miércoles, 1 de mayo de 2013

MES DE MAYO, MES DE LAS FLORES, MES DE MARÍA

LA MADRE DE DIOS ES MI MADRE. CONFIANZA EN MARÍA

Mira a Jesús que te dice: Quiero que mi Madre sea tu Madre. Mostrad, ¡oh María!, que sois mi Madre
La Madre de Dios es mi Madre. ¡Madre mía de mi alma, Madre de mi corazón!... Jesús al morir me ha dado a María por Madre, y su última voluntad otorgada en testamento tan solemne es irrevocable. Él me dijo: “He ahí a tu Madre” y desde aquella hora la acepté por mía. ¡Bendito Jesús, bendita Madre, feliz hija! ¡La Madre de Dios es mi Madre, Madre mía de mi alma, Madre mía de mi corazón! ¿Qué entendimiento humano ni angélico podrá comprender tanta dicha? ¿Qué corazón podrá saborear la dulzura que encierran estas palabras misteriosas, palabras del alma, palabras del corazón?... ¡La Madre de Dios es mi Madre!... Luego soy hija de María, hermana de Jesucristo, hija de Dios… ¿Puedo apetecer mayor dicha, mayor honra, más encumbrada dignidad?... Feliz mil veces si sé aprovecharme de ella, y llevar con honra, por mi conducta cristiana, títulos tan divinos… ¡Oh María! Mostrad que sois mi Madre en mis tentaciones y peligros, que yo quiero mostrarme hija vuestra por mi modestia, pureza, caridad y humildad.

La Madre de Dios es mi Madre… ¡Qué motivos de confianza! Como niña tierna, cuando algo me falte para mi felicidad temporal o eterna, iré a mi Madre, la Virgen María, y diré: Mostrad que sois mi Madre; me falta pan, trabajo y virtudes… dádmelo… No tengo vino de caridad, y Vos, como en las bodas de Caná, me habéis de socorrer, que ya estáis acostumbrada a socorrer necesidades, porque también fuisteis pobre y necesitada como yo… ¡Qué gozo y fortaleza dará a mi alma en la tentación el recordar que la Madre de Jesús es mi Madre!... ¡Qué consuelo y dulcedumbre derramará en mi corazón al verme afligida al exclamar: La Madre de Dios es mi Madre!... ¡Qué confianza renacerá en mi pecho en las dudas al invocar a la Madre de Dios por mi Madre!

Verdaderamente soy feliz, porque tengo una Madre que no me puede faltar, porque tengo una Madre la más buena, la más Santa, la más amante y amada de Dios… que puede socorrerme en todas mis necesidades, porque es todopoderosa; que sabe y quiere socorrerme, porque es buena, porque es Madre de Dios y es mi Madre… ¡Feliz de mí! En mis alegrías y pesares, en mis dudas y resoluciones, en las caídas y en las tentaciones, en la vida y en la muerte podré siempre exclamar con la confianza de ser oída: ¡Madre, Madre, Madre mía de mi alma, Madre mía de mi corazón, soy vuestra hija, socorrerme, salvadme!… ¡Oh María, Madre de Dios y Madre mía! Vos sois la vida y la esperanza mía… Con esta confianza ¡Oh María, Madre de Dios y Madre mía! Viviré en paz y moriré gozosa hasta daros un eterno y cariñoso abrazo en el cielo, al ver que por vuestra intercesión soy salva, repitiendo con todos lo Bienaventurados: Verdaderamente la Madre de Dios ha sido, es y será siempre mi Madre, Madre mía de mi alma, Madre de mi corazón… Fiat, fiat, fiat .

Fruto.- En las tentaciones y al dar la hora rezaré un Avemaría y la jaculatoria “Bendita sea tu Pureza”, diciendo: “Oh María, Madre mía, guardadme como a la niña de vuestros ojos, y bajo la sombra de vuestro manto protegedme”

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