Para llegar a la novena, pinchar AQUÍ
miércoles, 30 de noviembre de 2016
domingo, 27 de noviembre de 2016
27 DE NOVIEMBRE, NUESTRA MADRE DE LA MEDALLA MILAGROSA
PARA
OBTENER LA CURACIÓN DE UN ENFERMO
¡Oh María, sin pecado concebida, cuya inmensa bondad y
tierna misericordia no excluye el alivio de este amargo fruto de la culpa que
se llama enfermedad de la cual es con frecuencia víctima nuestro miserable
cuerpo! ¡Oh Madre Piadosa, a quien la Iglesia llama confiada ¡Salud de los
enfermos! Aquí me tenéis implorando vuestro favor. Lo que tantos afligidos
obtenían por la palabra de vuestro Hijo Jesús, obténgalo este querido enfermo,
que os recomiendo, mediante la aplicación de vuestra Medalla. Que su eficacia,
tantas veces probada y reconocida en todo el mundo, se manifieste una vez más:
para que cuantos seamos testigos de este nuevo favor vuestro, podamos exclamar
agradecidos: La Medalla Milagrosa le ha curado. Así sea.
sábado, 26 de noviembre de 2016
DE LA PACIENCIA DE MARÍA
Cuando nos sintamos, pues, oprimidos bajo el peso de las cruces, acudamos a María |
Siendo este mundo un lugar de
méritos, con razón se llama valle de lágrimas; pues aquí todos estamos puestos
para padecer y conquistar con la paciencia la vida eterna a nuestras almas,
como ya lo expresó el Señor diciendo: “Con vuestra paciencia poseeréis vuestras
almas” Dios nos dio a la Virgen María como modelo de todas las virtudes, pero
especialmente como ejemplar de paciencia. San Francisco de Sales hace entre
otras reflexión, que Jesucristo en las bodas de Caná dio para este fin a la
Santísima Virgen aquella contestación con la cual parecía que no hacía caso de
sus ruegos, precisamente para ofrecernos un ejemplo de la paciencia de su Santa
Madre. Mas ¿qué necesidad hay de citar casos cuando toda la vida de María fue
un continuo ejercicio de paciencia, cuando la Bienaventurada Virgen vivió
siempre entre penas, como el Ángel lo reveló a Santa Brígida? Solamente el
dolor que sintió por los tormentos del Redentor bastó para hacerla mártir de
paciencia; por lo que dijo San
Buenaventura: “Crucificada concibió al Crucificado” Cuánto padeciese en el
viaje y permanencia en Egipto, así como durante todo el tiempo que vivió con su
Hijo en la tierra de Nazaret, ya lo hemos considerado antes al hablar de sus
dolores. Solamente la presencia de María junto a su Hijo moribundo en el Calvario es suficiente para probar cuán
constante y sublime fue su paciencia. Entonces fue cuando por el mérito de su
paciencia, como dice el beato Alberto Magno, se hizo nuestra Madre y nos parió en la vida de la
gracia.
Si deseamos, pues, ser hijos
de María, debemos procurar imitar su paciencia. “¿Qué modo mejor -dice San Cipriano-, para enriquecernos de
méritos en esta vida y de gloria en la otra, que el sufrir con paciencia las
penas? Dios dijo por boca de Oseas: “Yo cerraré tu camino con espinas”, a lo
que San Gregorio añade: “Las sendas de los escogidos están circuidas de
espinos. Así como se circuye la viña de espinos para conservarla, así Dios rodea
de tribulaciones a sus siervos para que no tengan apego a las cosas de la
tierra” Por eso concluye San Cipriano que la paciencia nos libra del pecado y
del infierno, y es la que hace los Santos, llevando con paz las cruces que nos
vienen directamente de Dios, esto es, las enfermedades, la pobreza, et cétera,
lo mismo que las que nos vienen de los hombres, como persecuciones, injurias,
et cétera. San Juan vio a todos los Santos con palmas en las manos (señal del
martirio); lo que significa que todos los adultos que se salvan han de ser
mártires o de sangre o de paciencia. A la vista de esto exclama lleno de gozo
San Gregorio: “Si conservamos la paciencia, podemos ser también mártires sin
hierro” Si sufrimos las penas de esta vida, como dice San Bernardo, con
paciencia, con gusto y con alegría, ¡ah!, ¡cómo fructificará en el cielo cada
pena sufrida por Dios! Por esto, el Apóstol nos anima a que suframos las breves
aflicciones de esta vida; y Santa Teresa nos hace estas hermosas advertencias: “El
que abraza la Cruz no la siente. Cuando alguno se decide a sufrir, la pena se
acaba” Cuando nos sintamos, pues, oprimidos bajo el peso de las cruces,
acudamos a María, a la cual la Iglesia llama: “Consuelo de afligidos”; y San
Juan Damasceno:
“Medicamento para todos los dolores de los corazones” ¡Ah Señora mía dulcísima, Vos inocente padecisteis con tanta paciencia, y yo reo del infierno rehusaré padecer! Madre mía, no os pido hoy la gracia de que me libréis de las cruces, sino la de llevarlas con paciencia. Por el amor de Jesús os ruego que me alcancéis esta gracia que espero de Vos.
