viernes, 22 de agosto de 2014

22 DE AGOSTO, INMACULADO CORAZÓN DE NUESTRA SANTÍSIMA MADRE MARÍA

¡Oh Corazón purísimo de la Santísima Virgen María, alcanzadme de Jesús la pureza y la humildad de Corazón!

V. Oh Dios, atended a mi socorro:
R. Acudid, Señor, luego a ayudarme.

V. Gloria al Padre, etc.
R. Como era en un principio, etc.

Virgen Inmaculada, que concebida sin pecado, enderezasteis hacia Dios todos los movimientos de vuestro purísimo Corazón, siempre dócil a su divino querer; alcanzadme que, aborreciendo de todo corazón la culpa, aprenda de Vos a vivir resignado en la voluntad del Señor.

Un Padrenuestro y siete Avemarías

Admiro, ¡oh María!, aquella profunda humildad con que conturbó vuestro bendito Corazón, al anunciaros el Arcángel San Gabriel, que habíais sido escogida por Madre del Hijo del Altísimo, haciendo protestas de que erais su humildísima esclava; y, confundido a la vista de mi soberbia, os pido la gracia de un corazón contrito y humillado, para que, conociendo mi miseria, pueda llegar a conseguir aquella gloria prometida a los verdaderos humildes de corazón.

Un Padrenuestro y siete Avemarías

Virgen bendita, que en vuestro Corazón dulcísimo conservabais el precioso tesoro de las palabras de vuestro Hijo Jesús, y meditando los sublimes misterios no sabíais vivir sino para Dios, ¡cuánto me confunde la frialdad de mi corazón! ¡Ah, amada Madre mía, alcanzadme la gracia de que, meditando constantemente la ley de Dios, procure imitaros en el fervoroso ejercicio de las virtudes cristianas!

Un Padrenuestro y siete Avemarías

¡Oh gloriosa Reina de los Mártires!, cuyo Corazón sagrado, durante la Pasión del Hijo, fue acerbamente traspasado por aquella espada que había profetizado Simeón, alcanzad a mi corazón una verdadera fortaleza y una santa paciencia para soportar las tribulaciones y las adversidades de esta vida y para que, crucificando mi carne con sus concupiscencias me muestre verdadero hijo vuestro, en el seguimiento de la mortificación de la cruz.

Un Padrenuestro y siete Avemarías

¡Oh mística Rosa, María!, cuyo amabilísimo Corazón, ardiendo en las llamas de la más viva caridad, nos aceptó por hijos al pie de la Cruz, llegando a ser de esta manera nuestra tiernísima Madre, ¡ah!, haced que sienta la dulzura de vuestro Corazón maternal y la fuerza de vuestro poder ante Jesús, en todos los peligros de mi vida y, particularmente, en la hora terrible de mi muerte, y que mi corazón, unido al vuestro, ame siempre a Jesús, ahora y por los siglos de los siglos. Así sea.

Un Padrenuestro y siete Avemarías

Indulgencia de tres años
Indulgencia plenaria, en las condiciones de costumbre, si se repiten estas preces durante un mes entero, todos los días. (S. C. de Indulg., 11 dic. 1854; S. Pen Ap., 2 jul. 1931)




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