sábado, 15 de septiembre de 2018

LOS DOLORES DE NUESTRA MADRE MARÍA

Fac me vere tecum flere, crucifixo condolere, donec ego vixero. Juxta crucem tecum stare te libenter sociare in planctu desidero

El encuentro.- Contempla en silencio este devotísimo paso. No es posible expresarlo con palabras; deja a tu corazón que hable y sienta todo lo que pueda y sea capaz de sentir. Mira el sentimiento de aquella Madre que anhela acercarse a su Hijo, quiere verlo más de cerca, cambiar con Él una mirada, una palabra, una muestra de afecto y de cariño maternal. Y, efectivamente, en medio de la calle de la amargura, le sale al encuentro, le tiende sus brazos, le quisiera arrancar, si fuera posible y llevarle consigo.

Jesús levanta sus ojos y ve a su Madre; se encuentran las dos miradas. ¡Cuántas cosas se dirían con ellas! ¡Qué bien se entenderían! Los corazones se compenetraron y cada uno aumentó más su dolor con la vista del otro. Bien lo sabía María y, no obstante, no rehúye el encuentro.

Quizás no creyera ver tan desfigurado a su Hijo. ¡Cuán grande sería su dolor al contemplar aquel rostro Divino tan asquerosamente tratado y tan horriblemente desfigurado! Sólo Ella, con su mirada de Madre, lo pudo conocer. Aprende generosidad ante el hecho de ver a María salir al encuentro de Jesús, que tanto dolor le había de causar. No dudes, no vaciles, sal generosamente el encuentro del dolor, del sufrimiento, que allí te espera Jesús, allí encontrarás indefectiblemente a Jesús.  




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