jueves, 24 de marzo de 2016

LA FLAGELACIÓN DE NUESTRO SEÑOR Y NUESTRA SANTÍSIMA MADRE

Todas las mujeres lloran y sufren cuando insultan o maltratan a sus hijos, y la Virgen María sufrió más que ninguna madre, porque su Hijo era Dios. Quiso acercarse al pretorio para ver o por lo menos oír los golpes, y quedaría tan herida y derramaría tantas lágrimas como perdió sangre el cuerpo de su Hijo

Durante la Pasión de mi Hijo –contó la Virgen María- sus enemigos le cogieron y le abofetearon en la cara y en el cuello. Luego le llevaron a una columna y Él mismo se desnudó y puso sus manos en la columna, y ellos le ataron. Al primer golpe, yo, que estaba allí cerca, caí como muerta.  Al recobrarme, vi su cuerpo azotado hasta las costillas, de modo que se le veían los huesos; con los azotes le desgarraban la carne. Y mi Hijo estaba allí, sangriento y despedazado, no quedaba en su cuerpo parte sana donde le pudieran azotar ya más. Entonces, uno de los que estaban allí, enojado, gritó: ¿Es que pretendéis matar a este hombre antes de sentenciarle?, y a la vez que dijo esto cortó las ataduras.

Sólo la Virgen María sabía reconocer el eterno amor que Dios Padre tenía al mundo, que por él no perdonaba a su Hijo, y Ella también ofrecía a su Hijo, con todo su amor, para la salvación de los hombres, deseando que todos reconocieran y amasen este inmenso beneficio del Salvador hacia ellos.

Del libro "La Pasión del Señor"
de Luis de la Palma




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