San Juan Bautista es un alma
tan ardientemente mariana que, aún en el seno materno, rindió a Nuestra Señora
un acto de devoción intensísimo. Es el apóstol, el discípulo fiel, el devoto
perfecto de la Santísima Virgen, que oye su voz, en Ella discierne los primeros
ecos de la voz del Cordero de Dios que debía anunciar y se estremece
enteramente de gozo.
Debemos, por tanto, venerar en
San Juan Bautista el modelo del verdadero y perfecto devoto de Nuestra Señora,
pidiéndole que haga de nosotros perfectos devotos de Ella y tengamos un oído
interior por donde, cuando oigamos la voz de María Santísima, estremezcamos de
gozo también, de manera que nunca una petición de Ella nos encuentre de mala gana,
tristes, enojados, con deseo de no atenderla. Al contrario, que su voz nos haga
estremecer de alegría incluso cuando nos diga una palabra austera de renuncia,
de sacrificio, de sufrimiento.
Plinio Corrêa de
Oliveira