jueves, 24 de noviembre de 2016
ORACIONES DE LOS SANTOS A NUESTRA MADRE MARÍA
Concededme la gracia de amar a mi Señor Jesucristo Vuestro Hijo, con un amor verdadero y perfecto |
¡Virgen bondadosa! ¡Madre misericordiosa! Yo os
recomiendo mi cuerpo y mi alma, mis pensamientos y mis acciones, mi vida y mi
muerte. Ayudadme ¡oh Reina mía! y libradme de todas las asechanzas del demonio.
Concededme la gracia de amar a mi Señor Jesucristo Vuestro Hijo, con un amor
verdadero y perfecto y la de amaros después de Él, ¡oh María! sobre todas las
cosas. Así sea.
Santo Tomás de Aquino
lunes, 21 de noviembre de 2016
21 DE NOVIEMBRE, PRESENTACIÓN DE MARÍA EN EL TEMPLO
“Señor, con sencillez de corazón me ofrezco hoy a Vos por sierva perpetua, en obsequio y sacrificio de eterna alabanza” |
A la separación total corresponde el ofrecimiento y la
consagración total. María se entrega toda a su Dios, se entrega sin reserva, se
entrega a Él para siempre. “Señor, con sencillez de corazón me ofrezco hoy a
Vos por sierva perpetua, en obsequio y sacrificio de eterna alabanza” (Imit.
IV, 9, 1). Tales debieron de ser las disposiciones con que la Santa Niña se
ofreció al Altísimo, disposiciones que fueron vividas con plenitud y una
coherencia que desconcierta nuestra miseria. Ni siquiera por un instante
desmintió María su consagración total; Dios pudo hacer de Ella todo lo que
quiso sin encontrar nunca la menor resistencia. Circunstancias penosas y difíciles
sobremanera llenaron la vida de la Virgen: la duda de San José sobre el origen
de su maternidad, el viaje a Belén en circunstancias tan delicadas e incómodas,
la mísera pobreza en que vio nacer a su Hijo, la huida a Egipto, la vida de
estrecheces en Nazaret, la hostilidad y la malignidad de los fariseos contra
Jesús, la traición de Judas, la ingratitud de un pueblo tan favorecido y amado,
la condena a muerte del Hijo, el camino del Calvario, la Crucifixión en medio
de los insultos del populacho. En vano escrutaremos el Corazón de María para
descubrir en él un solo movimiento de resentimiento o de protesta, en vano
estaremos al acecho de una sola palabra de querella en sus labios; María se ha
entregado totalmente a Dios y deja que Dios ejerza sobre Ella todos sus derechos
de Soberano, de Señor, de Dueño; nada tiene que objetar, ni se asombra de que
si inmolación deba llegar a tanto. ¿No se ha ofrecido por ventura sin reserva?
Ahora, pues, que su ofrenda es consumada no hace más que repetir: “Fiat! Ecce
ancilla Dómini!”
¡Qué distinta es nuestra vida de almas consagradas! ¡Con
qué facilidad volvemos a apoderarnos del don hecho a Dios! Tomamos de nuevo el
corazón, cuando dejamos que le vuelvan a ocupar los afectos humanos; tomamos la
voluntad, cuando no sabemos someternos a ciertas obediencias que nos mortifican
o contrarían, cuando no sabemos aceptar cosas que nos cuestan, cuando nos
lamentamos, protestamos o defendemos nuestros derechos. Y sin embrago, el único
derecho real del alma consagrada a Dios es el de dejarse por entero emplear y
consumir por su vida.
