¡Oh Cristo!, al llegar la hora de partir ya de esta vida, la palma de la victoria, concédeme por María |
Piadosa Madre del Carmelo, protectora de todos los que
sufren y de quienes se purifican para participar en el gozo celestial, escucha
nuestras oraciones.
Te encomendamos a nuestros hermanos ya fallecidos y a
todas las benditas almas del purgatorio.
Intercede ante tu Hijo Jesucristo nuestro Salvador, para
que sea con ellos juez misericordioso y les perdone las culpas que en su fragilidad
cometieron.
Vela por quienes seguimos en este mundo y concédenos la
gracia de amarte y honrarte para siempre para que tú nos guíes a tu Hijo y con
Él participemos de la gloria eterna.
Concédele Señor el descanso eterno a todas las benditas
almas. Brille para ellas la luz perpetua. Por la misericordia de Dios descansen
en paz todos nuestros hermanos difuntos. Amén.
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