Pues bien, convéncete: la devoción al Corazón de María es de una actualidad urgente, es de una necesidad perentoria; no podemos ni debemos desperdiciar estos momentos |
La Voluntad de Dios.- No hay una expresión explícita de esta
voluntad de Dios que nos mande o nos invite a honrar al Corazón de la Virgen.
De todos modos, es evidente que Dios así lo quiere y ardientemente lo desea.
¿No sabemos que su voluntad es que vayamos a Él por medio de María? ¿No es, por
otra parte, cierto que nos invita a entrar y fijar nuestra morada en su Divino
Corazón? Y ¿cómo hemos de ir a ese Corazón? ¿Quién nos abrirá la puerta y nos
introducirá en Él sino la Santísima Virgen?
La devoción al Corazón
Inmaculado de María es el mejor camino. La mejor preparación para llegar a
practicar la devoción al Corazón de Jesús. Pues bien, la voluntad de Dios de
que honremos a su Divino Corazón es clara, terminante; luego también es clara,
aunque implícitamente contenida en aquella, la voluntad Divina de que honremos
al Corazón Inmaculado de su Madre. “He aquí este Corazón que tanto ha amado a
los hombres”, dice Jesús, para lanzarnos a su amor. Idénticas palabras podemos
decir de la Virgen. Después del de Jesús, ningún corazón nos ha amado como el
de María, ningún corazón nos ha enseñado a amar a Jesús como el de la Virgen, ningún
corazón puede servirnos de modelo como el suyo.
En esa queja amorosísima del
Corazón de Jesús, en la que manifiesta lo que le hace sufrir el desamor y la
ingratitud de los hombres, en esa queja repito, entramos todos sin excepción.
Al pronunciar esas palabras el Corazón de Jesús pensaba en todos nosotros, a
todos nos las aplicaba, a la conducta de todos se refería, ¿no es verdad?, ¿no
te dice tu corazón que, efectivamente, así es por lo que respecta a ti? Pero
mira, el corazón de María no es así, es el único en el que no pensaba Jesús al
lanzar esa queja de amor. Jesús no tiene ninguna queja del Corazón de su Madre.
¡Qué gusto! ¡Qué satisfacción para nosotros mirar, estudiar, aprender ese
modelo, para aprender con ese Corazón y por su medio, a amar al Corazón de
Cristo! ¿No ha de querer Dios esto, no nos lo ha mandado? ¿Pero es que hacía
falta mandar una cosa como esta?
Tu corazón debe encerrarse en
el de Jesús; luego debes encerrarle entes en el de tu Madre. La devoción, por
tanto, al Corazón de Jesús, te exige una devoción tierna al Corazón de la
Santísima Virgen. Esta es la voluntad de Dios. Pero hay más y es que esta
voluntad del Señor se ha manifestado especialmente y precisamente en estos
tiempos actuales; la vida de estos tiempos se caracteriza por el egoísmo; el
corazón humano ha ido cada vez más reconcentrándose en sí mismo, buscándose a
sí mismo, olvidándose de Dios y del prójimo. ¿Quién se sacrifica hoy día por
amor de Dios y de las almas? ¿Qué ideales persigue el mundo moderno? Aun las
almas que practican la vida de devoción y que se creen quizás muy buenas y muy
santas, ¿qué amor de caridad tienen? ¿No las ves cómo buscan su provecho, su
utilidad, en fin, su egoísmo en todo? ¡Qué asco! ¡Qué repugnancia tiene que
causar esto al Corazón Sacratísimo de Jesús!
Él busca el corazón del
hombre, le pide su corazón y su amor y no encuentran más que egoísmos por
doquier. Por eso ha esperado a estos tiempos para curar al mundo de esta falta
de amor; por eso rasga su pecho, le muestra su Corazón y le invita al amor con
el ejemplo de ese mismo Corazón. La devoción al Corazón de Jesús es la
solución, el remedio que Dios tenía reservado para curar las enfermedades
actuales del corazón humano. Pues bien, convéncete: la devoción al Corazón de
María es de una actualidad urgente, es de una necesidad perentoria; no podemos
ni debemos desperdiciar estos momentos, ni desperdiciar este llamamiento que al
corazón del hombre hace el Señor, por medio de su Corazón y el de su Santísima
Madre.