anuncio de un hecho tan extraordinario, un Ángel le manifiesta lo que en ella obrará el Espíritu Santo, y la tranquiliza acerca de su virginidad, que ningún detrimento experimentará con ocasión de su Maternidad Divina. Y efectivamente: ¿Por qué desconfía María ante lo insólito de aquella concepción, cuando se le promete que todo se efectuará por la virtud del Altísimo? Cree María, y su fe se ve corroborada por un milagro ya realizado: la inesperada fecundidad de Isabel, que le ha sido concedida para evidenciar la posibilidad de hacer con la Virgen lo que se ha hecho con una estéril. Así, pues, el Verbo, el Hijo de Dios, que en el principio estaba en Dios, por quien han sido creadas todas las cosas y sin Él cual ninguna cosa ha sido hecha, se hace hombre para librar a los hombres de la muerte eterna.

Descendiendo de la celestial morada, sin abandonar, empero, la gloria del Padre, Nuestro Señor Jesucristo llega a nuestras bajas regiones, acomodándose a un nuevo orden de cosas y viniendo al mundo según un nuevo género de natividad. Acomodándose a un nuevo orden de cosas: porque siendo invisible en su naturaleza, se hace visible en la nuestra; siendo inmenso, se reduce a límites; siendo anterior a los tiempos, empieza a existir en el tiempo. Viene al mundo según un nuevo género de natividad: es concebido, en efecto, por una Virgen y nace de una Virgen, sin concurso carnal paterno ni detrimento de la integridad materna, porque convenía que el futuro Salvador de los hombres asumiera al nacer la substancia humana, pero en forma del todo ajena a las impurezas de nuestra carne: que fuese diferente de nosotros en el origen y semejante en le naturaleza. Esto que nosotros creemos se aparta de lo que acostumbramos a ver. No importa; nada podía impedir al poder Divino el hacer que una Virgen concibiera y que permaneciera virgen en el parto y después del parto.

San León, Papa

En el año mil novecientos treinta y uno se celebró, con general aplauso del orbe católico, un solemne jubileo; quince siglos habían transcurrido desde que, bajo la presidencia del Papa Celestino, los Padres del Concilio de Éfeso habían aclamado Madre de Dios, contra los herejes nestorianos, a la Bienaventurada Virgen María, de la cual nació Jesús. Ahora bien: el Papa Pío XI quiso perpetuar la memoria de tan fausto acontecimiento con un perenne testimonio de su piedad.  En la misma Roma, la proclamación del Concilio de Éfeso había tenido su monumento insigne en el arco triunfal de la Basílica de Santa María la Mayor, en el Esquilino; Sixto III la había adornado, más adelante, con un admirable mosaico que con el tiempo de deterioró; pues bien: Pío XI hizo llevar a cabo, a sus expensas, una feliz restauración de dicho mosaico y del transepto. Publicó, además una Encíclica en que, poniendo de relieve los genuinos puntos de vista del Concilio Ecuménico de Éfeso, trató luminosa y devotamente, y con gran abundancia de doctrina, el inefable privilegio de la Divina Maternidad de la Bienaventurada Virgen María, para que el conocimiento de tan excelso misterio penetrara más profundamente en el espíritu de los fieles. Propuso al mismo tiempo, a María, Madre de Dios, bendita entre todas las mujeres, y a la Santa Familia de Nazaret, a nuestra imitación como los más insignes modelos de dignidad y de santidad en un casto matrimonio y de la piadosa educación que es preciso dar a la juventud. Por último, para que no faltara un monumento litúrgico dispuso que todos los años, el día once de octubre, se celebrase, en la Iglesia Universal, con Misa y Oficio propios y con rito doble de segunda clase, la Fiesta de la Divina Maternidad de la Bienaventurada Virgen María.

Del Oficio de Maitines,
del “Breviario Romano”
(Gubianas-1940)



sábado, 7 de octubre de 2017

UN POCO DE HISTORIA...

Un gran prodigio apareció en el cielo; una mujer vestida de sol, y la luna debajo de sus pies

Cuando la impía herejía de los Albigenses iba extendiéndose rápidamente por la región de Tolosa, donde arraigaba casa vez más profundamente, Santo Domingo, que acababa de fundar la Orden de Predicadores, se consagró con todas sus fuerzas a extirparla. Para conseguirlo con mayor eficacia imploró con asiduas oraciones el auxilio de la Santísima Virgen, cuyo honor atacaban impúdicamente aquellos herejes, y a quien se ha dado poder para destruir todas las herejías en el mundo entero. Y habiéndole recomendado la Virgen –según atestigua la tradición- que predicara a los pueblos el Rosario, como singular auxilio contra las herejías y los vicios, hízolo con admirable fervor y con gran éxito. Así, pues, a Santo Domingo fue debida en aquellos días la divulgación de aquella fórmula piadosa de plegaria. Y que él hubiese sido quien la instituyó, lo han afirmado con frecuencia los Sumos Pontífices en sus letras apostólicas.