Pidamos a María, presentada en el Templo, que tome en sus
manos maternales nuestra pobre ofrenda, que la remoce y complete con la suya,
tan pura y perfecta, que la incluya y esconda en la suya, tan grande y
generosa, a fin de que así purificada y renovada pueda ser agradable a Dios.
domingo, 20 de noviembre de 2016
MADRE DE DIOS
¡Madre Santa de mi Dios, que sienta yo los latidos de tu
Corazón que latió siempre al unísono con el Corazón Divino!
|
La Maternidad Divina es la fuente de todos los
privilegios de María; si María es la Hija amada del Padre, que la preservó del
pecado original, si es la Esposa del Espíritu Santo, que la cubrió con su
virtud, es precisamente porque ha sido predestinada a ser Madre del Verbo
Encarnado. Todas las grandezas, todas las glorias de María se comprenden a la
vista de su Maternidad Divina; más aún, su misma existencia se explica en
virtud de su predestinación a tan alta misión. Si Dios no hubiese decretado que
su Hijo se Encarnase en el seno de una virgen, no hubiéramos poseído ese
prodigio de gracia y amabilidad que es María Santísima, no habríamos
contemplado su sonrisa maternal, no habríamos sentido sus ternuras de Madre de
Dios, porque es Madre de Jesús; y al amarla con esta referencia a Dios,
necesariamente nuestra devoción a la Virgen hace más profundo, más delicado
nuestro amor a Dios, nuestro amor a Jesús: Mater Dei, Mater Creatoris: Madre de
Dios, Madre del Creador, decimos en las letanías: dos títulos que parecen
contradecirse en sus propios términos, y que, sin embargo, sintetizan una realidad inmensa, porque
María, no obstante ser una Pura criatura, es verdadera Madre de su Creador,
Madre del Hijo de Dios, a quien ha dado un cuerpo humano, fruto de sus entrañas
y de su sangre. A la vista de este misterio enorme se ve cómo la dignidad de
María toca los umbrales del infinito. “Dios puede hacer un mundo más grande, un
cielo más inmenso, pero no puede hacer una criatura más sublime que María,
porque ser Madre de Dios es la dignidad más excelsa que se puede conceder a una
simple criatura” (San Buenaventura).
A los que se extrañan cómo es posible que el Evangelio
nos haya dicho tan pocas cosas de María, les pregunta Santo Tomás de
Villanueva: “¿Qué más quieres? Te basta saber que es Madre de Dios. Fue
suficiente decir de Ella estas palabras: “de qua natus est Jesus: de la cual
nació Jesús”
Sí, ¡oh María!, para enamorarme de Ti sólo necesito saber que eres Madre de Dios
martes, 15 de noviembre de 2016
MADRE E INTERCESORA NUESTRA...
A Vos, Madre nuestra amantísima, invocamos por
intercesora, esperando obtener por vuestros méritos lo que por nuestras solas
oraciones no nos atreveríamos a esperar.
Vos, que sois
Madre de todos, a todos protegednos, y librad con vuestros ruegos, las Santas
Almas del Purgatorio, por las cuales ofrecemos esta ORACIÓN
sábado, 5 de noviembre de 2016
miércoles, 2 de noviembre de 2016
PRODIGIOS DEL SANTO ESCAPULARIO DEL CARMEN
EL
VENERABLE FR. DOMINGO DE JESÚS RUZOLA Y LA INDULGENCIA SABATINA
"Sábete, hijo mío, que, aunque son muchos los que visten mi Escapulario, pero pocos cumplen en rigor lo que él les demanda y exige para poder lucrar esta santa indulgencia sabatina" |
Entre los muchos prodigios del venerable siervo de Dios,
Fray Domingo de Jesús, varón santísimo, de cuyo proceso de beatificación se
ocupara la majestad cesárea de Fernando II y la Orden del Carmen Descalzo, por
su eximia virtud y portentosos milagros, se narra el siguiente hecho, acaecido
en el año 1594.
