lunes, 8 de septiembre de 2014

LA NATIVIDAD DE MARÍA

Tu natividad, ¡oh Virgen Madre de Dios!, anuncio la alegría al mundo entero; porque de Ti salió el Sol de justicia, Cristo nuestro Dios

Cuando en el mar de este mundo me siento juguete de las borrascas y tempestades, tengo los ojos fijos en ti, ¡oh María!, fúlgida estrella, para no ser sumergido por las olas.

Cuando se levantan los vientos de las tentaciones, cuando encallo en la escollera de las tribulaciones. Pongo en ti mis ojos y te invoco ¡oh María! Cuando me agitan las olas de la soberbia, de la ambición, de la maledicencia y de la envidia, pongo en ti mis ojos y te invoco, ¡oh María! Cuando la cólera o la avaricia o las seducciones de la carne azotan la frágil barquilla de mi alma, siempre miro a ti, ¡oh María! Y si, turbado por la enormidad de las culpas, confundido por la fealdad de mí conciencia, aterrado por la severidad del juicio. Me sintiese arrastrado al vórtice de la tristeza, al abismo de la desesperación, elevaría aun a ti los ojos, invocándote siempre, ¡oh María!

En los peligros, en las angustias, en las perplejidades siempre pensare en ti, ¡oh María!, siempre te invocaré. No te apartes, ¡oh María!, de mi boca, no te apartes de mi corazón; para obtener el apoyo de tus plegarias, haz que no pierda nunca de vista los ejemplos de tu vida. Siguiéndote, ¡oh María!, no me extravío, pensando en ti no yerro, si tú me sostienes no caigo, si tú me proteges no tengo que temer, si tú me acompañas no me fatigo, si tú me eres propicia llegaré al término

San Bernardo


La natividad de María es el preludio de la natividad de Jesús, porque precisamente en aquella tiene su primer principio la realización del gran misterio del Hijo de Dios hecho hombre para salvación de la humanidad



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.