Atan saludable institución hay que atribuir muchísimos favores obtenidos por el pueblo cristiano, entre los cuales es justo mencionar la victoria que el santísimo Pontífice Pío V y los Príncipes Cristianos, enardecidos por sus exhortaciones, obtuvieron en el golfo de Lepanto sobre el poderosísimo tirano Turco. Y en efecto; siendo el día en que se alcanzó esta victoria el mismo en que las cofradías del Santísimo Rosario del mundo entero dirigen a María sus oraciones reglamentarias, a estas plegarias se atribuyó, no sin motivo, aquel triunfo. Así lo reconoció el Papa Gregorio XIII, el cual, para que en memoria de tan señalado beneficio se tributarán perennes acciones de gracias a la Santísima Virgen invocada por los fieles bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario, concedió que en todas las iglesias en donde hubiese un altar del Rosario se celebrara perpetuamente un Oficio con rito doble mayor; y otros Pontífices enriquecieron con casi innumerables indulgencias la recitación del Rosario y las Cofradías de este mismo nombre.

Clemente XI estaba íntimamente persuadido de que también debía atribuirse a la eficacia de esta oración la insigne victoria alcanzada en el año mil setecientos dieciséis, en el reino de Hungría, sobre el ejército innumerable de los Turcos, por Carlos VI, Emperador de los Romanos, ya que esta victoria tuvo lugar en el día en que se celebraba la Dedicación de la Virgen de las Nieves, y aproximadamente en la hora en que, habiendo organizado los cofrades del Santísimo Rosario unas solemnes rogativas públicas, con numerosísima concurrencia y grandes muestras de devoción, pedían fervorosamente a los pies del Señor la derrota de los Turcos, e imploraban humildemente el poderoso auxilio de la Virgen Madre de Dios a favor de los cristianos. Atendidas estas circunstancias, Clemente XI creyó que debía piadosamente atribuir a la protección de la Virgen Inmaculada esta victoria, lo propio que el levantamiento del sitio de la isla de Corfú por los Turcos, que ocurrió poco después. Para dejar de este nuevo e importante beneficio perpetua memoria y gratitud, extendió a la Iglesia Universal, con el mismo rito, la Fiesta del Santísimo Rosario. Benedicto XIII mandó consignar todas estas gracias en el Breviario Romano. Y por último, León XIII, en nuestros tiempos tan turbulentos para la Iglesia, y ante el desencadenamiento espantoso de males que desde tanto tiempo nos abruman, no se cansó de excitar vivamente en numerosas Cartas Apostólicas, a todos los fieles del mundo, a la devoción al Rosario de María, recomendándoles en especial que lo rezaran durante el mes de octubre. Elevó, además, esta Fiesta a un grado superior; añadió a las Letanías Lauretanas la invocación: “Reina del Sacratísimo Rosario”, y concedió por último a la Iglesia Universal un Oficio propio para la misma Solemnidad.

Honremos, pues, sin cesar a la Santísima Madre de Dios con esta devoción que tanto le place; y ella que tantas veces, al ser invocada con confianza por los fieles de Cristo mediante el Rosario, nos ha conseguido ver humillados y anonadados a nuestros enemigos de la tierra, nos obtendrá asimismo el triunfo sobre los del infierno.

Del Oficio de Maitines,
del “Breviario Romano”
(Gubianas-1940)


domingo, 1 de octubre de 2017

A TI MADRE SANTÍSIMA DEL ROSARIO

¡Dios te Salve María, Reina del Santo Rosario! ¡María, Madre mía, Salve!, a tus pies humildemente postrado me hallo para ofrendarte una corona de Rosas
¡Oh Augusta Reina de las Victorias, oh Virgen Soberana del Paraíso!, cuyo nombre poderoso alegra los cielos y hace temblar de terror a los abismos. ¡Oh gloriosa Reina del Santísimo Rosario!, nosotros, los venturosos hijos vuestros, postrados a vuestras plantas, derramamos entre lágrimas los afectos de nuestro corazón, y con la confianza de hijos os manifestamos nuestras necesidades.

Desde ese Trono de Clemencia donde os sentáis como Reina, volved, ¡oh María!, vuestros ojos misericordiosos a nosotros; a nuestras familias, a nuestra nación, a la Iglesia Católica, al mundo todo, y apiadaos de las penas y amarguras que nos afligen. Mirad, ¡oh Madre!, cuántos peligros para el alma y cuerpo nos rodean; cuántas calamidades y aflicciones nos agobian. Detened el brazo de la justicia de vuestro Hijo ofendido, y con vuestra bondad subyugad el corazón de los pecadores, pues ellos son nuestros hermanos e hijos vuestros, que al dulce Jesús costaron su Sangre Divina y a vuestro sensibilísimo Corazón indecibles dolores. Mostraos hoy para con todos Reina verdadera de paz y de perdón. Así sea


Dios te salve, Reina y Madre...