SANA
UN NIÑO AL CONTACTO DEL SANTO ESCAPULARIO
La señora doña María García de
Vélez, manifestaba al Rvdo. P. Llop, la curación milagrosa de su hijo mediante
el santo Escapulario, en los siguientes términos:
Un día del pasado mes de enero
se sintió enfermo uno de mis hijos, y, aunque sin dar al caso la menor
importancia, se llamó al médico de casa para que le reconociese; ¡pero qué
atroz sufrimiento despertaron sus palabras en nuestros corazones! El niño —nos
dice— lo que tiene es pleuresía, y le encuentro muy grave. Y así fue, en
efecto. Las fiebres, desde aquel momento, fueron altísimas, por lo que el
médico decidió punzarle el costado, pues se le había formado en él un líquido
purulento que, necesariamente, se le tenía que sacar en seguida. Así lo hizo
por dos veces el doctor, sacándole un litro cada vez, y asegurando que tendría
que repetirse esto dos o tres veces más, hasta que no quedara una sola gota.
Pero he aquí la protección de nuestra Madre dulcísima del Carmen: le pedimos
con toda nuestra alma la salud de nuestro amado enfermito, si convenía, y que
no tuviera que punzarle más, pues mi hijito sufría horrores en aquellos ratos
tan dolorosos, y yo, al par que él, en mi corazón de madre. Todos los de casa
comenzamos una novena a nuestra Madre amantísima del Carmen, y en el lado
enfermo se le puso el Escapulario que tiene en sus manos la Virgen, pues él
lleva con gran fervor el de Cofrade sobre su pecho. Tantas fueron nuestras
súplicas y lágrimas, que el Corazón de la celestial Señora se conmovió
seguramente, pues, a los pocos días y tras varios reconocimientos, dijo el
médico: "Parece increíble, pero es cierto; no existe ya líquido ninguno,
por lo que desisto de punzarle ni una vez más”. Y así sucedió, desapareciendo
la fiebre por completo. Y nosotros decimos: “¿no es este el milagro que tanto
hemos pedido a la Virgen del Carmen?” Sea mil veces bendita por habernos
escuchado en nuestra aflicción.
Milagros y Prodigios del Santo
Escapulario del Carmen
por el P. Fr. Juan Fernández
Martín, O.C.
La Virgen es la Madre que nos
viste de la gracia, que toma bajo su protección nuestra vida sobrenatural hasta asegurar su
florecimiento en la vida eterna. Ella, la toda limpia, llena de gracia desde el
primer instante de su Concepción, toma nuestras almas manchadas por el pecado,
y con gesto maternal las lava en la Sangre de Cristo, las reviste de la gracia
que, juntamente con Él, nos ha merecido. Podemos muy bien decir que el vestido
de la gracia ha sido tejido por las manos benditas de María, la cual, día tras
día, momento tras momento, se ha dado a sí misma entera, en unión con su Hijo,
por nuestra redención. La leyenda habla de la túnica inconsútil que la Virgen
tejió para Jesús; mas para nosotros –y es una realidad- ha hecho mucho más: ha
cooperado a procurarnos el vestido de nuestra salvación eterna, vestido de
bodas por el cual seremos introducidos en la sala del banquete celestial. ¡Cómo
quisiera Ella que este vestido fuese imperecedero! Desde el momento en que lo
hemos recibido, María no ha cesado jamás de seguirnos con su mirada maternal
para tutelar en nosotros la vida de la gracia. Cada una de nuestras
conversiones a Dios, cada levantarnos de la culpa –grande o pequeña-, cada
progreso en la gracia se efectúa siempre por la mediación de María. El
escapulario que la Virgen del Carmen nos ofrece no es más que el símbolo
externo de esta su asidua tarea maternal; símbolo, pero también prenda de
salvación eterna.
“Recibe, hijo amadísimo –dijo la Virgen a San Simón Stock-, este escapulario; quien muera con él no parecerá el fuego eterno”
La Virgen asegura la gracia suprema de la perseverancia final a todos los que llevan dignamente su Santo Escapulario.
“Quien lleve el escapulario
–ha dicho el Venerable Pío XII-, hace profesión de pertenecer a Nuestra
Señora”; precisamente en fuerza de nuestra pertenencia a Ella, la Virgen se
toma un cuidado especialísimo por nuestras almas: lo que es suyo no puede
perderse, no puede ser tocado por el fuego eterno. Su poderosa intercesión
maternal le da derecho a repetir a favor de sus hijos las palabras de Jesús:
“Padre Santo…, he guardado a aquellos que Tú me diste, y ninguno de ellos ha
perecido” (Jn. 17, 12).
Flor del Carmelo, Viña
florecida, Esplendor del cielo, Virgen singular; Madre bondadosa e intacta,
otorga a tus Hijos tus privilegios, ¡oh Estrella del mar!
San Simón Stock
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