Dignáre me
laudáre te, Virgo Sacráta. Da mihi virtútem contra hostes tuos
Según costumbre de los judíos, ocho días después del
nacimiento de la Virgen,
sus padres le impusieron el nombre de María. La liturgia, que ha fijado algunos
días después de Navidad la fiesta del Santo Nombre de Jesús, ha querido
instituir también la fiesta del Santo Nombre de María poco después de su
Natividad. Celebrada primero en España, esta fiesta fue extendida a toda la Iglesia por el Papa
Inocencio XI, en 1683, para agradecer a María la victoria que acababa de ganar
Juan Sobieski, rey de Polonia, contra los turcos, que asediaban a Viena y amenazaban
a Occidente.
El nombre hebreo de María, en latín Dómina, significa Señora
o Soberana; y eso es Ella en realidad por la autoridad misma de su Hijo,
Soberano Señor de todo el universo. Gocémonos en llamar a María Nuestra Señora,
como llamamos a Jesús Nuestro Señor; pronunciar su Nombre es afirmar su poder,
implorar su ayuda y ponernos bajo su maternal protección.
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