sábado, 20 de febrero de 2021
jueves, 18 de febrero de 2021
jueves, 11 de febrero de 2021
A NUESTRA MADRE DE LOURDES
“Haz que nosotros tus hijos,
confortados por Ti en las penas, protegidos en los peligros, apoyados en las
luchas, amemos y sirvamos a tu dulce Jesús, y merezcamos los goces eternos
junto a Ti” |
¡Oh Virgen de Lourdes, Reina
de los mártires y Consuelo de los afligidos! Por la heroica paciencia que
resplandeció en todos los actos de vuestra vida mortal, desde Belén al Calvario,
desde la Profecía de Simeón hasta que os arrancaron de los brazos el Cuerpo
ensangrentado de vuestro divino Hijo, tened misericordia de mí y ayudadme a
sobrellevar con cristiana resignación el peso de las cruces que el Señor tenga
a bien enviarme, para labrar mi eterna felicidad en la gloria y vivir en
vuestra dulce compañía por todos los siglos. Amén.
Tres Avemarías un Gloria
martes, 2 de febrero de 2021
2 DE FEBRERO, PRESENTACIÓN DEL NIÑO DIOS EN EL TEMPLO Y PURIFICACIÓN DE NUESTRA MADRE
Es este paso de la vida de la Santísima Virgen, uno de los más hermosos, donde resplandece, de modo admirabilísimo, la heroicidad de sus virtudes.
El recogimiento.- Así mandaba la ley que las madres estuvieran
recogidas cuarentas días en sus casas antes de su purificación legal. ¡Con qué
gusto cumpliría la Santísima Virgen esta parte de la ley! ¡Qué amor el suyo! Al
recogimiento y a la oración, pero, sobre todo, ahora que tenía consigo a su
Hijo! ¿Qué podía buscar y apetecer fuera de su casa, si en ella lo tenía todo?,
piensa que algo semejante debe ocurrir contigo; trabaja por tener a Jesús en tu
corazón y después que lo tengas, ¿qué más quieres, qué más deseas? Luego si
algo apeteces, es señal de que no tienes a Jesús, no sabes gozar de su
presencia.
La pureza.- Recuerda que María fue concebida sin mancha, que siempre fue pura y limpia más que el sol, que nunca pudo manchar ni con la más pequeña imperfección su belleza y hermosura inmaculada y, sin embargo, aquí aparece ¡purificándose! ¡Qué ejemplo para ti! Ella, la que no tiene mancha, la que no tiene nada que purificar, quiere purificarse. Esto es, que ama tanto esta limpieza de corazón, que parece que aún no está contenta y desea, si pudiera ser, purificarse más y más. ¡Ah! ¿Amas así tú la pureza santa? ¿Con ese espíritu procuras frecuentar la santa confesión y los demás medios que la Iglesia te pone para santificarte y limpiarte? Y si pudiera ser más, ¿lo estás tú de la tuya? ¿Lo estará María al verte a ti y mirar tu alma? Medita mucho en esto, avergüénzate y pide a María este amor a tan delicada y preciosa virtud como es la pureza, hasta llegar a apasionarte por su hermosura, como Ella lo estaba.
La obediencia.- No estaba obligada a esta ley. Ella bien lo sabía. Toda su concepción y parto milagroso, había sido obra del Espíritu Santo. Ella había sido saludada como la “Bendita entre todas las mujeres” y de sí misma había dicho “que la llamarían bienaventurada todas las generaciones” por las maravillas que en Ella obrará el Todopoderoso, y a pesar de toda esta grandeza no se considera exceptuada de la Ley. No quiere privilegios cuando se trata de obedecer y obediente como una mujer cualquiera, como si en Ella no hubiera nada de extraordinario, se somete gustosa a la Ley común, y así pasados los cuarenta días, con toda presteza se pone en camino hacia Jerusalén, para ser, con su Hijo, modelo de obediencia.
Mira como este ejemplo nos
confunde, qué diferencia de este modo de obedecer de la Virgen al nuestro,
cuántas veces sin razón, nos creemos dispensados de obedecer y eso que la
obediencia no nos exige ni humillaciones ni sacrificios, como los que a María
exigió en esta ocasión.
Medita profundamente, compárate con Ella, pon a sus plantas tu
soberbia, tu orgullo, tu amor propio, trabaja por imitarla.