La Virgen María ha sido elevada a la mansión celestial. Donde el Rey de los reyes está sentado en un trono adornado de estrellas |
SERMÓN DE SAN JUAN
DAMASCENO
2º Sobre la
Dormición de la Stma. Virgen
El arca santa y animada del
Dios viviente, que concibió en su seno a su Criador, descansa hoy en el templo
del Señor no construido por manos de hombre. David, su antepasado, se siente
transportado de alegría; y juntamente con él, cántanle himnos los Ángeles,
celébranla los Arcángeles, glorifícanla las Virtudes, estremécense de júbilo
los Principados, regocíjanse con ellos las Potestades, manifiestan su alegría
las Dominaciones, festéjanla los Tronos y repiten sus alabanzas los Serafines.
Hoy es recibido en la celestial Edén el paraíso animado del nuevo Adán, en el
cual fue revocada nuestra condenación, plantado el árbol de la vida y cubierta
nuestra desnudez.
No ha sido devuelta hoy a la
tierra aquella Virgen Inmaculada, que vivió ajena a todas las afecciones
terrenas y con el pensamiento puesto en el cielo: como cielo viviente, ha sido
colocada en los eternos tabernáculos. ¿Podía, en efecto, experimentar las
ignominias de la muerte la que había sido fuente de donde manó para todos los
hombres la verdadera vida? Cierto es que estuvo sujeta a la ley dictada por
aquel mismo a quien engendró, y que como hija del viejo Adán debió someterse al
antiguo decreto, del cual no se libró si su mismo Hijo, que es la vida por
esencia. Pero su cualidad de Madre del Dios viviente le mereció justamente
verse elevada cerca de Él.
Aquella Eva que había
consentido en las sugestiones dela serpiente fue condenada a los dolores del
parto y al castigo de la muerte, y tuvo que permanecer sepultada en el seno de
la tierra. Pero ¿cómo podía ser presa de la muerte esta nueva Eva,
verdaderamente dichosa, que escuchó dócilmente la palabra divina, fue fecundada
por obra del Espíritu Santo, concibió, a la casta salutación del Arcángel,
fuera de toda ley humana, al Hijo de Dios, dióle a luz sin dolor, y se
consagró, por último, a Dios por entero? ¿Cómo habría podido acabar sepultada
en el seno de la tierra? ¿Podría ser pasto de la corrupción un cuerpo escogido
por la misma vida para encarnarse? A esta nueva Eva, abrióle Dios un camino
recto, llano y fácil para subir al cielo. Porque si Jesucristo, vida y verdad,
ha dicho: “Allí donde yo estuviere, estará también mi servidor”, con mucho
mayor motivo debe estar con Él su Madre.
Del Oficio de
Maitines,
del “Breviario
Romano”
(Gubianas-1940)
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