Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

jueves, 21 de junio de 2012

SANTO ROSARIO MEDITADO (SEGUNDA PARTE, MISTERIOS DOLOROSOS)


PRIMER MISTERIO, DE LA ORACIÓN DEL HUERTO


¡Oh Virgen Santísima y Bienaventurada, Madre de misericordia! Yo te ofrezco humildemente este misterio, en reverencia de aquel doloroso trance, cuando tu Glorioso Hijo, orando en el huerto al Padre Eterno con grande agonía, vino a sudar gotas de sangre en tanta abundancia que corrían en tierra; y después fue por un discípulo entregado a los ministros de tinieblas, preso y atadas las manos, traído con una soga a la garganta con gran crueldad a casa del Pontífice Anás.

Petición.- Suplícote me alcances de este tu Precioso Hijo que sepa hacer verdadera oración, y que en mis tribulaciones y trabajos me conforme con la voluntad del Señor, y los sufra con paciencia.

 
SEGUNDO MISTERIO, DE LOS AZOTES QUE EL HIJO DE DIOS PADECIÓ ATADO A LA COLUMNA


¡Oh Virgen Santísima y Bienaventurada, Arca de Dios! Yo te ofrezco humildemente este misterio, en reverencia del dolor que tu Hijo sintió cuando el que viste los cielos de hermosura, y el que es más hermoso de todos los hijos de los hombres fue delante de todos desnudo y avergonzado, atado a una columna, y azotado cruelísimamente por aquellos miembros de Satanás.

Petición.- Por el sentimiento que tuvo cuando su discípulo San Pedro lo negó, no una, sino tres veces, te suplico me alcances de este tu precioso Hijo me desnude de todas las afecciones de la tierra; y sufra los azotes y castigos que en esta vida su Divina Majestad me quiera imponer.


TERCER MISTERIO, DE LA CORONACIÓN DE ESPINAS


¡Oh Virgen Santísima y Bienaventurada, Dulzura inefable! Yo te ofrezco humildemente este misterio, en reverencia de dolor que tu Hijo Nuestro Señor Jesucristo padeció cuando en su delicada cabeza hincaron los crueles sayones una corana de espinas, con que traspasaron su delicado cerebro, y por muchas partes corría de hilo en hilo abundante sangre.

Petición.- Suplícote me alcances que aparte de mí todo deseo de presunción y soberbia, y desee padecer afrentas e injurias por mi Señor Jesucristo; porque siendo aquí coronado de espinas de tribulaciones, merezca después ser coronado de gloria en la bienaventuranza perdurable para siempre.

 
CUARTO MISTERIO, DE CUANDO LLEVÓ LA CRUZ A CUESTAS


¡Oh Virgen Santísima y Bienaventurada, Rocío del Cielo! Yo te ofrezco humildemente este misterio, en reverencia del dolor que tu santísima alma sintió cuando viste llevar a tu Hijo amado por las calles públicas de Jerusalén, con pregones, condenado a muerte como malhechor y alborotador de pueblos, llevando a cuestas la muy pesada Cruz sobre sus hombros delicados, y le viste arrodillado en el suelo con la Cruz, con cuya dolorosa vista quedaste lastimada.

Petición.- Suplícote me alcances entero sentimiento y ternura de corazón, en estos dolores que tu Hijo padeció, y que con entera prontitud lleve la cruz de la obediencia sobre mis hombros.

 
QUINTO MISTERIO, DE CUANDO LE CRUCIFICARON


¡Oh Virgen Santísima y Bienaventurada, Espejo sin mancilla! Yo te ofrezco humildemente este misterio, en reverencia del dolor que tu alma sintió cuando, siguiendo los pregones y el tropel de la gente, llegaste al lugar donde tu precioso Hijo había de ser crucificado, y viste al cordero sin mancilla enclavar a la Cruz con golpes cruelísimos, que tu alma traspasaban, blasfemándole y escarneciéndole los circunstantes, y dándole a beber en su sed hiel y vinagre.

Petición.- Por la grandeza del dolor que allí, Señora, padeciste, te suplico me alcances sentimiento verdadero de la Pasión de mi Señor Jesucristo, para sentir y reformar el desorden de mi vida.

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