sábado, 31 de diciembre de 2016

¡MADRE DE DIOS Y MADRE MÍA!

¡Oh clementísima!, ¡oh dulcísima Virgen María!, ¡oh Madre amabilísima!, qué aliento, confianza y alegría siente mi alma en nombraros y aun solamente en acordarme de Vos

¡Madre de Dios y Madre mía!, aunque mi lengua inmunda es indigna de nombraros, Vos, que me amáis y deseáis mi salvación, me habéis de conceder el que pueda invocar en mi favor vuestro Santísimo y Poderosísimo Nombre, de gracia y salud en vida y muerte.

¡Oh Virgen Purísima!, ¡oh Madre Amorosísima!, ¡oh María!, sea para mí en adelante vuestro Santo Nombre escudo y defensa, concediéndome que en todas mis tentaciones, necesidades y peligros, y con especialidad a la hora de la muerte, clame sin cesar: «¡María, María!», para tener así la suerte de acabar la vida felizmente y veros y bendeciros en el Cielo por toda la eternidad. ¡Oh clementísima!, ¡oh dulcísima Virgen María!, ¡oh Madre amabilísima!, qué aliento, confianza y alegría siente mi alma en nombraros y aun solamente en acordarme de Vos. Doy gracias a Dios de haberos dado, para mi bien, un nombre tan dulce, un nombre tan amable y tan poderoso.

Mas no me satisfago con que mis labios le pronuncien, sino que además quiero nombraros por amor y con amor; quiero que el amor me recuerde a cada hora tan hermoso Nombre; quiero poner todo mi amor en él.

¡Oh María, oh Jesús! Vivan únicamente vuestros dulcísimos nombres en mi memoria y en la de mis prójimos, olvidando cómo se llaman las criaturas para no tener otros en el corazón y la boca que los nombres adorables de Jesús y María.

¡Jesús amantísimo, Redentor mío!, ¡Madre amorosísima!, ¡Madre de mi alma!, por vuestros merecimientos os pido, como gracia especial, que a la hora de mi muerte las últimas palabras que articule sean decir:


¡Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía!


domingo, 25 de diciembre de 2016

NAVIDAD - 2016


Allelúia!!!

A todos nuestros amigos y lectores Santas y Felices Navidades. Que Dios Encarnado, con María y José, llenen sus hogares de bendiciones.

PAX ET BONUM!


miércoles, 21 de diciembre de 2016

DI QUE SÍ... ¡OH MARÍA!


Oíste, ¡oh Virgen!, el hecho; oíste el modo también; lo uno y lo otro es cosa maravillosa, lo uno y lo otro es cosa agradable. Gózate, hija de Sión; alégrate, hija de Jerusalén. Y pues a tus oídos ha dado el Señor gozo y alegría, oigamos nosotros de tu boca la respuesta de alegría que deseamos para que con ella entre la alegría y el gozo en nuestros huesos afligidos y humillados. Oíste, vuelvo a decir, el hecho, y lo creíste; cree lo que oíste también acerca del modo. Oíste que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que le envió. Esperamos también nosotros, Señora esta palabra de misericordia, a los cuales tiene condenados a muerte la divina sentencia, de que seremos librados por tus palabras. Ve que se pone entre tus manos el precio de nuestra salud; al punto seremos librados si consientes. Por la palabra eterna de Dios fuimos todos criados, y con todo eso morimos; mas por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para no volver a morir. Esto te suplica, ¡oh piadosa Virgen! , el triste Adán, desterrado del paraíso con toda su miserable posteridad. Esto Abraham, esto David con todos los santos Padres tuyos, los cuales están detenidos en la región de la sombra de la muerte; esto mismo te pide el mundo todo postrado a tus pies. Y no sin motivo, aguarda con ansia tu respuesta, porque de tu palabra depende el consuelo de los miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la salud, finalmente, de todos los hijos de Adán, de todo vuestro linaje. Da, ¡oh Virgen!, aprisa la respuesta.

¡Ah, Señora!, responde aquella palabra que espera la tierra, que espera el infierno, que esperan también los ciudadanos del cielo. El mismo Rey y Señor de todos, cuanto deseó tu hermosura, tanto desea ahora la respuesta de tu consentimiento; en la cual sin duda se ha propuesto salvar el mundo. A quien agradaste por tu silencio agradarás ahora mucho más por tus palabras, pues Él te habla desde el cielo diciendo: ¡Oh hermosa entre las mujeres, hazme que oiga tu voz! Si tú le haces oír tu voz, Él te hará ver el misterio de nuestra salud. ¿Por ventura, no es esto lo que buscabas, por lo que gemías, por lo que orando días y noches suspirabas? ¿Qué haces, pues? ¿Eres tú aquella para quien se guardan estas promesas o esperamos otra? No, no; tú misma eres, no es otra. Tú eres, vuelvo a decir, aquella prometida, aquella esperada, aquella deseada, de quien tu santo padre Jacob, estando para morir, esperaba la vida eterna, diciendo: “Tu, salud esperaré., Señor". En quien y por la cual Dios mismo, nuestro Rey, dispuso antes de los siglos obrar la salud en medio de la tierra. ¿Por qué esperaras de otra lo que a ti misma te ofrecen? ¿Por qué aguardarás de otra lo que al punto se hará por ti, como des tu consentimiento y respondas una palabra? Responde, pues, presto al ángel, o, por mejor decir, al Señor por el ángel; responde una palabra y recibe otra palabra; pronuncia la tuya y concibe la divina; articula la transitoria y admite en ti la eterna. ¿Qué tardas? ¿Qué recelas? Creo, di que sí y recibe. Cobre ahora aliento tu humildad y tu vergüenza confianza. De ningún modo conviene que tu sencillez virginal se olvide aquí de la prudencia. En sólo este negocio no temas, Virgen prudente, la presunción; porque, aunque es agradable la vergüenza en el silencio, pero más necesaria es ahora la piedad en las palabras. Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas entrañas al Criador. Mira que el deseado de todas las gentes está llamando a tu puerta. ¡Ay si, deteniéndote en abrirle, pasa adelante, y después vuelves con dolor a buscar al amado de tu alma! Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la devoción, abre por el consentimiento.

