lunes, 11 de marzo de 2013

MARÍA Y EL CONVERSO

¡Oh María!, que entrasteis en el mundo sin mancha, ¡ah!, alcanzadme de Dios que yo pueda salir de él sin culpa
“Lo que quiero decir es que los hombres necesitan una imagen clara y bien perfilada, una imagen que les defina de forma instantánea lo que distingue al catolicismo de lo que dice ser cristiano o que, incluso, es cristiano en cierto sentido. Ahora apenas puedo recordar un tiempo en el que la imagen de Nuestra Señora no se alzase en mi mente de forma completamente definida al mencionar o pensar en todas estas cosas. Yo me sentía muy alejado de todas ellas y, posteriormente, tuve muchas dudas; más tarde disputé con todo el mundo, incluso conmigo mismo, por su culpa; porque ésa es una de las condiciones que se producen antes de la conversión. Pero tanto si esa imagen era muy lejana, o bien oscura y misteriosa, constituía un escándalo para mis contemporáneos, o un desafío para mí mismo. Nunca llegué a dudar de que esa figura era la figura de la fe, que Ella encarnaba en un ser humano completo. Cuando recordaba a la Iglesia Católica la recordaba a Ella. Cuando intentaba olvidar a la Iglesia Católica era a Ella a quien intentaba olvidar. Y cuando, finalmente, logré ver lo que era más noble que mi destino, el más libre y fuerte de todos mis actos de libertad, fue frente a una pequeña y dorada imagen suya en el puerto de Brindisi, momento en el que prometí lo que habría de hacer si llegaba a regresar a mi país”

Extracto del capítulo titulado “María y el converso” del libro “Por qué soy católico” de G. K. Gesterton, donde explica la influencia de la Santísima Virgen María, en su camino hacia su conversión al catolicismo.

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