El venerable P. Fr. Juan de
Lezana nos dice que, habiendo las huestes luteranas destruido sin gran
resistencia varias ciudades católicas, llegaron cierto día muy cerca de
Geldría, y sabiendo por un soldado desertor o transfuga que se hallaba mal
defendida y poco pertrechada, hacia ella encaminaron sus depravados designios.
Cautelosamente se acercaron a media noche a los muros de la ciudad, rodeándola
y cercándola por doquier, para que, al despuntar la aurora, les cogiese
desprevenidos y lanzarse inesperadamente al asalto, si es que no lograban
escalarla y pasarla a cuchillo durante la noche. Mas no era tan cerrada y
oscura la noche que los centinelas de las murallas no divisaran en la penumbra
algo extraño y percibieran el murmullo quedo de sus pisadas. Dieron aviso al
punto al Gobernador y éste, convocando a toda prisa a su estado mayor y
consejeros, después de oírles, se dio cuenta de que era imposible toda defensa
natural, por lo cual se acogió al patrocinio y protección de la Virgen del
Carmen, ordenando a todos se trasladasen con él a su templo para invocarla con
fe y confianza. En efecto, al llegar se encontraron a la Virgen en su trono
(pues había salido en procesión la tarde antes) y como propicia a repartir
mercedes. Entonces el Gobernador, en nombre de todos, postrado de hinojos a sus
plantas, la hizo una fervorosa súplica, entregándole las llaves de la ciudad, y
entre lágrimas y suspiros la dijo:
"Oh María, amparo y salvación del pueblo cristiano, socorre en este
peligro a tu pueblo de Geldria".
Apenas pronunciadas estas palabras
y mientras se rezaba el Trisagio para aplacar a la Divina Justicia por las
ofensas que se le hubiesen inferido, la omnipotencia suplicante de María
Santísima desencadenó todos los elementos y horrísinos truenos y trombas de
agua y vientos huracanados se desataron contra los enemigos de la fe, que aun a
los que favorecía la Santísima Virgen llenaban de espanto. Y no siendo bastante
para que se retirasen los enemigos, tomando forma visible la Santísima Virgen
se mostró a sus ojos espantados, capitaneando un formidable ejército,
manifestándose a sus ojos tan airada que corrieron en precipitada fuga. Dejaron
el campo lleno de víveres y municiones y al verse libres los sitiados,
corrieron a dar gracias a la Virgen del Carmen por tan señalado favor, sacándola
en procesión y dedicándole una fiesta anual, que se celebraba con fervor
delirante.
REFLEXIÓN GRATULATORIA
¡Oh Capitana invicta de los
ejércitos de Dios, cuyo primer paso en la tierra fue un glorioso triunfo sobre
el príncipe del mal! No son estos solos los victoriosos triunfos que vuestra
piedad ha dado por vuestro bendito Escapulario a sus devotos: sólo es poner al
referirlos un incentivo a la devoción de vuestros cofrades fervorosos, a fin de
que os invoquen en toda suerte de peligros semejantes, y para que fervorosa
crezca en vuestras glorias y alabanzas la piedad de los fieles. Amén.
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