sábado, 24 de febrero de 2018

MARÍA EN LA VIDA PÚBLICA DE JESÚS

Es cierto que Jesús no necesitaba de las oraciones de su Madre para hacer fructificar su predicación, pero quiso asociar a la Santísima Virgen y valerse de sus oraciones, para enseñarnos cómo la vida activa debe de ir acompañada de la contemplativa

UNIÓN EN ESPÍRITU CON SU HIJO.- No se puede dudar que ante todo la vida de María fue o continuó siendo de unión perfectísima con su Jesús. Represéntate el momento de la separación. ¡Qué triste y qué resignada!, María hace con Jesús la última comida. Le prepara los vestidos, las sandalias para el camino, le acompaña un trecho largo, pero ya Jesús no quiere que le siga más; se abrazan los dos, y se separan. ¡Qué dolor y qué amargura para María! ¡Qué soledad la de Nazaret!; la casa, el taller, le recordaban tantas cosas y ahora ¡todo vacío!, ¡todo entristecido! Sin embargo, María no se separa definitivamente de Jesús; sin Él no sabe vivir, le deja de ver y acompañar corporalmente, pero no espiritualmente. En espíritu, María estará día y noche donde está Él, sin acertar a pensar otra cosa más que en lo que Él hace, lo que a Él le ocurre, lo que Él se cansa, sufre y trabaja. ¡Qué fuerza más grande la del amor! Hace que no se separen las almas ni aun con la misma muerte. ¿Es así tu amor a Jesús? ¿Imitas a María en esta compenetración en Él?

COOPERACIÓN A SU OBRA APOSTÓLICA.- Desde su retiro de Nazaret, María cooperó y muy activamente al apostolado de Jesús. Mientras Él predicaba y trabajaba y caminaba, María oraba y suplicaba y sufría y con su oración y mortificación continua, ¡cuántas conversiones no conseguiría de las almas que escuchaban a su Hijo! Si convirtió el agua en vino por su intercesión, ¿no serían también por su intercesión muchos de sus milagros, muchas de sus conversiones?

Es cierto que Jesús no necesitaba de las oraciones de su Madre para hacer fructificar su predicación, pero quiso asociar a la Santísima Virgen y valerse de sus oraciones, para enseñarnos cómo la vida activa debe de ir acompañada de la contemplativa, que muchos de los frutos que consiguen los predicadores de la verdad, no dependen tanto de sus palabras como de las oraciones, quizás de las almas ocultas, que solo Dios sabe y conoce.


¡Qué hermoso apostolado! Entusiásmate con él; no podrás predicar ni hacer maravillas, ni obrar milagros, pero puedes, como María, mortificarte en el silencio, orar, suplicarle, sufrir por las almas y algún día conocerás el fruto de ese magnífico apostolado. Mira tu modelo en la Santísima Virgen. Verdaderamente que bajo este aspecto bien puede ser llamada “Reina de los Apóstoles”



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