Hallándose el siervo de Dios, Fr. Domingo, en Barcelona,
murió una señora principal llamada doña Ana Cañete, gran bienhechora de la Descalcez
Carmelitana. Era la tal señora devotísima del Santo Escapulario, siendo
escrupulosísima en guardar inviolada la pureza de su alma, en rezar diariamente
el Oficio Parvo de Nuestra Señora y en guardar la abstinencia los miércoles y
sábados en honor de la Virgen Santísima. Aconteció que murió el martes a
primera hora de la noche, y hallándose en oración el siervo de Dios, Fr.
Domingo, fue arrebatado en éxtasis y mostrole el Señor el Purgatorio y las
almas que se encontraban allí expiando sus culpas. Estando admirado y
consternado de lo que allí veía, y de los horrorosos suplicios que padecían las
almas, vio la de esta piadosa mujer a la que Fr. Domingo bien conocía por sus
caridades para con los carmelitas, la cual, como si viese al siervo de Dios,
cuya santidad le era notoria, puesta de rodillas en medio de aquel lago candente,
rogole con gemidos intercediese por ella, suplicando a la Santísima Virgen la
librase de aquel horrendo suplicio.
Apareciósele, instantes después, a Fr. Domingo, la Madre
de Dios, y volviéndose a Ella le pidió con fervorosa súplica tuviera piedad de
aquella alma, y librándola de las espantosas llamas la llevase cuanto antes al
Cielo. La Santísima Virgen respondió a Fr. Domingo que el sábado sería
libertada, para lo cual sería necesario acrecentarle durante aquel espacio sus
penas. Mas deseando el santo varón la liberase antes, volviéndose a la Madre de
la Misericordia dijo: "Creemos firmemente, oh, Madre dulcísima, que por el
privilegio de tu Escapulario, que ella vestía con tanto fervor, y por los
méritos de tu intercesión valiosísima será liberada el día del sábado del
Purgatorio." A lo cual le respondió la Santísima Virgen: "Sábete,
hijo mío, que, aunque son muchos los que visten mi Escapulario, pero pocos
cumplen en rigor lo que él les demanda y exige para poder lucrar esta santa
indulgencia sabatina. Después de esto, habiendo padecido esta santa alma en el
purgatorio durante tres días y cuatro noches, al alborear el día de sábado
salió gloriosa y acompañada de gran multitud de ángeles y se le apareció a Fr.
Domingo Ruzola para agradecerle la intercesión que por ella hiciera a la Reina
del Cielo. Se le dio a entender al varón de Dios, Fray Domingo, que el
acompañarla tantos ángeles era debido a las muchas obras de caridad que hiciera
con los menesterosos durante su vida, pues a las demás ánimas sólo su Ángel de
Guarda las suele acompañar a la gloria.
Milagros y Prodigios del Santo Escapulario del Carmen
por el P. Fr. Juan Fernández Martín, O.C.
martes, 1 de noviembre de 2016
MARÍA ALIVIA A LOS SUYOS DE LAS PENAS DEL PURGATURIO Y LES SACAS DE ELLAS
Muy felices son los devotos de esta Madre Clementísima,
porque, además de socorrerlos en esta vida, los asiste y consuela en el
purgatorio, y aun allí con más amor y misericordia, por la mayor necesidad en
que ve aquellas almas, sin poderse aliviar a si mismas ninguna parte del rigor
de sus penas.
Dice San Bernardino de Sena que en aquella cárcel donde penan las esposas de
Jesucristo tiene María dominio y jurisdicción especial para darles alivio y
también para sacarlas. Sobre aquellas palabras del Eclesiástico (24, 8):
Me paseé sobre las olas del mar, dice el mismo Santo: Olas se llaman las penas
del purgatorio, porque pasan, a diferencia de las del infierno, que nunca
pasarán; y se llaman olas del mar, o de amargura, porque realmente son muy
amargas. Pero en medio de ellas son muchas veces confortados y recreados por la
Virgen Santísima sus devotos afligidos. Por donde se podrá conocer cuánto nos
importa tenerle devoción durante la vida, pues, aunque socorre a todos los que
allí sufren, siempre los más allegados participan más del sufragio y alivio.
