domingo, 29 de noviembre de 2020
sábado, 28 de noviembre de 2020
PARA LA VISITA A NUESTRA MADRE MARÍA
¡Señora mía!, San Bernardo os llama robadora de corazones; dice que andáis robando corazones con vuestra hermosura y bondad; robad, os suplico, también mi corazón mi voluntad, que os entrego por completo, para que, unida con la vuestra, la ofrezcáis a Dios.
A Vos alzamos los ojos, ¡oh Soberana de los Ángeles y de los hombres! Un día todos nosotros hemos de comparecer ante nuestro Juez, cargados, ¡ay!, como estamos con tantos pecados. ¿Cómo osaremos comparecer ante Él, y quién apaciguará su justa cólera? Nadie hay que pueda hacerlo tan segura y eficazmente como Vos, ¡oh Madre de Misericordia!, que tanto le habéis amado y tan tiernamente habéis sido amada por Él. Abrid, pues, ¡oh Madre de gracias!, abrid el oído de vuestro Corazón a vuestros suspiros y entrañas de vuestra misericordia a nuestras lágrimas; recurrimos a Vos como a nuestra Divina Madre; aplacad la justa indignación de vuestro Divino Hijo y haced que entremos en su santa gracia. Vos no tenéis ninguna aversión al pecador, por indigno que él sea; no lo rechazáis en manera alguna si él suspira por Vos. Y si, penetrado del dolor de sus pecados, implora vuestra protección, Vos le animáis, incluso, a esperar, le sostenéis, le consoláis, y nunca le dejáis hasta que lo habéis reconciliado al fin con su Juez, para encontrar gracia a sus ojos. ¡Qué consuelo, qué motivo de esperanza para mí!
San Bernardo
sábado, 21 de noviembre de 2020
PRESENTACIÓN DE NUESTRA SANTÍSIMA MADRE EN EL TEMPLO
Contémplala cuando hace su
primera entrada en el Templo. Sabe que es la casa de Dios, que no es menos
santa que el cielo, y que no merece menos veneración que éste, puesto que el
Dios del cielo está también allí presente, donde fija su morada como si fuera
un cielo. Persuadiéndose además de que se encuentra ante la mirada de Dios como
los ángeles que están en el cielo empíreo, se conduce en este lugar santo con
un maravilloso respeto, piedad y devoción. Nada de pueril ni infantil veis en Ella;
no observáis más que señales de un profundo recogimiento y de una angelical
modestia. No vuelve la cabeza ni la vista de un lado a otro; a nadie mira, sus
ojos permanecen modestamente bajos. Guarda un profundo silencio, sin hablar a
nadie más que a Dios. Esta divina Niña que está en este Templo, Ella misma es
un verdadero templo, un templo vivo, el templo de la Divinidad, un templo
incomparablemente más augusto y santo que este templo material. Y, sin embargo,
se humilla profundamente, se juzga indignísima de estar en este santo lugar. Y
está siempre en él, no de pie o sentada, sobre cojines de seda, aunque sea
princesa y de sangre real; no levantada en bancos o cátedras, sino de rodillas
sobre el pavimento del Templo o postrando en tierra su rostro para adorar a su
Dios. He aquí algo de su exterior.
Y ¿quién podrá decir lo que pasa en su interior? Todo su espíritu, toda su voluntad, todo su corazón, todas las potencias y afectos de su alma ocúpense en Dios: en amarle, glorificarle, contemplarle, adorarle, en ofrecerse, en darse, en consagrarse y sacrificarse enteramente a su divina Majestad. Le presenta adoraciones y alabanzas más santas y que le son más gratas que todas las que le han sido dadas en este Templo desde cerca de mil años que fue construido. En una palabra, diríais al verla que esto no es una niña, ni una criatura humana, sino un serafín encarnado que ha tomado la forma de niña.
miércoles, 18 de noviembre de 2020
sábado, 14 de noviembre de 2020
EL CORAZÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN – MISERICORDIA DE MADRE
Y es que la misericordia de
María, como su Corazón de donde brotaba era de una Madre; esta es la razón
suprema que explica esa bondad y misericordia. Ya puede un hijo ser un
desgraciado, ya puede estar plagado de miserias físicas y morales, ya puede ser
el deshecho de todos, aunque a los demás inspire más bien repulsión, asco y
repugnancia, pero el corazón de su madre sentirá palpitar sus entrañas con
nuevo cariño, con nuevo y más encendido amor, cuando vea más y más desgracia y
miseria en su hijo.
El corazón de una madre nunca desmayará, ni se cansa, siempre espera, siempre confía poder remediar la situación de su hijo. Y no es que se engañe y se ciegue, es que tiene una luz, una clarividencia e intuición de corazón, que ve más allá de los demás, donde ya no se espera cosa alguna, sino males y miserias irremediables, el corazón de una madre ve rasgos o indicios, ve sedimentos que aún pueden levantar y dignificar el corazón de su desgraciado hijo. Una madre será capaz, por la fuerza de su ternura, por la bondad de su corazón, de reanimar sentimientos al parecer extinguidos, levantar un corazón que todos creían muerto, resucitar una conciencia endurecida por el pecado y las pasiones. Pregunta sobre esto a un San Agustín, dile que te diga lo que puede el corazón compasivo, piadoso, misericordioso de una madre.
Y ahora penetra en el Corazón de la Virgen, más Madre que ninguna otra madre, con una bondad y misericordia, resumen de todo lo que Dios derramó sobre todas las demás madres de la tierra. ¿Cómo sería y cómo será actualmente su Corazón? Por otra parte, no es ésta una comparación estéril, como tiene que ser muchas veces la de una madre que quiere, pero no sabe o no puede remediar a su hijo. María posee la omnipotencia del mismo Dios y toda ella la emplea generosamente para socorrer a sus hijos. ¿No lo hizo así en las bodas de Caná haciendo que Jesús obrara su primer milagro? ¿No obró de este modo con los Apóstoles los días de desolación y desconcierto? Ella, olvidándose hasta de sí misma, fue su única esperanza, su fuerza y su consuelo y los Apóstoles animados con esta bondad eficacísima de Madre, se agruparon en torno a Ella.
Y entre todos, ¿no fue San Pedro el que más experimentó la misericordia de su dulcísimo Corazón? Sin duda que a Ella acudió el santo cuando lleno de dolor por su triple negación, abandonó la casa del Sumo Sacerdote. A los pies de María debió San Pedro derramar sus primeras lágrimas, allí hizo la primera confesión de su cobarde apostasía. ¡Qué suerte la suya al encontrarse con el Corazón de la Santísima Virgen! ¿Qué hubiera sido de aquella alma sin este Corazón? Quizás un Judas, podía ser, motivos tenía tantos o más que aquel para desesperarse.
Pero a los pies de la Virgen, ante su Corazón no es posible desesperarse, ni desalentarse siquiera. Pedro se levantó de sus pies, seguro de su perdón, por eso no sólo no se desesperó como Judas, ni huyó como Adán al pecar; se quedó allí aguardando, esperando la resurrección de Jesús con el corazón lleno de la dulcísima confianza que había recibido de la Santísima Virgen. ¡Qué misericordia más de Madre!
sábado, 7 de noviembre de 2020
HOY ES PRIMER SÁBADO DE MES
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«Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre que está cubierto de espinas que los hombres ingratos continuamente le clavan, sin que haya nadie que haga un acto de reparación para arrancárselas»
«Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan continuamente con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que todos aquellos que, durante cinco meses, en el primer sábado se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan quince minutos de compañía, meditando en los quince misterios del Rosario, con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de sus almas»