Mater Immaculáta, ¡ora pro nobis!
FAVOR DE MARÍA HACIA UN PECADOR
Refiere el venerable Juan Herolt, que se llamaba por
humildad el Discípulo, que había un casado en desgracia de Dios. No pudiendo su
esposa hacerle desistir del pecado, le suplicó que al menos, en aquel miserable
estado, tuviera para con la
Madre de Dios la atención de que siempre que pasara ante
alguna imagen suya la saludara con el Ave María. Y el marido comenzó esa
devoción.
Yendo una noche aquel malvado a pecar, vio una luz; se fijó
y advirtió que era una lámpara que ardía ante una devota imagen de María con el
Niño Jesús en los brazos. Rezó su Ave María como de costumbre, pero después
¿qué es lo que vio? Vio al Niño cubierto de llagas que manaban fresca sangre.
Entonces, a la vez aterrado y enternecido, pensando que él con sus delitos
había llagado así a su Redentor, rompió a llorar. Y observó que el Niño le
volvía la espalda, por lo que, lleno de confusión, recurrió a la Virgen santísima,
diciéndole: “Madre de misericordia, tu Hijo me rechaza; yo no puedo encontrar
abogada más piadosa y poderosa que tú que eres mi Madre; Reina mía, ayúdame y
ruégale por mí”. La Madre
de Dios le respondió desde la imagen: “Vosotros, pecadores, me llamáis madre de
misericordia, pero luego no dejáis de hacerme madre de miserias renovando la
pasión de mi Hijo y mis dolores”.
Pero como María no es capaz de dejar desconsolado al que se
postra a sus pies, se volvió a rogar a su Hijo que perdonase a aquel pecador.
Jesús seguía reacio a perdonarle. Y la Virgen, dejando al Niño en la sede, se postró
ante él diciendo: “Hijo mío, mírame a tus pies pidiendo perdón por este
pecador”. Y entonces Jesús le dijo: “Madre, yo no te puedo negar nada. ¿Quieres
que le perdone? Yo por tu amor le perdono; que se acerque y me bese estas
llagas”. Se acercó el pecador llorando copiosamente, y conforme besaba las
llagas del Niño éstas se iban cerrando. Por fin Jesús le dio un abrazo como
muestra de perdón. El hombre cambió de vida, llevando en adelante una vida
santa, devotísimo de la Virgen
que le había obtenido gracia tan extraordinaria.
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