"De Maria nunquam satis" (Santa María del Alcor, Patrona de El Viso del Alcor - Sevilla) |
Es tan grande la dulzura de este bendito saludo, que no
admite explicación con palabras humanas. Resulta en efecto siempre más elevado
y profundo de lo que pueda comprender toda criatura. Por eso doblo una vez más
las rodillas delante de Ti, Santísima Virgen María, y digo: "Ave María llena de gracia". Clementísima Señora mía, Santa María,
acepta este tan devoto saludo y, con él, acéptame también a mí, para que pueda
yo tener algo que sea de tu agrado, que fortalezca mi confianza en ti, que
encienda en mí un amor cada vez más grande y me conserve por siempre devoto a
tu Santo Nombre.
Quiera el cielo que, para satisfacer mi deseo de honrarte
y de saludarte eternamente desde lo profundo del corazón, todos mis miembros se
transformen en lenguas y las lenguas en voces de fuego. Madre de Dios, quisiera poder dirigirte este saludo como pura y
santa ofrenda de oración, en expiación de todas mis culpas, por las cuales he
merecido la ira divina, he entristecido gravemente a tu Hijo, he deshonrado y ofendido muy a menudo a Ti y a toda la corte celestial.
Dado que mi vida es frágil y caduca a causa de todos mis
excesos, de todas mis negligencias, de todos los pensamientos vanos, inmundos y
perversos, quiera el cielo que todos los espíritus bienaventurados y las almas
de los justos, con purísima devoción y muy ardiente plegaria, te dirijan, ¡Oh Beatísima Virgen María!, y
repitan cien veces en tu honor el altísimo saludo con que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo
fueron los primeros en querer saludarte por medio del ángel. De alguna manera,
hallaría así un digno incienso de suave fragancia, ya que en mí nada hay de
bueno ni nada que merezca recompensa.
Pero ahora me postro ante Ti, impulsado por sincera devoción; y totalmente encendido en
veneración hacia tu suave nombre, te repito el gozo de aquel saludo nuevo,
jamás oído hasta entonces, cuando el Arcángel Gabriel, enviado por Dios, entró en la intimidad de tu
morada y, doblando reverente las rodillas, te rindió honor al decirte: "Ave, llena de gracia, el Señor es
contigo". Yo deseo, en consonancia con la preciosa costumbre de los
fieles y, en todo lo posible, con labios puros, dirigirte este saludo, como
también deseo, desde lo profundo del corazón, que te lo dirijan del mismo modo
todas las criaturas: "Ave, María,
llena de gracia.
El Señor es
contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es, el fruto de tu
vientre, Jesucristo. Amén".
Este es el saludo angélico, compuesto por inspiración del
Espíritu Santo, del todo adecuado a
tu Dignidad y a tu Santidad. Es una oración pobre en palabras, pero rica en
misterios. Breve como discurso, pero profunda como contenido; más dulce que la
miel y más preciosa que el oro, digna de repetirse con mucha frecuencia de todo
corazón, devotamente y con labios puros, porque, aunque sea el resultado de muy
pocas palabras, se esparce en un vastísimo torrente de celestial suavidad.
Pero ¡ay! de aquellos que se aburren, que la rezan sin
devoción, que no reflexionan sobre sus palabras más valiosas que el oro, que no
saborean sus copas de miel, que tantas veces recitan el Avemaría sin atención ni respeto. ¡Oh dulcísima Virgen María!, presérvame de una tan grave
negligencia y falta de atención, perdona mi pasado desempeño. Seré más devoto,
más fervoroso y más atento al recitar el Avemaría,
cualquiera sea el lugar en que pudiera hallarme.
Ahora, después de estas consideraciones, ¿qué te pediré,
mi muy querida Señora? Para mí, indigno
pecador, ¿hay algo mejor, más útil, más necesario que hallar gracia delante de
ti y de tu amadísimo Hijo? Por lo
tanto, pido la gracia de Dios por tu intercesión, ya que, como afirma el ángel,
tú has encontrado la plenitud de la gracia ante Dios.
Nada de lo que pida es más precioso que la gracia, ni
tengo necesidad de ninguna otra cosa fuera de ella y de la misericordia de Dios. Me basta su gracia y no necesito
nada más: sin la gracia, en efecto, ¿qué resultado tendría cualquier esfuerzo
mío? En cambio, ¿qué puede ser para mí imposible, si me asiste y me ayuda la
gracia? Tengo muchos y diversos defectos espirituales, pero la gracia de Dios es una medicina eficaz contra
todas las pasiones y si Él se
dignara socorrerme, las atenuará a todas.
Adolezco asimismo de pobreza en sabiduría y en ciencia
espiritual, pero la gracia de Dios
es suprema maestra y dispensadora de la disciplina celestial. Por consiguiente,
ella me basta para instruirme en todos los asuntos necesarios, y me disuade de
buscar cualquier cosa fuera de lo imprescindible, y de querer conocer temas más
allá de lo lícito. Pero amonesta y enseña a humillarse ya contentarse solamente
con ella.
Por lo mismo, ¡Oh
clemente Virgen María!, consígueme con tus ruegos está gracia, que es tan
noble y preciosa: que yo no desee ni pida nada más que la gracia por la gracia.
"Imitación de María", del Beato Tomás de Kempis
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