Reina y Madre de los sacerdote, ¡rogad por ellos!
¡Oh Virgen Inmaculada!, Madre de Dios y Madre Nuestra,
llevada al Cielo para dispensarnos tus favores, escucha nuestra plegaria.
Rodeada de gloria, has venido varias veces a la tierra para
comunicarnos tus mensajes por medio de inocentes niños. Mira el desamparo moral
de tantas almas y envíales apóstoles.
En nuestros hogares, en nuestras asociaciones juveniles, en
los campos y talleres, en las escuelas y oficinas, suscita una legión de jóvenes
encendidos en deseos de dar a conocer a Jesús, tu Hijo, y tu Santo Evangelio.
¡Oh Dulcísima Reina de los Apóstoles!, que guiaste con
ternura maternal las primeras vocaciones apostólicas, haz que las almas
generosas oigan el llamamiento divino. Alcanza para esos elegidos la gracia de
vencer los obstáculos que pudieran impedir su marcha hacia Dios.
¡Madre mía!, aparta de nuestra juventud la indiferencia, la
sensualidad y el egoísmo que ahogan los impulsos sobrenaturales y enciende en
los corazones la llama de la caridad para los niños, predilectos de Jesús, tu
Divino Hijo, que vive y reina en la unidad del Padre y del Espíritu Santo,
Dios, por los siglos de los siglos. AMÉN
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