LA BUENA CRISTIANA
En
Tánger, en el siglo XV, Fátima, la hija de una familia mora y rica, tenía
especial caridad con los cautivos cristianos, y, por sus palabras, le entró
ardiente deseo de bautizarse, para lo cual se encomendaba con fervor a la
Virgen de Guadalupe. Al poco tiempo, su padre trató de casarla, con lo cual
sufrió tal pena Fátima, que quería tirarse desde una torre. Entonces se le
apareció la Virgen, en la forma de su imagen de Guadalupe. Alentada por Ella, a
medianoche quitó las cadenas a los cautivos para huir con ellos. Al descolgarse
por una soga, de un alto muro, cayó; creyeron se habría matado; no obstante,
con admiración de todos, no le pasó nada. Se embarcaron alegres, cuando una
tremenda tempestad los hizo amanecer de nuevo en el puerto. Imploran con lágrimas
a Nuestra Señora, quien se apareció otra vez a Fátima mientras dormía; la
despertó, calmó el mar y los encaminó a tierra de cristianos. Nada más llegar,
Fátima hizo que la bautizasen. No quiso llamarse María «por no estar bien que
la esclava tomase el nombre de la señora» y tomó el de Isabel. Tampoco aceptó
las invitaciones para descansar unos días; quería ante todo visitar a la
Santísima Virgen de Guadalupe; a la cual con gran fervor se ofreció en servicio
perpetuo. Ya no salió de allí, donde casó, y vivió dando tal ejemplo que por
ello se la conocía como «la buena cristiana». A su muerte, en 1504, grabaron en
su tumba de mármol estos hechos, que recogió también Fray Gabriel de Talavera
cuando publicó su Historia de Ntra. Sra. de Guadalupe.
Toledo,
1597 Padre José Luis de Urrutia, S. J.
«Colección: Apariciones de la Virgen»
"No debemos separar aquello que Dios ha unido tan
perfectamente; Jesús y María están tan unidos que quien ve a Jesús ve a María,
quien ama a Jesús ama a María, quien tiene devoción a Jesús tiene devoción a
María"
San Juan Eudes