Madre, refugio de los
pecadores, durante la vida y en la hora de la muerte. Cuando Jesús dijo a Juan “Ésta
es tu Madre”, debemos oírlo como si lo dijera a cada uno en particular, que a
cada uno en particular lo dice: Ésta es tu Madre. Adviértelo bien y abre los
ojos y mírala, porque ésta es tu Madre.
Madre, porque Tú lo fuiste de
ese Hijo, nuestro Redentor. Mereció y consiguió con su Sangre que fueras
nuestra Madre. Eva ya no se puede llamar madre, sino madrastra, porque mató a
sus hijos antes de que los pariese; al desear el fruto de muerte que colgaba
del árbol se hizo madre del pecado. Pero Tú, Virgen María, miraste con dolor el
Fruto colgado del árbol de la Cruz, miraste con amor el Fruto de la Vida, y por
eso fuiste Madre de todos los hombres redimidos. Al parirnos, Madre, nos
pariste con tanto dolor, que Aquel que pariste con tanta alegría te enseñó
desde la Cruz quienes eran los hijos que a Ti y a Él os costaban tanto. Por eso
te dijo: “Mujer, éste es tu hijo”. Estos son los hijos de tu dolor. Y a nosotros
nos mandó mirarte en tu dolor: “Ésta es tu Madre”, para obligarnos a serte
agradecidos, para que sepamos que siempre encontraremos en Ti una Madre los
pecadores. Serás siempre nuestra Madre, no puedes olvidar a los hijos que tanto
dolor te han costado.
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