Tengo mil dificultades: ¡ayúdame!
De los enemigos del alma: ¡sálvame!
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¡Oh Virgen Santísima del
Carmen!, llenos de la más tierna confianza, como hijos que acuden al corazón de
su madre, nosotros venimos a implorar una vez más los tesoros de misericordia
que con tanta solicitud nos habéis siempre dispensado. Por eso a Ti clamamos en
todos nuestros peligros y necesidades seguros de ser benignamente escuchados.
Tu eres la Madre de la Divina
Gracia, conserva puras nuestras almas; eres la Torre poderosa de David,
defiende el honor y la libertad de nuestra Patria; eres el Refugio de los
pecadores, troncha las cadenas de los esclavos del error y el vicio; eres el
consuelo de los afligidos, socorre a las viudas, a los huérfanos y desvalidos;
eres el auxilio de los cristianos, conserva nuestra fe y proteged a nuestra
Iglesia, en especial a sus obispos, sacerdotes y religiosas.
Desde el trono de vuestra
gloria, atiende nuestras súplicas, ¡Oh Madre del Carmelo! Abre vuestro manto y
cubre con él a todos. Te pedimos el acierto para los magistrados, legisladores
y jueces; la paz y la piedad para los matrimonios y familias, el santo temor de
Dios para los maestros, la inocencia para los niños, y para la juventud una
cristiana educación. Apartad de nuestra Patria los terremotos, epidemias y
calamidades, alejad de nuestros mares las tormentas y dad la abundancia a
nuestros campos y montañas. Sé el remedio de los enfermos, la fortaleza de las
almas atribuladas, la protección especial de los moribundos y la redentora de
las almas del Purgatorio.
Óyenos, ¡oh Madre Clementísima del Carmen! y permite que
vivamos unidos en la vida a la confesión de una misma fe y la práctica de un
mismo amor al Corazón Divino de Jesús, y podamos ser trasladados de la patria
terrenal a la Patria inmortal del cielo en que te alabaremos y bendeciremos por
los siglos de los siglos. Así sea.
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