Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

miércoles, 31 de diciembre de 2014

PARA TERMINAR EL AÑO...

En reparación de la injurias inferidas a la Bienaventurada Virgen María...

¡Virgen Bendita, Madre de Dios!, dirigid benignamente vuestra mirada desde el cielo, donde estáis sentada como Reina, sobre este miserable pecador
¡Virgen Bendita, Madre de Dios!, dirigid benignamente vuestra mirada desde el cielo, donde estáis sentada como Reina, sobre este miserable pecador, siervo vuestro. El, aunque conocedor de su indignidad, en reparación de las ofensas que os hacen las lenguas impías y blasfemas, desde lo íntimo de su corazón, os bendice y ensalza como la más Pura, la más Bella y la más Santa de todas las criaturas. Bendecid vuestro Santo Nombre, bendecid vuestras sublimes prerrogativas de Madre de Dios, siempre Virgen, concebida sin mancha de pecado, de corredentora del género humano. Bendecid al Eterno Padre, que os escogió de un modo particular como Hija; bendecid al Verbo encarnado, que, vistiéndose la humana naturaleza en vuestro purísimo seno, os hizo su Madre; bendecid al Divino Espíritu, que os quiso por Esposa. Bendecid, ensalzad y dad gracias a la Trinidad Augusta que os escogió y os amó tan preferentemente hasta levantaros por encima de todas las criaturas a la más sublime alteza. ¡Oh Virgen Santa y Misericordiosa!, alcanzad el arrepentimiento a vuestros ofensores y aceptar complacida este pequeño obsequio de vuestro siervo, obteniendo también para él de vuestro Divino Hijo el perdón de los propios pecados. 
Así sea.

Indulgencia de quinientos días (S. C. S. Oficio, 22 ener. 1914; S. Pen. Ap., 4 dic 1934.)


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