DOLORES DE MARÍA
Contempla a María al pie de ¡Dadme a sentir vuestro dolor, Virgen María! |
Después que la
Virgen hubo recibido en sus brazos el cuerpo lacerado de su
adorado Hijo Jesús, apretóle fuertemente en su pecho, metió su cara entre las
espinas de la sagrada cabeza, juntóse rostro con rostro, tiñóse la cara de la Madre con la Sangre del Hijo, y regóse
la del Hijo con las lágrimas de la
Madre … ¡Oh Virgen Santísima! ¡qué diferente abrazo es éste a
los que dabais a Jesús en el portal de Belén y camino de Egipto!... ¡oh Belén y
Jerusalén! ¡qué diferentes días y recuerdos traéis a su memoria!... Contempla esta Virgen, muda y silenciosa, el
destrozo sangriento que en aquel Cuerpo Sacratísimo habían hecho mis pecados;
miraba los huesos desencajados, besaba los agujeros de las manos y enderezaba
los dedos encogidos… Registraba con amor y solicitud maternal las llagas del
cotado y de los pies, quedando su espíritu herido con la vista de estas llagas,
lleno de amargura y embriagado con ajenjos, y después de haber adorado las
llagas, limpiado el rostro y quitado la corana de espinas, recogióla con los
clavos como haz de mirra muy amarga y joyel muy precioso… Lloraban entretanto
las santas mujeres, lloraban aquellos nobles varones, lloraban todas las
criaturas, y los cielos y la tierra acompañaban el llanto de la Virgen Madre … Lloraba sobre
todo el Discípulo amado, lloraba la Magdalena penitente, regando y lavando con
lágrimas el cuerpo de su Señor… ¿Y tú no llorarás, alma mía, que con tus culpas
eres la causa principal de estas lágrimas?
Llegada la hora de la sepultura, ungieron con la mirra el
Santo Cuerpo, lo envolvieron en una sábana limpia y la cabeza en un sudario, y
puesto encima de un lecho caminan con Él toda aquella devota compañía de
mujeres llorando, con la Madre
del Difunto, al lugar del sepulcro, y allí depositan aquel precioso tesoro…
Únete a tan devota y atribulada comitiva, y llora con tu Madre la Virgen María , ya que eres la
causa de su llanto con tus pecados.
El sepulcro se cubrió con una losa, y el corazón de la Madre con una obscura niebla
de tristeza… Allí de despidió por última vez de su Hijo, allí comienza a sentir
su soledad, allí queda sepultado su corazón, donde lo está su tesoro… Allí
María queda sola… ¡Oh Madre desolada! ¡Oh Virgen afligida! Grande como el mar
es tu quebranto; ¿quién te consolará?... Aceptad, Madre mía, mi consuelo, si en
algo puede serviros en medio de vuestro dolor; soy vuestra hija, aunque
pecadora. No me desechéis, Madre mía de mi alma, y Madre de Dolores por mi
amor.
Fruto.- No pasaré día sin agradecer a María, mi Madre, lo
que padeció por mí, compadeciéndola en sus penas.