¡Con qué cuidado preparó Jesús el alma de su Madre! ¡Con qué cuidado la colmó de bendiciones! Es una gran lección para los sacerdotes. También ellos son escogidos |
Entre María y el sacerdote hay
una afinidad profunda, pues ella fue elegida para ser la Madre del Sacerdote
por excelencia y del Pontífice supremo. Fue escogida entre todas las mujeres.
¡Con qué cuidado preparó Jesús
el alma de su Madre! ¡Con qué cuidado la colmó de bendiciones! Es una gran
lección para los sacerdotes. También ellos son escogidos: “No me habéis elegido
vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he destinado para que
vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca”, dijo Jesús a sus Apóstoles (Jn
15,16). Sí, los sacerdotes son escogidos para llevar fruto, y ¿cuál es ese
fruto? Nuestro Señor Jesucristo. Lo llevarán a Él, igual que la Virgen María.
Por esta razón tienen que amar de modo muy particular la virtud de castidad y
pureza.
La Santísima Virgen, habiendo
sido escogida, cantó las grandezas de Dios: “Mi alma magnifica al Señor” (Lc
1,46). Los sacerdotes, cuando reciben la unción sacerdotal y la gracia del
sacerdocio mediante la imposición de las manos del obispo, también cantan la
gloria de Dios en sus corazones: “Mi alma magnifica al Señor, (…) porque ha
hecho en mí maravillas el Todopoderoso”.
Los buenos sacerdotes están
profundamente desprendidos de las cosas de este mundo, para poder así llenarse
de Nuestro Señor Jesucristo y recibir al Espíritu Santo. “La virtud del
Altísimo vendrá sobre ti” (Lc, 1, 35), le dijo el ángel a la Virgen. Lo mismo,
el obispo imploró sobre los ordenados todos los dones del Espíritu Santo.
María tiene aún otra afinidad
con el sacerdote, pues ella preparó a la Víctima que debía ser clavada en la
Cruz. Ella la preparó durante toda su vida. La alimentó, la educó y la siguió.
Podemos casi decir que ella la condujo hasta el altar de la Cruz. El sacerdote
también tiene que preparar la Víctima. Sube al altar y, por las palabras de la
consagración, hace bajar ahí a la Víctima. Y la Víctima está ahí igual que
estaba sobre la Cruz.
El papel del sacerdote es
precisamente el de dar a Jesús al mundo, igual que la Virgen lo dio para la
redención de los pecados del mundo.