Dijo una vez a Santa Brígida la misma Señora:
«Yo, como Madre, cuidado he de los que padecen en el purgatorio,
aliviándoles de hora en hora sus penas.» Ni aun tiene a menos visitar algunas
veces personalmente aquella prisión de justos, llevándoles siempre algún alivio
y consuelo, según aquello del Eclesiástico: Yo penetré en lo profundo del
abismo.
¿Qué otro mejor consuelo podrán allí tener sino
esta Madre de misericordia? Al modo que un enfermo postrado en la cama y
abandonado de todo el mundo, si oye una palabra de esperanza y mejora, se
alienta y recrea, así sólo con oír ellas vuestro dulcísimo nombre, se confortan
y regocijan, y por eso no cesan de llamaros, y Vos, como Madre amorosa, cada
vez que los escucháis unís a sus clamores vuestros ruegos eficacísimos, los
cuales les sirven como de rocío refrigerante con que se mitigan sus vivísimos
ardores.
Pero, además de aliviarlas y consolarlas, Ella, por
su mano, les suelta las prisiones y las saca libres de aquel lugar de
tormentos.
Desde el día de su triunfante Asunción a los Cielos, en que dejó aquella cárcel
vacía, como escriben respetables autores, quedó en posesión de libertar a todos
sus siervos, rogando por todos y aplicándoles sus altísimos merecimientos, con
que se les aligera la pena y se les abrevia el tiempo de padecer.
Refiere San Pedro Damián que una mujer difunta, llamada
Marozia, se apareció a una amiga suya, y le dijo que el día de la Asunción de
la Virgen la sacó esta Señora del purgatorio con las demás almas detenidas en
él, cuyo número sobrepujaba al de todos los habitantes del pueblo romano; y San
Dionisio Cartujano dice que en las fiestas de su Natividad y de la Resurrección
baja la divina Señora, acompañada de la celestial milicia, y saca muchísimas de
aquellas almas; y se puede creer que ésta es gracia que hace en todas sus
festividades.
Bien sabido es lo que prometió la misma Virgen al Papa
Juan XXII apareciéndosele, mandó decir a todos los que llevasen su
escapulario del Carmen que el sábado inmediato al de la muerte de cada uno
saldrían libres de las penas del purgatorio.
Y así lo declaró el mismo Sumo Pontífice en la bula que a este fin expidió,
confirmada por sus sucesores Alejandro V, Clemente VIl, Pio V, Gregorio XIII y
Paulo V, el cual, en una suya, dada el año 1612, dice; «Que el pueblo cristiano
puede piadosamente creer que la Santísima Virgen, con su continua intercesión,
méritos y protección especial, ayudará después de la muerte, y principalmente
el día de sábado (que la Iglesia le consagra), las almas de los hermanos de las
Cofradías del Carmen que hayan salido de este mundo en gracia de Dios, habiendo
vestido su escapulario, guardado castidad, conforme al estado de cada uno y
rezado el Oficio Parvo de la misma Virgen, o que, de no haber podido, hayan
observado, a lo menos los ayunos de la Iglesia, y abstenidos los miércoles de
comer carne, menos el día de Navidad.»
Y en el Oficio de la misma fiesta del Carmen decimos que
según la piadosa creencia de los fieles, la Virgen, con afecto de Madre,
consuela y saca muy pronto de aquella penosa cárcel a los que estuvieron
agregados a su Cofradía.
¿Por qué también nosotros no hemos de esperar este mismo
favor, si le somos devotos?
¿Por qué?, si la servimos con amor filial, no creeremos que, acabando de morir,
lleve nuestras almas al Cielo, sin pasar por el purgatorio, como lo prometió al
Beato Godofredo, mandándole decir, por un religioso, llamado Fray Abundio: «Di
a Godofredo que se adelante en la virtud y sea muy siervo mío y de mi querido
Hijo, y cuando su alma salga del cuerpo, no la dejaré que pase por las penas
del purgatorio.»
Finalmente, por lo que hace a los sufragios, si deseamos aliviarla, pidamos a
nuestra Señora por ellas en todas nuestras oraciones, ofreciendo siempre por su
alivio y descanso el santo Rosario, que les sirve grandemente, como veremos en
el ejemplo que vamos a referir.