Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

miércoles, 28 de marzo de 2018

DEVOCIÓN DE LOS SIETE DOLORES DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA (Meditaciones para cada día de la semana para acompañar y desagraviar Su Inmaculado Corazón)



El Rosario de los Siete Dolores

MIÉRCOLES

Acto de Contrición

V.- ¡Oh Dios ven en mi auxilio!
R.- Señor, apresúrate a socorrerme
Gloria al Padre…

Cuarto Dolor de María Santísima
El encuentro con Jesús en el camino al Calvario

Cuánto más tiernamente lo amó, tanto mayor dolor sintió al verlo sufrir, especialmente cuando lo encontró, ya condenado a muerte, cuando iba con la Cruz al lugar del suplicio. Ésta es la cuarta espada de dolor, que vamos a considerar.

MEDITACIÓN

“¡Oh Madre Dolorosa!”, le diría San Juan “Tu hijo ya ha sido sentenciado a muerte y ya ha salido llevando Él mismo la Cruz camino del Calvario. Ven, si quieres verlo y darle el último adiós en al camino por donde ha de pasar” Parte María con Juan. Esperó en aquel lugar ¡y cuántos escarnios tuvo que oís de los judíos –que ya la conocían- dirigidos contra su Hijo, y, tal vez, contra Ella misma! Qué exceso de dolor fue para Ella ver los clavos, los martillos y los cordeles que llevaban delante los verdugos y todos los horribles instrumentos para matar a su Hijo. Pero ahora los instrumentos de ejecución, los verdugos, todos han pasado. María levanta sus ojos. Y ¿qué ve? ¡Oh Señor! Ve a un joven cubierto de sangre y heridas de pies a cabeza, con una corona de espinas, con una pesada Cruz sobre sus espaldas. Miró a Él pero escasamente lo reconoció. Las heridas, las moraduras y la sangre coagulada le hacían semejante a un leproso, estaba desconocido. El Hijo, apartándose de los ojos un grumo de sangre que le impedía la visión –como le fue revelado a San Brígida- miró a la Madre, y la Madre miró al Hijo. Sus miradas llenas de dolor fueron como otras tantas flechas que traspasaron aquellas almas enamoradas. Pero pensar que ver morir a Jesús le ha de costar un dolor tan acerbo, la amante María no quiere dejarlo. La Madre lleva su Cruz y le sigue para ser crucificada con Él. Tengamos compasión de Ella y procuremos acompañar a su Hijo y a Ella también nosotros, llevando con paciencia la cruz que nos manda el Señor.

Padrenuestro… Siete Avemarías…

Versículo: ¡Oh María, Madre mía!, dadme de vuestro dolor, para haceros compañía en la muerte de mi Dios.

Dios te salve, Reina…

OREMOS

¡Oh Dios!, en cuya Pasión, de acuerdo con la Profecía de Simeón, una espada de dolor traspasó el Alma Dulcísima de María, Virgen y Madre gloriosa; conceded a nosotros que conmemoramos y reverenciamos vuestros dolores, sintamos el bendito efecto de Vuestra Pasión, Vos que vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén.

Se concluye con tres Avemarías en honor de las lágrimas derramadas por Nuestra Señora en sus Dolores.

Extractos de textos de “Las Glorias
de María” de San Alfonso Mª de Ligorio



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