Un
sacerdote se arrepiente de predicar en contra del Rosario
El erudito franciscano,
Carthagena, así como varios otros autores, dice que un evento extraordinario
tuvo lugar en 1482. El venerable p. James Sprenger y los religiosos de su orden
trabajaban celosamente para restablecer la devoción al Rosario y su Cofradía en
la ciudad de Colonia. Desafortunadamente, dos sacerdotes que eran famosos por
su habilidad de predicar estaban celosos de la gran influencia que estaban
ejerciendo al predicar el Rosario. Estos dos Padres hablaron en contra de esta
devoción cada vez que tuvieron la oportunidad, y como eran muy elocuentes y
tenían una gran reputación, persuadieron a muchas personas de no unirse a la
Cofradía.
Uno de ellos, el mejor para
lograr su malvado fin, escribió un sermón especial contra el Rosario y planeó
darlo el domingo siguiente. Pero cuando llegó el momento del sermón, no
apareció y, después de una cierta espera, alguien fue a buscarlo. Se descubrió
que estaba muerto, y evidentemente había muerto sin que nadie lo ayudara.
Después de convencerse de que
esta muerte se debió a causas naturales, el otro sacerdote decidió llevar a
cabo el plan de su amigo y dar un sermón similar otro día, con la esperanza de
poner fin a la Cofradía del Rosario.
Sin embargo, cuando llegó el
día en que él debía predicar y era hora de dar el sermón, Dios lo castigó
golpeándolo con una parálisis que lo privó del uso de sus extremidades y de su
poder de expresión.
Finalmente admitió su culpa y
la de su amigo, y en su corazón suplicó en silencio a nuestra Señora que lo
ayudara.
Prometió que si sólo ella lo
curara, él predicaría el Rosario con tanto celo como aquello con lo que había
luchado anteriormente. Para este fin, le imploró que recuperara su salud y su
discurso, lo cual ella hizo, y al encontrarse instantáneamente curado, se
levantó como otro Saulo (san Pablo), un perseguidor convertido en defensor del
santo Rosario. Reconoció públicamente su error anterior y siempre predicó las
maravillas del Rosario con gran celo y elocuencia.
San Luis María Grignion de Montfort.
“El Secreto Admirable del Santo Rosario”