martes, 27 de marzo de 2018

DEVOCIÓN DE LOS SIETE DOLORES DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA (Meditaciones para cada día de la semana para acompañar y desagraviar Su Inmaculado Corazón)


El Rosario de los Siete Dolores

MARTES


Acto de Contrición

V.- ¡Oh Dios ven en mi auxilio!
R.- Señor, apresúrate a socorrerme
Gloria al Padre…

Tercer Dolor de María Santísima
El Niño Jesús perdido

Entre los mayores sufrimientos que la Madre de Dios padeció en su vida, está este dolor: La pérdida de su Hijo, que se quedó en el Templo de Jerusalén. Acostumbrada a gozar de la dulcísima presencia de su Jesús, se vio por tres días privada de Él.

MEDITACIÓN

Qué ansiedad tuvo que experimentar esta afligida Madre durante aquellos tres días en los que anduvo por todos lados preguntando por su Hijo, como la Esposa de los Cantares: “¿Acaso habéis visto al que ama mi alma?” (Cant. 3, 3) Este tercer dolor de María primeramente debe servir de consuelo a quienes están desolados y no gozan de la presencia de su Señor, que en otro tiempo sintieron. Lloren, sí, pero con paz, como lloraba María la pérdida de su Hijo. Y el que quiera encontrar al Señor sepa que debe buscarlo, no entre las delicias y los placeres del mundo, sino entre las cruces y las mortificaciones, como lo buscó María. “Tu padre y yo te hemos buscado llenos de aflicción” (Lc. 2, 48) dijo Ella a su Hijo. Debemos aprender de María a buscar a Jesús. Por lo demás es el único bien que debemos buscar: Jesús. Dice San Agustín, hablando de Job: “Perdió lo que le había dado Dios, pero tenía a Dios” Si María lloró tres días la pérdida de su Hijo, con cuánta más razón deben llorar los pecadores que han perdido la gracia de Dios y a los que el Señor les dice: “Vosotros no sois mi pueblo y yo no soy para vosotros vuestro Dios” (Os. 1, 9) Porque esto es lo que hace el pecado, separa el alma de Dios: “Vuestras culpas os separaron a vosotros de vuestro Dios” (Is. 59, 2) Por lo cual, aunque un pecador sea muy rico habiendo perdido a Dios, todo lo de la tierra no es más que humo y sufrimiento, como lo confesó Salomón: “Todo es vanidad y aflicción del Espíritu” (Eclo. 1, 14)

Padrenuestro… Siete Avemarías…

Versículo: ¡Oh María, Madre mía!, dadme de vuestro dolor, para haceros compañía en la muerte de mi Dios.

Dios te salve, Reina…

OREMOS

¡Oh Dios!, en cuya Pasión, de acuerdo con la Profecía de Simeón, una espada de dolor traspasó el Alma Dulcísima de María, Virgen y Madre gloriosa; conceded a nosotros que conmemoramos y reverenciamos vuestros dolores, sintamos el bendito efecto de Vuestra Pasión, Vos que vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén.

Se concluye con tres Avemarías en honor de las lágrimas derramadas por Nuestra Señora en sus Dolores.

Extractos de textos de “Las Glorias
de María” de San Alfonso Mª de Ligorio



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