¡Oh María!, que entrasteis en el mundo sin mancha, ¡ah!, alcanzadme de Dios que yo pueda salir de él sin culpa |
“Lo que quiero decir es que los hombres necesitan una imagen
clara y bien perfilada, una imagen que les defina de forma instantánea lo que
distingue al catolicismo de lo que dice ser cristiano o que, incluso, es
cristiano en cierto sentido. Ahora apenas puedo recordar un tiempo en el que la
imagen de Nuestra Señora no se alzase en mi mente de forma completamente
definida al mencionar o pensar en todas estas cosas. Yo me sentía muy alejado
de todas ellas y, posteriormente, tuve muchas dudas; más tarde disputé con todo
el mundo, incluso conmigo mismo, por su culpa; porque ésa es una de las
condiciones que se producen antes de la conversión. Pero tanto si esa imagen
era muy lejana, o bien oscura y misteriosa, constituía un escándalo para mis
contemporáneos, o un desafío para mí mismo. Nunca llegué a dudar de que esa
figura era la figura de la fe, que Ella encarnaba en un ser humano completo.
Cuando recordaba a la Iglesia Católica
la recordaba a Ella. Cuando intentaba olvidar a la Iglesia Católica era a Ella a
quien intentaba olvidar. Y cuando, finalmente, logré ver lo que era más noble
que mi destino, el más libre y fuerte de todos mis actos de libertad, fue
frente a una pequeña y dorada imagen suya en el puerto de Brindisi, momento en
el que prometí lo que habría de hacer si llegaba a regresar a mi país”
Extracto del capítulo titulado “María y el converso” del
libro “Por qué soy católico” de G. K. Gesterton, donde explica la influencia de
la Santísima Virgen
María, en su camino hacia su conversión al catolicismo.
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