No quiera Dios, ¡oh intercesora de los hombres!, que mis pecados sean un obstáculo para que ejerzáis conmigo vuestra misericordia |
A Vos recurro, ¡oh gloriosa
Madre de Dios!, a quien la Santa Iglesia llama Madre de misericordia. Vos sois,
¡oh María!, la que nunca ha sufrido repulsa del Señor y cuya misericordia no ha
faltado nunca a nadie, cuya clemencia no ha desoído la súplica del desdichado.
No quiera Dios, ¡oh intercesora de los hombres!, y su única esperanza para con
vuestro Hijo, que mis pecados sean un obstáculo para que ejerzáis conmigo
vuestra misericordia. ¡Ah! ¡no! Yo espero que os dignareis acordarme la gracia
de expiarlos y arrepentirme de ellos sinceramente. Amén.
San Guillermo de
París
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