Soberana Virgen del Carmen, Madre común de todos los fieles,
pero muy en especial de los que visten vuestro Santo Escapulario: alcanzadme a
mi, que soy uno de vuestros privilegiados hijos, que viva castamente todos los
días de mi peregrinación por este mundo, que muera bajo vuestro manto maternal,
y, si Dios me destinase a expiar mis pecados en el Purgatorio, sacadme de allí
cuanto antes con vuestra poderosa intercesión, cómo lo habéis prometido a todos
aquellos que se adornan con el escudo e insignia de los predilectos hijos del
Carmelo. ¡Oh dulcísima María! Defensa en los peligros, prenda de vuestro amor
singular, y pacto de eterna alianza con vuestros hijos, llamasteis a vuestro
Santo Escapulario. Que nunca, pues, se rompa este pacto por el pecado, ¡oh
Madre mía querida!; y en prueba de mi fidelidad perpetua, yo me ofrezco todo a
Vos, y consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua y todo mi ser; y
pues soy todo vuestro, guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra.
Amén.
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