¡Oh Virgen del Carmen María
Santísima!, que para defender a los Carmelitas, tus hijos, cuando se intentaba
extinguir la sagrada Religión del Carmen, mostrando siempre el amor y singular
predilección con que los amparas, mandaste al Sumo Pontífice, Honorio III, los
recibiese benignamente y confirmase su instituto, dándole por señal de que esta
era tu voluntad y la de tu Divino Hijo, la repentina muerte de dos que
especialmente la contradecían. Te ruego, Señora, me defiendas de todos mis
enemigos de alma y cuerpo, para que con quietud y paz viva siempre en el santo
servicio de Dios y tuyo. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo:
Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia…
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