¿De qué trabajos puedo yo
quejarme, Jesús dulcísimo, cuando os contemplo sensiblemente desamparado en la
Cruz? El eterno Padre os dejaba padecer como si no fueseis su Hijo; y la vista
lastimosa de vuestra afligidísima Madre os aumentaba más los dolores. ¡Oh,
ejemplo que confunde mi impaciencia en los trabajos! Enviadme, Señor, los
trabajos que os plazca; pero, al mismo tiempo, la paciencia, que es el camino
real del cielo. Por el gran desamparo que sintió la Virgen pura cuando
expirasteis delante de sus ojos, amparadme contra todas las tentaciones de la
vida, amparadme en la hora de la muerte. Y por aquel mismo desamparo, amparad a
las Almas del Purgatorio, que en vuestro amparo, y en el de la Virgen María,
confían veros cara a cara en la gloria. Amén.
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