Dignáre me laudáre te, Virgo Sacráta. Da mihi virtútem contra hostes tuos.
ORATIO
Omnípotens
Sempitérne Deus, qui in Corde Beátae Maríae Vírginis dignum Spíritu Sancti
habitáculum praeparásti: concede propítius; ut, eiúsdem Immaculáti Cordis
festivitátem devóta mente recoléntes, secúndum Cor tuum vívere valeámus. Per
Dóminum nostrum. AMEN
Después de consagrar, en plena guerra mundial, todo el género
humano al Inmaculado Corazón de María, para ponerlo bajo la protección de la Madre del Salvador, decretó
el Papa Pío XII, en 1944, que toda la Iglesia celebrase anualmente una fiesta en honor
del Inmaculado Corazón de María, el 22 de agosto, día de la octava, hasta hace
poco, de la fiesta de la
Asunción.
La devoción al Corazón Inmaculado de María es ya antigua, San Juan Eudes la propagó en el siglo XVII, uniéndola a la del Sagrado Corazón de Jesús. En el siglo XIX Pío VII, primero, y después Pío IX, concedieron a muchas iglesias particulares una fiesta del Purísimo Corazón de María, señalada primeramente para el domingo después de la Asunción, y luego para el sábado que sigue a la fiesta del Sagrado Corazón. Al fijar el 22 de agosto la fiesta del Inmaculado Corazón de María y extenderla a toda la Iglesia, la asignó Pío XII como fin de obtener, por intercesión de la Santísima Virgen, “la paz entre las naciones, la libertad de la Iglesia, la conversión de los pecadores, el amor a la pureza y la práctica de las virtudes”.
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