Escribe San Ambrosio, es vuestro nombre, María, bálsamo lleno de
celestial fragancia, y así, Virgen piadosísima, os pido que descienda hasta lo
íntimo de mi corazón, concediéndome que lo traiga siempre estampado en él con
amor y confianza, pues quien os tenga y os nombre así, puede estar seguro de
haber alcanzado ya la gracia divina, o, al menos, prenda segura de haberla de
poseer pronto.
La misma bienaventurada Virgen reveló a Santa Brígida que no hay en
esta vida pecador tan tibio en el amor divino que, invocando su Santo Nombre, con
propósito de enmendarse, no ahuyente luego de él al demonio. Y se lo confirmó
diciéndole que todos los demonios de t a l modo veneran su nombre y lo temen,
que al oírlo resonar sueltan luego del alma las uñas con que la tenían asida.
Atestigua San Germán de Constantinopla que, así como la respiración es
señal de vida, así también el pronunciar a menudo el nombre de María es señal,
o de vivir ya en la divina gracia o de que presto vendrá la vida; pues este
poderoso nombre tiene la virtud de alcanzar el auxilio y la vida a quien
devotamente lo invocare.
Sigamos, pues, siempre el admirable consejo de San Bernardo, que dice:
En todos los peligros de perder la gracia divina pensemos en MARÍA, e
invoquemos a MARÍA juntamente con el nombre de Jesús, pues estos dos
nombres van estrechamente unidos. Jamás se aparten estos dos dulcísimos y
poderosísimos nombres de nuestro corazón y de nuestra boca, porque ellos nos
darán fuerza para no caer y para vencer todas las tentaciones. Son magníficas
las gracias que Jesucristo ha prometido a los devotos del nombre de MARÍA.
San Efrén llega a decir que el nombre de MARÍA es la llave de la puerta
del cielo para el que devotamente lo invoca. Y Tomás de Kempis asegura: Si
queréis, hermanos, hallar consuelo en todos los trabajos, acudid a MARÍA,
invocada MARÍA, obsequiada MARÍA, encomendaos a MARÍA.
Alegraos con MARÍA, con MARÍA llorad, con MARÍA rogad, con
MARÍA caminad, con MARÍA buscad a Jesús. Con Jesús y MARÍA,
en fin, desead vivir y morir.
Después del más santo y adorable nombre de Jesús, no hay nombre más
glorioso o más poderoso que el nombre de MARÍA. Ante la mención de este
nombre los ángeles se regocijan y los demonios tiemblan; a través de esta
invocación de este nombre, los pecadores obtienen la gracia y el perdón.
Observa San Pedro Canisio.
En el Avemaría ya bendecimos el nombre de MARÍA, haciéndolo con
siete alabanzas grandiosas, antes de llegar a pedirle su intercesión ante Dios:
«ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte». Y
también las Bendiciones en la adoración eucarística: «Bendito sea el nombre
de MARÍA, Virgen y Madre».
Concluyamos con San Alfonso: Muy dulce es, por tanto, ya en esta vida
el santísimo nombre de MARÍA para sus devotos, por las innumerables
gracias que, como hemos visto, les alcanza. Pero más dulce lo hallarán en la hora
suprema por la dulce y santa muerte que les obtendrá.