San Bernardo Abad,
del libro "Las Grandezas de María"




"He aquí, dice la Virgen, la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra"



sábado, 17 de diciembre de 2016

MARÍA DE LA ESPERANZA

De aquel mismo serás Madre de quien Dios es Padre

Abre, Virgen, el seno, dilata el regazo, prepara tus castas entrañas, pues va a hacer en Ti cosas grandes el que es Todopoderoso, en tanto grado, que en vez de la maldición de Israel te llamarán bienaventurada todas las generaciones. No tengas por sospechosa, Virgen prudentísima, la fecundidad; porque no disminuirá tu integridad. Concebirás, pero sin pecado; estarás embarazada, pero no cargada; darás a luz, pero no con tristeza; no conocerás varón y engendrarás un Hijo. ¿Qué hijo! De aquel mismo serás Madre de quien Dios es Padre. El hijo de la caridad paterna será la corona de tu Castidad; la Sabiduría del Corazón del Padre será el fruto de tu Virgíneo Seno; a Dios, en fin, darás a luz y concebirás de Dios. Ten, pues, ánimo, Virgen fecunda, Madre intacta, porque no serás maldecida jamás en Israel ni contada entre las estériles. Y si con todo eso el Israel carnal te maldice, no porque te mire estéril, sino porque sienta que seas fecunda; acuérdate que Cristo también sufrió la maldición; el mismo que a Ti, que eres su madre, bendijo en los cielos; pero aun en la tierra igualmente eres bendecida por el Ángel, y por todas las generaciones de la tierra eres llamada, con razón, bienaventurada. Bendita, pues, eres Tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

San Bernardo Abad,
del libro "Las Grandezas de María"


jueves, 8 de diciembre de 2016

ORACIÓN A LA INMACULADA CONCEPCIÓN - 2016

La maligna serpiente, contra quien fue lanzada la primera maldición, sigue combatiendo con furor y tentando a los miserables hijos de Eva

Inmaculada Madre de Dios, Reina de los cielos, Madre de misericordia, abogada y refugio de los pecadores: he aquí que yo, iluminado y movido por las gracias que vuestra maternal benevolencia abundantemente me ha obtenido del Tesoro Divino, propongo poner mi corazón ahora y siempre en vuestras manos para que sea consagrado a Jesús.

A Vos, ¡oh Virgen santísima!, lo entrego, en presencia de los nueve coros de los Ángeles y de todos los Santos; Vos, en mi nombre, consagradlo a Jesús; y por la filial confianza que os tengo, estoy seguro de que haréis ahora y siempre que mi corazón sea enteramente de Jesús, imitando perfectamente a los Santos, especialmente a San José, vuestro Purísimo esposo. Amén.

San Vicente Pallotti




sábado, 3 de diciembre de 2016

¡OH VIRGEN INMACULADA Y SANTA!

Vos estáis llena de gracia, alcánzame parte de ella

¡Oh Virgen Inmaculada y Santa! ¡Oh Criatura la más Humilde y más sublime delante de Dios! Vos fuisteis tan pequeña a vuestros ojos, pero grande a los de Nuestros Señor, que os exaltó hasta elegiros por Madre, y haceros en consecuencia Reina del cielo y de la tierra. Doy gracias pues, a aquel Dios que tanto os ha exaltado, y me regocijo con Vos de veros tan unida a Dios, que no es permitido estarlo más a una simple criatura. Me avergüenzo de presentarme a Vos que  sois tan humilde con tantas prerrogativas, siendo yo miserable y orgulloso con tantos pecados. Pero a pesar de mis miserias quiero también saludaros: “Dios te salve, María, llena eres de gracia” Vos estáis llena de gracia, alcánzame parte de ella. “El Señor es contigo” Aquel Señor que ha estado siempre con Vos desde el primer instante de vuestra creación, ahora se ha unido más con Vos haciéndose vuestro Hijo. “Bendita tú eres entre todas las mujeres” ¡Oh mujer bendita entre todas las mujeres!, alcanzad también para nosotros la divina bendición. “Y bendito es el fruto de tu vientre” ¡Oh planta bendita que habéis dado el mundo un fruto tan noble y santo! “Santa María, Madre de Dios” ¡Oh María!, yo confieso que sois la verdadera Madre de Dios, y estoy pronto amar mil veces la vida para defender esta verdad. “Ruega por nosotros pecadores” Pero si Vos sois la Madre de Dios, sois también la madre de nuestra salvación y de nosotros pobres pecadores, pues por salvar a los pecadores Dios se hizo hombre y os eligió por Madre suya, a fin de que vuestros ruegos tuviesen la virtud de salvar a cualquier pecador. Ea, pues, ¡oh María!, rogad por nosotros, “ahora y en la hora de nuestra muerte” Rogad siempre, rogad ahora que nos hallamos rodeados de tentaciones y peligros de perder a Dios; pero rogad principalmente en la hora de nuestra muerte, cuando estaremos próximos a salir de este mundo, y a ser presentados al Divido Tribunal, a fin de que salvándonos por los méritos de Jesucristo y por vuestra intercesión podamos llegar un día, sin peligro ya de perdernos, a saludaros y alabaros con vuestro Hijo en el cielo por toda la eternidad Así sea. 



HOY ES PRIMER SÁBADO DE MES



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